INICIO FOROS ÍNDICES DIVISAS MATERIAS PRIMAS CALENDARIO ECONÓMICO

Autor Tema: Otra vez sobre la India...  (Leído 104 veces)

OCIN

  • Moderador
  • Excelente participación
  • ***
  • Mensajes: 97.708
  • Karma: +8/-12
  • Sexo: Masculino
Otra vez sobre la India...
« en: Noviembre 04, 2016, 11:26:24 am »
Por...  Alberto Benegas Lynch (h)


Alberto Benegas Lynch (h) reseña los aportes de algunos de los principales filósofos de la India.

A esta altura me parece oportuno reiterar parte de lo que he escrito hace muchos años sobre una cultura milenaria que puede contribuir a mostrar caminos poco explorados en la interpretación de algunas visiones que contienen aspectos sobre los cuales es de interíés tomar debida nota. Esto es así­ especialmente como consecuencia de no comprender lo dicho por Krishnamurti en cuanto a que “la educación debe basarse en cómo pensar y no en quíé pensar”, lo cual no quiere decir que la enseñanza se limite a la lógica sino que, en ese contexto, se contraponen valores para que cada uno saque sus propias conclusiones, excluyendo siempre el adoctrinamiento.

Hay que ser sumamente cuidadoso con los estereotipos puesto que existe la maní­a de agrupar a todos los que viven dentro de ciertas fronteras geográficas y tratarlos como si no hubieran diferencias. En el caso que nos ocupa el equí­voco se agrava aun más debido a que en la India conviven catorce lenguas principales y doscientas secundarias, tres religiones básicas —el budismo, los musulmanes y el hinduismo el cual, a su vez, se subdivide en monoteí­stas, politeí­stas y panteí­stas— al tiempo que son muy distintas las caracterí­sticas fí­sicas entre grupos de sus mil cien millones de habitantes.

En el subcontinente que denominamos India desde tiempo inmemorial muchos son los que cultivan el espí­ritu, otorgan prelación a la paz interior, la búsqueda de significado y el contacto con lo trascendente, pero desafortunadamente, en buena medida, han sido indiferentes a los sistemas sociales que permiten el respeto recí­proco y, en última instancia, no pocos de los que dan cabida a la vida interior desatienden el contexto en el que viven con los resultados del consiguiente empobrecimiento material. El correlato entre la vida espiritual y el progreso material es lo que caracterizó a Occidente, la escisión de ambos aspectos obstaculiza el libre desenvolvimiento de las personas. Lo importante es comprender y tener siempre presente que todo depende de  valores y principios.

De todas maneras, la primera caracterí­stica referida respecto a la preocupación y ocupación por el alimento del alma ha llamado y llama poderosamente la atención a diversos observadores  y tambiíén los que llaman a la necesidad del renunciamiento a todo lo material como una cáscara para despotricar contra el modo de vida occidental sobre el que  no se comprenden sus fundamentos filosóficos y así­ patrocinan diversos modos de colectivismo y socialismo.

En la India, tienen lugar sistemas pesadamente autoritarios y burocráticos y se basaron en su estrecha conexión con la Unión Soviíética desde su independencia como colonia inglesa (hasta el colapso del Muro de la Vergí¼enza) y a la influencia de la Sociedad Fabiana, especialmente de Harold Laski y de los polacos Oskar Lange y Michael Kalecki con el apoyo logí­stico de sumas millonarias provistas por Estados Unidos y por organismos internacionales financiados principalmente por los contribuyentes de ese paí­s, sistema que ha contribuido a que esa tierra se poblara de mendigos, miseria extrema, analfabetismo inaudito y espantosas pestes.

Desde siempre, el sistema de castas imposibilitaba el tan necesario ascenso y descenso en la pirámide social. Precisamente, esto es lo que le llamó la atención a Alexis de Tocqueville quien dejó un centenar de páginas con anotaciones crí­ticas para su proyectado tercer libro que, debido a su muerte prematura de tuberculosis, desafortunadamente nunca pudo ejecutar respecto de aquel milenario paí­s.

