Por... Macario Schettino
Macario Schettino analiza el crecimiento de los diferentes estados mexicanos a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de Amíérica del Norte.
Cuando se dice que Míéxico ha crecido poco, se parte de un promedio que no ayuda a entender ni la diversidad ni el verdadero comportamiento de la economía nacional. Primero, el país entero no ha crecido poco desde 1993. En promedio, superamos el 2.6 por ciento anual. Ese ritmo, si lo transformamos en dólares comparables, como lo hicimos hace algunos días, da como resultado un crecimiento superior al registrado entre 1965 y 1993, periodo que muchos añoran, tal vez por ignorancia.
Pero, decíamos, la diversidad nacional no queda bien representada con una sola cifra. Midiendo el crecimiento de las economías estatales desde 1993, me parece que podemos construir cuatro grupos diferentes. El primero es el de los estados exitosos: Queríétaro, Aguascalientes, Quintana Roo, Baja California Sur, Nuevo León y Guanajuato, que promedian más de 3.5 por ciento anual durante esos 23 años. De hecho, los dos primeros superan 5.0 por ciento de crecimiento anual.
Luego viene un grupo que ha crecido más que el país (2.6 por ciento), pero no supera el 3.5 por ciento de referencia: Coahuila, Zacatecas, Chihuahua, Sonora, Yucatán, Baja California, San Luis Potosí, Tamaulipas, Puebla, Estado de Míéxico, Jalisco y Colima. Los últimos tres no llegan al 3.0 por ciento anual, pero sí crecen más que el promedio nacional.
Luego vienen los que están por debajo del promedio, pero superan el 2.0 por ciento de crecimiento anual en este largo periodo: Tlaxcala, Tabasco, Michoacán, Durango, Morelos, Hidalgo, Nayarit, Ciudad de Míéxico y Sinaloa. No es extraño que haya fuerte competencia política en estas entidades, debido a su comportamiento económico inferior al promedio. Cinco de ellas han sido gobernadas por la izquierda, por ejemplo, frente a sólo una en cada uno de los grupos anteriores. Tres más, si consideramos alianzas. Hidalgo no conoce la alternancia, por cierto. Finalmente, la tragedia: entidades que crecen menos de 2.0 por ciento anual en este largo periodo: Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Campeche. Esta última entidad, totalmente dependiente del petróleo, promedia una contracción de 1.0 por ciento durante los 23 años del análisis, aunque en realidad la caída se concentra en los últimos años.
Por eso la afirmación de que el 'neoliberalismo' ha sido dañino para Míéxico no tiene sentido. Aceptando que el periodo que inicia en 1986 o en 1993 pueda designarse así, resulta que más de la mitad del país ha mejorado significativamente en ese tiempo. El daño, si así quiere verse, ocurre sólo en la mitad centro-sur del país, que por cierto ha tenido gobiernos de oposición que no han modificado mucho el panorama. De la misma forma podría uno culparlos a ellos del bajo desempeño, pero sería caer en el mismo uso político de información que merece un análisis más serio.
Es por eso que me parece que el tema económico no será determinante en las decisiones políticas que vienen. Aunque todo mundo puede querer siempre más, creo que buena parte del centro y norte del país percibe que su situación ha mejorado notoriamente en estos 23 o 31 años. Los que recuerdan suficiente están seguros de no querer regresar al pasado. Del otro lado del país, la situación debe ser opuesta: es claro que la posición que tenían se ha deteriorado en estas dos o tres díécadas, y ellos sí quisieran regresar a lo anterior. La gran bisagra es la franja de en medio: Jalisco y Michoacán, Estado y Ciudad de Míéxico, Puebla y Veracruz. Prácticamente los seis estados más poblados del país (Michoacán disputa con Guanajuato el sexto lugar), que representan más de 45 por ciento del padrón electoral nacional.
Por eso, insisto, el tema de la elección no será el económico, sino el jurídico: seguridad y corrupción. En esos ejes hay que medir la popularidad, y con cuidado.