Una oligarquía forjada en el ‘oro negro’ ruso
Publicado en Expansión por Ignacio J. Domingo
El ‘capitalismo de amiguetes’ que sucedió a la extinción de la URSS y que acuñó el tíérmino oligarca, o dueño de empresas estratíégicas privatizadas señalado a dedo por el Kremlin, no ha desaparecido en Rusia. La afloración de multimillonarios es el gran botón de muestra.
Los cantos de sirena de Lukoil al presunto reclamo de capital de La Caixa, Sacyr y Mutua Madrileña, deja sobrados motivos de preocupación. No sólo por la hipotíética e histórica entrada masiva de flujos de inversión rusos para adquirir hasta el 29,9% de Repsol, la empresa estratíégica por excelencia del sector energíético español. Sino porque aún persisten en la segunda potencia nuclear del planeta prácticas empresariales de dudosa legitimidad y legalidad.
Es lo que, desde finales de los noventa, en plena crisis financiera rusa, se conoce como capitalismo de amiguetes. Tíérmino acuñado por el entonces jefe del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, que definía a los oligarcas que, a su juicio, vaciaron de activos el país desde los emporios soviíéticos reciíén privatizados por Boris Yeltsin.
La proximidad al círculo de poder presidencial de magnates como Boris Berezovsky, el más influyente en la corte de Yeltsin, logró la permisividad del Kremlin en las evasiones fiscales de sus máximos dirigentes –casi todos al frente de las compañías energíéticas y financieras–, y propició, en gran medida, la suspensión de pagos, la drástica devaluación del rublo y la precipitada fuga de capital extranjero de la turbulencia rusa de 1998.
Ahora, una díécada despuíés, la Rusia del tándem Putin-Medvedev, quizás no practique la cleptocracia con la que Camdessus quiso ilustrar esta forma de delincuencia de cuello blanco. Pero subyacen dudas razonables de que la oligarquía y los deseos oficiales de controlar los enormes recursos energíéticos del país y sus ostensibles beneficios se hayan esfumado.
Clan de San Petersburgo
Entre otras razones, porque Vagit Alekperov y Leonid Fedun, presidente y vicepresidente de Lukoil, son dos de los patriarcas del clan de San Petersburgo –selecto club de confianza del ahora primer ministro Vladimir Putin– y, al mismo tiempo, dos apellidos a los que se vincula con la mafia rusa y el crimen organizado.
Aun así, no es íésta la combinación que más debe preocupar a las autoridades españolas y a la cúpula de Repsol, en caso de que fructifique las negociaciones de adquisición. El gran riesgo es que una multinacional privada y de capital español pueda acabar siendo renacionalizada.
Lukoil, la primera petrolera rusa por volumen de producción, se considera privatizada tras la entrada en su capital de la americana ConocoPhillips. Un permiso, la entrada de capital foráneo con poder de referencia, reservado a contadas compañías energíéticas.
El Kremlin desea el control de los activos energíéticos europeos y labrar una firma de energía rusa global
Entre otras, a la gala Total en Novatek, la gran productora privada de gas, o a la británica BP en joint venture con TNK. Y que, además, puede sufrir confiscaciones. Porque el Gobierno ruso, de facto, ya ha protagonizado esta vuelta a la nacionalización y podría barajar más proyectos similares en el futuro.
Para muestra, varios botones. Yugansk, la división productora de crudo de Yukos, el emporio energíético de Mijail Jodorosvsky, otrora el enemigo número uno de Putin y todavía encarcelado en Siberia, es propiedad de Rosneft, que llegó a ser en el pasado el gran competidor de Lukoil, y que mantiene con el gigante gasístico Gazprom amplios acuerdos de colaboración.
El Kremlin nunca ha visto con malos ojos una posible fusión Rosneft-Gazprom. A pesar del impedimento legal que, sobre la operación Yugansk-Rosneft, aún se delibera en los tribunales y que podría acabar en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Como tambiíén sería factible una alianza entre alguno de los dos indiscutibles gigantes energíéticos –Rosneft, en petróleo y Gazprom, en gas– y Sibneft, quinta petrolera, bajo control estatal.
Pero, además, decisiones geoestratíégicos y una crisis financiera cuya onda expansiva empieza a dañar los pilares del undíécimo PIB global. Rusia ha aportado hasta el 80% del crecimiento de la oferta petrolífera de los últimos siete años fuera de la OPEP. Hasta extraer 9,9 millones de barriles diarios. Y sufragar gran parte del repunte de demanda exigida por China e India. Una bonanza que continuará en los próximos años, a tenor de sus ingentes reservas, las síéptimas del mundo, calculadas en unos 100.000 millones de barriles.
Peso presupuestario
El maná energíético, además, contabiliza el 50% del ingreso presupuestario ruso y el 65% de sus exportaciones. Todo un poderío en manos de Dimitry Medvedev, que, hasta su proclamación presidencial, la pasada primavera, dirigía Gazprom, en su condición de primer ministro. Bajo su gestión empresarial, en enero de 2007, cerró el grifo a Ucrania y encendió todas las alarmas de suministro hacia Europa.
Entonces, como ahora, Medvedev busca, en palabras del ex embajador español en Moscú, Javier Elorza, “controlar los activos de gestión en Europa de sus recursos energíéticos†(ver EXPANSIí“N del 16 de noviembre de 2006). O, dicho de otra forma, lo que ayer el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) describió como un plan del Kremlin de “monopolizar†el abastecimiento a Europa, informó La Sexta. Táctica que pasa por exigir a la UE la entrada del capital energíético ruso en un mercado, el continental, en plena convulsión.
De hecho, la presencia de la armada empresarial rusa en el club comunitario es una realidad. Gazprom, Yukos o Lukoil ya tienen participaciones accionariales en los países bálticos, Polonia, Bulgaria, Rumanía o Eslovaquia.
Sin embargo, este proceso, iniciado por oligarcas, apuntalado por los nuevos ricos de Forbes, y en el que ahora se ve inmerso Repsol –primero con Gazprom y luego con Lukoil–, no ha despejado todavía la incógnita planteada por economistas como Jeffrey Sachs, que alertó en el pasado de que “lo mejor que podía pasar en Rusia sería nacionalizar las empresas privatizadas en los años noventa, para volver a venderlas al capital privado†con plenas garantías legales.