Por... CARLOS PARODI
En los últimos días se habla mucho de la especulación con los precios de los alimentos. Comencemos por los conceptos. En primer lugar, especular significa “comprar barato para vender caro mañana, pues espero que los precios subanâ€. En segundo lugar, los precios reflejan la escasez relativa de cada producto. En tercer lugar, los precios no los pone el gobierno, sino el libre mercado, esto es, la libre interacción entre compradores y vendedores.
El desastre natural por el que estamos pasando, ha destruido cosechas e interrumpido el paso de camiones con productos alimenticios, en particular del norte y centro del país hacia Lima y otras ciudades. Los pocos que pueden pasar enfrentan costos más altos (deben buscar otras rutas, por ejemplo), además del riesgo que los alimentos se malogren. Cualquier estudiante de economía sabe que las elevaciones de costos se reflejan en mayores precios. Pero tambiíén sabe que los compradores siempre tenemos la posibilidad de reemplazar unos bienes con otros. Si las zanahorias suben de precio, pues no compremos zanahorias y sustituyámosla por alguna verdura similar.
¿Y el limón? En el evento de El Niño de 1998, pasó exactamente lo mismo; el problema fue para las cebicherías para las que el limón es el insumo principal. Lo que hicieron fue agregar comida criolla a sus cartas hasta que la situación se normalice, como ocurrió.
¿Y por quíé el gobierno no interviene colocando multas como algún funcionario lo ha dicho? La respuesta es simple. ¿Alguien puede saber cuál es el precio correcto de algún producto para saber que si sube por encima de ese nivel, procede la multa? Uno podría pensar lo siguiente: mira el abastecimiento en los mercados mayoristas y si es igual al que existía antes del problema del niño, entonces el precio más alto implica especulación. Sin embargo, este análisis deja de lado la demanda, compuesta por los compradores. Puede ser que el abastecimiento sea el mismo, pero, ¿quíé pasa si estamos comprando más en previsión de aumentos futuros en el precio? Pues no solo estaría justificado el aumento en precios, sino que los especuladores seríamos nosotros mismos como consumidores.
Otro ejemplo. Hace unos días los supermercados fueron literalmente “saqueados†con la compra de agua embotellada, pues se pensaba que “no iba a haber agua por lo que hay que acumular todo lo que se puedaâ€. Los especuladores fuimos nosotros y al demandar agua en forma desesperada creamos una mayor demanda que efectivamente elevó el precio.
Lo que nos está faltando entender a quienes no estamos directamente afectados por el desastre natural. Todos tenemos que ajustarnos y ser conscientes que somos parte de la solución. No caigamos en rumores de las redes sociales. Busquemos información para tomar decisiones. Y por encima de todo, mantengamos la calma y la esperanza