Los cómo y los por quíé del colapso financiero
Marco Antonio Moreno 26 de noviembre de 2008
Una síntesis impecable de la visión clásica sobre la teoría económica la constituye el aporte del economista francíés Jean Baptiste Say, quien en 1804, en su Tratado de economía política postula que “los productos se intercambian por productosâ€. Say detecta que la economía requiere para su movimiento de un flujo de entrada que es esencial y que refleja en la frase “la oferta crea su propia demandaâ€. Es decir, antes de entrar a demandar bienes hay que producir otros bienes para intercambiarlos por los bienes deseados. Y esto es completamente válido hasta hoy.
Los objetivos de la economía clásica eran claros: permitir que el laissez-faire y el libre mercado funcionaran sin obstáculos. Como expresaba el mismo Say “cualquier acumulación o díéficit de stock puede ser producto de las guerras o malas cosechas, y eso llevará al mercado a ajustarse rápidamente vía preciosâ€. Pero la gran depresión iniciada en 1929 demostró que los mercados no tienen la facilidad de autorregularse dado que estos supuestos funcionaban en las economías preindustrializadas donde se intercambiaba tela por maíz, y la complejidad de la sociedad industrial requería de una herramienta adicional para lograr el equilibrio macroeconómico.
John Maynard Keynes dio cuenta de esta falla en 1919 en Las consecuencias económicas de la paz, al ver lo que ocurre con Alemania y su dificultad para pagar los daños de la Guerra. Observador acucioso del mundo en que vive, Keynes detecta que tal castigo puede llevar a Alemania a tomar venganza, junto a advertir que el proceso industrial puede llevar a situaciones de paro prolongadas que van a requerir acciones del Estado para evitar el colapso económico y financiero. Diez años antes de la Gran Depresión, Keynes tiene la respuesta para enfrentar una situación de estancamiento económico. Sin embargo no será escuchado hasta 1933 gracias al apoyo de John Kenneth Galbraith, que lo va a buscar a Cambridge.
Hay que decir que las crisis financieras no son un fenómeno natural sino que más bien representan la acumulación de colosales errores humanos. De partida, la pugna ideológica que siempre manifestó Friedman contra Keynes lo llevó a desarrollar modelos con el solo afán de desacreditar las propuestas keynesianas, y por cierto que no habría nada de malo en ello, a no ser por la mala fíé y deshonestidad de Milton Friedman. En 1960 Friedman saca su teoría del ingreso permanente, que implica traer al presente todos los flujos monetarios de la vida laboral y entonces los bancos no tienen problema para prestar a 20 o 30 años plazo. En teoría, la cosa funciona perfectamente y si se tomara como una reformulación de la Ley de Say no hallaría inconvenientes. Siempre y cuando la predicción perfecta fuera determinística y todo saliera tal cual fue programado.
Pero en el mundo las cosas no funcionan así y Friedman conocía el principio de incertidumbre de Heisenberg y las primeras matemáticas del caos. Y tambiíén sabía de los espíritus animales que podían hacernos ver negro lo que antes era blanco, por tanto debió reforzar su modelo con algunos anclajes regulatorios que su fe ciega en la autorregulación total no le permitían, y dejo todo al libre arbitrio sin sospechar que, por ejemplo, se le darían príéstamos a personas que no formaban parte de ninguna estructura de ingreso permanente (como los Ninja), y esto es lo que hace que esta crisis sea completamente distinta a la de los años 30.
Por eso tambiíén la receta está resultando un fracaso. La solución de Friedman para las crisis de tirar la plata con helicóptero no logra reanimar al paciente en coma. Se han inyectado dos billones de dólares al sistema y íéste no reacciona porque los flujos monetarios no son expeditos como enseña la teoría del chorreo: se congelan y están provocando la trampa de liquidez que Friedman siempre negó que ocurriera. La trampa de liquidez es lo que tiene empantanado al sistema y no hay modo de reanimarlo. Paulson y Bernanke pueden seguir tirando plata sin producir resultados reales, un hecho que demuestra cuánto de realismo perdió la teoría económica por convertirse en una pasión fundamentalista en manos de las doctrinas monetarias.