En la última díécada se han producido algunas tí­midas aperturas que dan espacios en medio de la asfixiante estructura impuesta por el siempre sediento Leviatán instalado en Nueva Dehli que maneja a su antojo los veintiocho estados con la apariencia de un sistema parlamentario bicameral en el que influyeron los ingleses en su larga estadí­a forzada, lo cual es alimentado por la economí­a subterránea que, especialmente en el área de los servicios, permite abrigar esperanzas para el futuro y ha permitido algunos marcados logros en el presente. La antedicha apertura se debe principalmente a los trabajos de siete economistas de reconocida trayectoria: Bellikoth Shenoy y su hija Sudha Shenoy, Peter Bauer, Milton Friedman, Mahesh Bhatt, Deepak Lal y Sauvik Chakraverti. Este último autor, en su prefacio a la edición india de la obra de Samuel Smiles (Self-Help) escribe en 2001: “Este libro fue escrito en 1840 por un hombre que sostení­a que la mayor de las filantropí­as reside en educar a las personas de como hacer ellos mismos esfuerzos para mejorar su condición […], nos damos cuenta que el libre comercio y no los controles estatales son el camino a la prosperidad, especialmente para los pobres”.

Confirma lo dicho más arriba que hay filósofos de fuste que no se han molestado en estudiar aspectos relativos a la convivencia en sociedad, con lo que terminan condenando precisamente los sistemas que establecen el indispensable respeto recí­proco y abren las puertas para el progreso material para aquellos que lo quieran disfrutar. De este modo, tambiíén la propia riqueza espiritual queda amputada puesto que el desconocimiento de temas vitales se traduce en miseria para los congíéneres ya que, de hecho, permiten que los planificadores de vidas ajenas detenten el poder omní­modo. Ese es el caso de notables pensadores como Radhakrishnan, Tagore y Krishnamurti quienes junto a otros escriben en dirección a la sociedad abierta pero, muy paradójicamente, en la antesala misma de esa apertura, como una especie de coitus interruptus, muchos rechazan el sistema social que se deriva de sus razonamientos, con lo que, como una consecuencia no querida, condenan a sus semejantes a situaciones lamentables por más de que muchos lo tomen resignadamente.

El primero de los autores mencionados apunta con elocuencia en “The Spirit of Man”, que aparece publicado junto a otros trece autores variopintos en la suculenta obra Contemporary Indian Philosophy (The Macmillan Company, 1936), : “El  caos presente en el mundo se encuentra directamente vinculado al desorden en nuestras mentes […] La ciencia moderna tiene gran fe en los hechos verificables y los resultados tangibles. Todo aquello que no puede medirse y calcularse es irreal. Los susurros que vienen de lo más profundo del alma se descartan como fantasí­as anticientí­ficas”.

El segundo —Tagore— que tantos valiosos ensayos ha producido, escribe una novela que constituye un canto a las catástrofes del nacionalismo (El alma y el mundo). En esa obra, despuíés de enfatizar la abstracción que significa toda nacionalidad, uno de los personajes señala que “Estoy dispuesto a servir a mi paí­s; pero reservo mi veneración por el derecho que es más sagrado que mi paí­s. Adorar al paí­s de uno como un dios es entregarlo a su desventura […] No pueden amar a los hombres como a hombres, sino que tienen necesidad de lanzar gritos y endiosar a su patria”. 

Por su parte Krishnamurti, en La libertad primera y última con prefacio del gran Aldous Huxley (en el que consigna que “la nueva religión es el culto al Estado”), sostiene que “El problema que se nos plantea a la mayorí­a de nosotros es saber si el individuo es un mero instrumento de la sociedad o si es el fin de la sociedad. ¿Vosotros y yo, como individuos, hemos de ser utilizados, dirigidos, educados, controlados, plasmados conforme a cierto molde, por la sociedad, por el gobierno, o es que la sociedad, el Estado, existen para el individuo? ¿Es el individuo el fin de la sociedad, o es tan solo un tí­tere al que hay que enseñar,  explotar y enviar al matadero como instrumento de guerra?”. 

