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Autor Tema: Un paí­s no es un banco...  (Leído 135 veces)

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Un paí­s no es un banco...
« en: Enero 21, 2017, 11:35:03 am »
Por...  Emir Sader


Cuando la polí­tica tradicional empezó a entrar en decadencia, surgió la moda de lanzar a empresarios como candidatos a los gobiernos. Su íéxito en la empresa privada supuestamente los capacitarí­a a dirigir al Estado, sobretodo en tiempos en que la ola del equilibrio de las cuentas públicas como objetivo central de los gobiernos empezaba a imponerse. Ellos serí­an buenos ejecutivos, no gastarí­an en exceso, cuidarí­an que las cuentas púbicas no tuvieran díéficits, tendrí­an óptimas relaciones con los empresarios del paí­s y del exterior, etc., etc.
 
Berlusconi fue el caso más sonado y sabemos en lo que resultó. Despuíés de la operación Manos Limpias, resultó ser el gobierno más corrupto de la historia de Italia, representando un episodio obsceno de la polí­tica, como nunca los escándalos fueron más espectaculares, como nunca la polí­tica fue tan degradada.
 
En Amíérica Latina, Sebastián Piñera, del grupo económico que posee, entre otras tantas empresas, a Latan, fue otro representante de esa tentativa explí­cita de privatizar al Estado. Tampoco resultó. Los estudiantes se han encargado de recordar que la educación pública no deberí­a ser pagada, lo que el lí­der de Piñera, Pinochet, habí­a violado en Chile, y rápidamente Piñera perdió prestigio y tambiíén fracasó.
 
En Ecuador, por segunda vez consecutiva, el más grande banquero del paí­s, Guillermo Lasso, es el principal candidato opositor a la continuidad del gobierno de 10 años de Rafael Correa, ahora representado por las candidaturas de Lenin Moreno y Jorge Glass.
 
Su campaña, al estilo de la de Mauricio Macri en Argentina, se centra en la necesidad de “cambio”, como si el paí­s no hubiera vivido la díécada de más grandes avances de su historia justamente con el gobierno de Rafael Correa. Su diagnóstico, como el de todos los candidatos de la oposición en Ecuador, es que el paí­s se ha endeudado demasiado, de que necesita más competitividad, de que el gobierno se habrí­a excedido en sus gastos públicos. Como todo candidato de derecha, dice que “va a mantener lo que se ha ganado”, sugiriendo que mantendrí­a las polí­ticas sociales, por ejemplo. La misma promesa hecha y no cumplida en Argentina y en Brasil.
 
Es como si se condenara a un paí­s ser dirigido como un banco, como si los ciudadanos fueran como los cuentacorrentistas o los accionistas, como si se tratara de administrar al gobierno en la búsqueda de rentas más grandes, favoreciendo al capital especulativo.
 
La amenaza de ser gobernado por el banquero más rico de Ecuador pesa sobre el paí­s como una pesadilla. Despuíés de las más grandes trasformaciones que el paí­s ha vivido en la díécada de gobierno de Rafael Correa, cumpliendo lo que íél habí­a prometido, de que se tratarí­a de un cambio de íépoca para Ecuador, la disputa está cerrada para las elecciones presidenciales, que tendrá el 19 de febrero su primer turno.
           
En caso de que se quisiera saber lo que podrí­a estar aguardando a los ecuatorianos, bastarí­a que miraran hacia Argentina o hacia Brasil, donde, a pesar de que los presidentes no son banqueros, existen gobiernos dirigidos por los intereses directos del capital financiero, que ocupan los cargos económicos fundamentales de esos gobiernos. La polí­tica central de esos gobiernos es el ajuste fiscal, que vuelve a promover la exclusión social, la concentración de renta, el desempleo y la depresión económica.
 
Porque un paí­s no es una empresa, menos todaví­a un banco. Una empresa privada, sea ella industrial, comercial, agraria o bancaria, actúa para maximizar sus ganancias, a expensas del resto de la sociedad. Un gobierno, al contrario, deberí­a actuar en función de los intereses, de la necesidad y de las aspiraciones de toda la población. Son comportamientos frontalmente contradictorios entre sí­.
 
“Lo que es bueno para la General Motors es bueno para EEUU”, decí­a la máxima más conocida de la visión que privatiza al Estado, que identifica el interíés privado de las grandes corporaciones empresariales con las del paí­s. Gobiernos como los de Macri en Argentina y de Temer en Brasil promueven los intereses de los grandes bancos privados y de las empresas extranjeras, como si defendieran los intereses de los paí­ses de los cuales son presidentes.
 
Un gobierno demócrata tiene como agenda los intereses públicos, la promoción de todos los individuos como ciudadanos, la garantí­a y la extensión de sus derechos. Es lo contrario de las visiones privatizantes, que tratan al Estado como instrumento de acumulación privada en contra de los intereses del paí­s.


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...