Por... Mark Gilbert*
Un estudio publicado en Space Weather plantea cuatro escenarios en los que una tormenta solar podría dañar la economía de Estados Unidos, con un golpe que va desde los 6,200 mdd a los 41,500 mdd diarios.
Un estudio publicado en el periódico Space Weather esta semana supone una lectura aleccionadora.
En cuatro escenarios que prevíén el impacto económico de una tormenta solar, el más suave provocaría una píérdida diaria para la economía de Estados Unidos de 6 mil 200 millones de dólares, o un 15 por ciento de la producción diaria; el peor revela un coste de 41 mil 500 millones, empleando cada dólar de los que genera diariamente la mayor economía del mundo.
¿Quíé tipo de acontecimiento podría provocar esto?
Algo, por ejemplo, como una explosión masiva en el sol, similar a “miles de bombas nucleares explotando a la vezâ€, lo que sucedió el 10 de marzo de 1989, según la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglíés).
La explosión liberó una enorme nube de plasma que se dirigió hacia la Tierra a un millón de millas por hora. Cuando llegó a Canadá, la tormenta elíéctrica hizo caer la red de energía de Quebec, dejando a 6 millones de personas sin electricidad durante nueve horas.
La evaluación de riesgos mundiales del Foro Económico Mundial (WEF), publicada la semana pasada, califica los acontecimientos climáticos extremos como el riesgo más probable para el mundo y el segundo con mayor impacto (la detonación de armas de destrucción masiva se percibe como el riesgo con las mayores consecuencias, aunque se cree que es poco probable que ocurra).
Los desastres relacionados con el clima le costaron a la economía estadounidense 46 mil millones de dólares el año pasado, con acontecimientos de 17 mil millones de dólares que han hecho de 2016 el segundo año más caro desde 1980, según los Centros Nacionales de Información Medioambiental.
Las inundaciones han infligido los peores daños, con fenómenos como el huracán 'Matthew' o las inundaciones de agosto en Luisiana, que han provocado cada uno 10 mil millones de dólares de daños durante el cuarto año consecutivo de precipitaciones por encima de la media.
Una tormenta solar, sin embargo, podría ser la responsable de un desastre económico sin precedentes.
Los sistemas de posicionamiento global, los servicios satíélite y los sistemas de comunicación electrónica están todos bajo el riesgo de las llamaradas solares conocidas como eyecciones de masa coronal.
Pero son las redes energíéticas nacionales las que parecen ser los activos más vulnerables en la Tierra, con un riesgo de subidas de potencia que sobrecarguen los transformadores, que son a la vez caros y difíciles de reemplazar.
Los cambios en el campo magníético de la Tierra interfieren con las corrientes elíéctricas y hacen saltar por los aires los transformadores de alto voltaje, cuya fabricación tarda al menos cinco meses y que son voluminosos para el transporte.
Un estudio publicado el mes pasado por el Centro Cambridge para Estudios de Riesgo estima que una tormenta solar tendría el potencial para borrar entre 140 mil millones de dólares y 613 mil millones de la economía mundial en un plazo de cinco años, dependiendo de la severidad del impacto. Un mundo sin energía a causa de transformadores estropeados se estancaría económicamente.
Activos de tan alto valor no son fáciles de producir ni de reemplazar a corto plazo. Un fallo en estos activos críticos podría causar problemas de inestabilidad en todo el sistema, llevando a fallos en cascada en toda la instalación elíéctrica, y pasando a otras infraestructuras críticas interdependientes como el transporte, las comunicaciones digitales y nuestros vitales sistemas de salud pública.
El informe de esta semana de Space Journal se centra en las consecuencias de una tormenta solar que dejase sin energía a Estados Unidos.
¿Suena poco probable? En julio de 2012, la Tierra esquivó una bala cuando una llamarada solar erupcionó desde el lado contrario del sol, sin llegar a alcanzar nuestro planeta.
Fue incluso más grande que el evento Carrington, una tormenta solar en 1859 que, opinan los científicos, es la mayor erupción registrada.
Es más, existen muchos ejemplos históricos de cómo el tiempo espacial influye en la vida cotidiana de la Tierra, y son mucho más comunes de lo que probablemente nos damos cuenta.
No podemos esquivar, evitar ni suprimir las llamaradas solares, pero podemos aumentar los fondos dedicados a sistemas de alarma temprana como el Centro de Predicción del Clima Espacial de Boulder, Colorado.
La Oficina Meteorológica de Reino Unido abrió su propio centro de predicción del clima espacial en 2014, tras conseguir presupuesto adicional del gobierno.
Y, en noviembre, Europa completó un programa para coordinar datos recogidos por más de dos docenas de instituciones para mejorar las previsiones.
Tambiíén podemos poner en órbita más satíélites específicamente diseñados para buscar tormentas solares. El mes pasado, ministros europeos acordaron aportar fondos para la fase de diseño de una propuesta de 478 millones de dólares para un satíélite de posición lateral a las ráfagas que provienen del sol, para complementar la actual visión frontal que recibimos de los dispositivos espaciales. La nave, sin embargo, no volará antes de 2023.
“Hemos tenido suerte de no haber sido alcanzados por ningún fenómeno verdaderamente grandeâ€, escribió en un artículo en la revista Nature esta semana Juha-Pekka Luntama, que dirige el equipo de clima espacial de la Agencia Espacial Europea.
“Acabará por alcanzarnos; la pregunta es: ‘¿cuándo?’â€. De momento, es una pregunta que se hacen muy pocos.
---------
*El autor es columnista de Bloomberg View y escribe editoriales en economía, finanzas y política. í‰l fue jefe del bureau de Bloomberg News en Londres