Hacemos votos para que futuros filósofos de la India retomen las valiosas contribuciones de notables predecesores como los mencionados en esta nota periodí­stica, pero que sean capaces de llegar a sus consecuencias lógicas y concluyan en la indispensable aplicación de los postulados íéticos de la sociedad abierta y así­ unan sus esfuerzos intelectuales con lo mejor de la tradición del pensamiento liberal y que nunca pierdan las insustituibles riendas espirituales de la conducta humana.

Al hacer referencia a la India no pueda soslayarse a Mahatma Gandhi para lo cual nada mejor que recurrir al revelador y muy documentado ensayo de Arthur Koesler publicado en el Sunday Times (octubre 5 de 1969) con motivo de la conmemoración del centenario del nacimiento de Gandhi. Koestler apunta que Gandhi hizo retroceder a la India debido a su nacionalismo xenófobo que ilustraba con la insistencia en quemar gíéneros extranjeros (“considero que es pecado usar tela extranjera” escribió) y combatir la industrialización (apuntó que “la rueca es aliento de vida”). Koestler concluye que Gandhi “denunció apasionadamente la cultura de Occidente” quien con una arrogancia superlativa dejó consignado que “India, como lo han demostrado tantos escritores, no tiene nada que aprender de nadie” y tení­a la costumbre de insistir que “los principales males de Occidente son los ferrocarriles” pero Koestler consigna que “tuvo que pasar una parte considerable de su vida en coches de ferrocarril […] siempre insistió en viajar en tercera pero tení­a un vagón especial para íél” ya que como decí­an con sarcasmo sus allegados “hace falta mucho dinero para mantener a Bapu [padre] en la pobreza”. Asimismo, Arthur Koestler remarca que Gandhi la emprendí­a contra la educación por lo que no envió a sus propios hijos a estudiar, lo cual no impidió que designara como su sucesor polí­tico al totalitario Jawaharlal Nehru que era graduado de Cambridge.

A pesar de todas estas contradicciones es menester destacar la enorme contribución de Mahatma Gandhi en cuanto a la resistencia civil pací­fica la que ha sido imitada por tantos defensores de derechos pisoteados por los aparatos estatales.

Finalmente, es de interíés resaltar que hay varios economistas modernos en la India (“Nueva India”) que suscriben las crí­ticas que Nash le formula a la tesis central de Adam Smith en cuanto a la coordinación en libertad. Tal vez resulte sobresimplificado el denominado “teorema Nash” si resumimos un aspecto medular en dos puntos (para no entrar a la teorí­a de los juegos o “el dilema del prisionero”). Surge de las elaboraciones de John Nash que, por ejemplo, si se comparte un terreno en el que pastan las ovejas de diversas personas, cada una intentará sacar la mejor partida para sus animales lo cual redundará en perjuicio para los demás. Así­ vistas las cosas el interíés personal de cada uno conspirarí­a contra la situación de su prójimo. Este análisis amputa por completo el postulado crucial del liberalismo en cuanto a los marcos institucionales que asignen derechos de propiedad, de lo contrario, naturalmente, se produce “la tragedia de los comunes”, es decir, lo que es de todos no es de nadie.

La otra dimensión de este esquema, se puede ilustrar con lo que sucede en la vida matrimonial. Supongamos que el marido desea ir al football y la mujer prefiere ir al cine. Si cada uno sigue sus inclinaciones optimizarán sus resultados, a menos que ambos otorguen prelación a compartir un programa. En este último caso cualquiera sea la decisión —sea de ir los dos al baseball o al cine— estarán optimizando los resultados puesto que la preferencia incluye el no hacer programas separados. Tampoco aquí­ hay un fracaso del interíés personal expuesto por el fundador de la economí­a, no se trata de un “desequilibrio” sino de armonizar intereses.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...