Fotovoltaicas en apuros
Publicado por Javier Anta en El Economista
La energía fotovoltaica estrena un marco legislativo específico, propio e independiente del resto de regulaciones energíéticas. El Decreto de transición da la cobertura necesaria para la supervivencia del sector hasta 2009 y estabilidad suficiente hasta la instauración del futuro Plan de Energías Renovables.
La nueva regulación fotovoltaica, el Real Decreto 1578/2008, no es la mejor de las normas que podríamos tener.
No cumple todas las expectativas del sector, puesto que contiene elementos indeseados, como los cupos, que lastran la evolución del mercado; las instalaciones en suelo, que ocupan al 90% del sector nacional, se van a paralizar durante más de seis meses hasta que se absorban las instalaciones rezagadas, que no han llegado a tiempo a acogerse a la regulación anterior; y se echan en falta aspectos fundamentales para el despegue del mercado en la edificación, como la simplificación de los procedimientos administrativos.
Analizando la norma, se puede constatar que provocará un duro ajuste que se traducirá en la destrucción de miles de puestos de trabajo -la mayoría temporales, pero tambiíén fijos- y en el abandono del sector por parte de un importante número de empresas, muchas de las cuales desaparecerán.
Es posible sobrevivir
Sin embargo, es una norma que le permitirá al sector seguir existiendo, aunque sea con respiración asistida durante 2009, y que le da estabilidad para el bienio 2010 y 2011, momento en el que ya entroncaríamos con el nuevo Plan de Energías Renovables 2011-2020 y con la nueva referencia regulatoria que debe ser la anunciada Ley de Energías Renovables.
Así pues, se trata de un Decreto de transición, surgido de la prematura caducidad de la regulación anterior, y diseñado a la espera de la materialización de las herramientas que nos permitan alcanzar el objetivo europeo de cubrir un 20% de nuestro abastecimiento energíético con renovables en 2020. No obstante, la norma contiene elementos válidos para regular el desarrollo del mercado solar a largo plazo, como la flexibilidad de la tarifa en función del volumen del mercado, una idea española que están introduciendo otros países líderes como Alemania.
Como Decreto de transición, su valoración debe tener en cuenta la coyuntura. Y aquí es donde se debe reconocer el esfuerzo del actual Gobierno para conseguir que España no pierda el tren de la fotovoltaica.
La comprometida situación del sistema elíéctrico español, con un gigantesco díéficit tarifario heredado de anteriores gobiernos; la escalada del petróleo y su incidencia en la inflación; la crisis inmobiliaria nacional; la vorágine de los mercados financieros internacionales? Con una coyuntura como la actual, todos debemos apretarnos el cinturón.
Lo peor del proceso de alumbramiento del Decreto ha sido la excesivamente larga negociación entre el Gobierno y el sector, que ha durado más de un año y ha terminado en el último minuto. Ello ha introducido una incertidumbre y una inseguridad que tienen muy en cuenta los inversores y las entidades financieras en un mercado tan globalizado como el fotovoltaico: ahora es más difícil y más caro atraer fondos, por las dudas generadas, que han erosionado la confianza en la firmeza y la claridad de la política energíética española a favor de las renovables.
La proyección fotovoltaica
En cuanto a lo mejor, hay que destacar dos cosas: en primer lugar, la enorme proyección que ha alcanzado la fotovoltaica; hace escasos años ni siquiera aparecía en las estadísticas oficiales y hoy se ha desvelado como una fuente con capacidad a corto y medio plazo, y no sólo en el lejano futuro en el que muchos aún nos sitúan; esto es muy importante, porque dentro de pocos años los principales clientes de nuestra industria serán los consumidores, los ciudadanos de a pie, que ya están comenzando a conocer las ventajas que para ellos tiene la tecnología.
En segundo lugar, la estabilidad regulatoria. Nunca hasta ahora, la energía fotovoltaica ha tenido un marco regulatorio propio, específico y adaptado a su mercado, muy globalizado y muy diferente al de las demás fuentes de energía, sean renovables o no. Este marco, aunque contenga elementos que no nos gustan, es válido para crecer ordenadamente y de un modo sostenible y sostenido.