Por... María Josíé Romano Boscarino
María Josíé Romano Boscarino señala que la ficción de que existe financiamiento gratuito le ha costado a los argentinos inflación y escasez de ahorro.
Hace unos días, el Gobierno desde el Ministerio de Producción, lanzó el programa “Precios Transparentesâ€. Una medida, que más allá de la evaluación que uno pueda realizar de su implementación, contribuye a poner en discusión una de las tantas falacias económicas, a las que los argentinos nos habíamos acostumbrado: cuotas sin interíés.
La economía entre sus lecciones elementales nos enseña que: comprar ahora y pagar más tarde, o prestar ahora y recibir más tarde, involucra un plazo que debe ser pagado. Y ese pago es la tasa de interíés, el precio del dinero. Que además, sobre todo en nuestro país, contempla la inflación y el riesgo asumido, porque tanto la píérdida de poder adquisitivo ocurrida en el tiempo, como la incertidumbre, la inestabilidad política, económica, institucional, entre otros, generan la necesidad de resguardarse.
Es por ello que los precios de contado nunca pueden igualar a los financiados, por ende, en todo este tiempo, nunca recibimos algo gratis. Pagamos la ficción de las cuotas sin interíés, directamente con un incremento en el precio en efectivo, indirectamente por medio de impuestos que financian los subsidios estatales canalizados a travíés de los bancos.
Sin embargo, durante años hemos naturalizado y utilizado en exceso el 0% de interíés, y esto sumado a la inflación constante, nos llevó a percibir que el consumo inmediato, sostenido, inagotable y en infinitas cuotas, era síntoma del verdadero bienestar económico; nada más errado.
La realidad es que el crecimiento económico sostenido que nos conduce al desarrollo y a un mayor bienestar, sólo se logra de manera genuina, con la generación de oferta de bienes y servicios y mejoras de la productividad, por medio de la inversión. Y esa inversión requiere un esfuerzo financiero, que proviene del ahorro, la contracara del consumo.
Transitar el camino de un país serio implica entonces, no solo asumir que “los almuerzos gratis no existen y las cuotas sin interíés tampocoâ€, sino comprender que las fantasías y distorsiones generalizadas nos han costado nuestro propio progreso.