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Autor Tema: El Zorro y la extraña invitación  (Leído 3350 veces)

Zorro

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El Zorro y la extraña invitación
« en: Diciembre 05, 2007, 10:12:26 am »
El Zorro y la extraña invitación
                                                                 
                                                                                                                                                                                                                            Un sábado cualquiera de Primavera, el Zorro llegaba a su casa por la mañana despuíés de todo un dí­a de fructí­fera caza. Estaba muy cansado, y sus planes no eran otros que darse una ducha, disfrutar de las piezas cobradas y dormir mucho, todo lo que su cuerpo necesitara. Entró en la madriguera todo decidido, pero a los pocos segundos, una voz lo reclamaba desde el exterior.

- ¡Zorro!, ¡Zorro!, ¡Zorrooo! – exigí­a la desconocida voz-
- Si. Si. ¡Ya voy porra! – respondió con tono enfadado-

En el exterior lo estaba esperando un pequeño pájaro, era un Pardillo que hacia de mensajero ocasional por petición de su amigo el Lince.

- Hola Pardillo, ¿quíé quieres?. Lo que sea, ¡rápido!, estoy muy cansado.
- Te traigo un mensaje del Lince, -dijo el Pardillo entregándole un sobre-

El Zorro leyó atentamente el papel: “Ven a mi casa a las 12 de la noche. Asunto de suma importancia.¡No faltes!”.

- No te dijo de que se trata – preguntó al pájaro-
- No Zorro, no es asunto mí­o. Ya sabes, cosas del Lince.
- Pero estaba bien, ¿no? – preguntaba-
- Si, no te preocupes, a lo mejor es una fiesta. Adiós Zorro. –Se despidió la avecilla alzando el vuelo-
- Adiós Pardillo, y gracias por traerme el mensaje.

El raposo quedó sumamente intrigado, se ducho durmió un poco y a las 11´30 de la noche partió para la casa del Lince. Llegó puntual como casi siempre:

- Hola Zorro bienvenido, -le saludó el Lince a la puerta de su madriguera- pasa al interior amigo.

El Zorro entró en la casa del Lince y todo estaba a oscuras, se moví­a casi a las apalpadas, de pronto vio una mesa con velas encendidas, una especie de tablero con un abecedario, un SI y un NO. El raposo no entendí­a todo aquella ceremonia y preguntó en voz baja..

- ¿Se ha muerto alguien?

El Búho, invitado tambiíén a la reunión, le contestó:

- No Zorro, es una sesión de espiritismo. Lincito a aprendido a utilizar la Ouija, y vamos a consultar esta noche.
- Pero.... ¿eso no es peligroso?. He oí­do que se han dado casos de locura.
- ¡Quíé exagerado eres amigo Zorro! –respondió el Lince-
El último invitado en llegar fue el Hurón, a las 12´10, el Lince invitó a todos a tomar asiento y comenzó la sesión. Todos los asistentes iban a ser dirigidos por Lincito. í‰ste, les dijo que pusieran su dedo í­ndice en un vaso vuelta abajo  que estaba sobre un cristal aceitado, bajo el cual se habí­a colocado un circulo con el abecedario y en su interior, un SI, y un NO. La sesión pretendí­a contactar con algún mí­tico maestro bursátil, para saber su opinión sobre el momento bursátil y la conveniencia, o no, de decisiones de compra o venta.

- Lincito fue el primero en preguntar -¿hay alguien ahí­?

El vaso se deslizó hacia el SI, aparentemente sin que nadie lo dirigiera.

- ¿Quiíén eres, siguió preguntando el pequeño hijo del Lince-

El vaso visitó la letra K. Los participantes de la Ouija se miraron, pero ninguno supo adivinar de quiíén era el espí­ritu.
El vaso seguí­a su particular deslizamiento y la siguiente letra que tocó fue la O. Los cinco participantes volvieron a  mirarse, y alguno creyó adivinar un nombre, pero prefirió esperar para confirmarlo. La tercera letra fue una S, y aquí­, si que hubo reacción: El primero fue el Hurón, que dijo:

- Ya, ¡así­ que el KOStarof!. ¡Venga ya, amigos!. Y esto es una sesión de espiritismo. ¿Quíé teníéis, al Kosta debajo de la mesa?. Bueno, como broma está bien, pero me retiro que mañana tengo que madrugar, -decí­a en tono bastante enfadado-.
- Si , tiene razón el Lince, a estas horas y con lo que tengo que hacer mañana, yo tambiíén me retiro. –añadí­a el Zorro-
 
¡De pronto!, un frí­o repentino e inexplicable recorrió la estancia, dos velas se apagaron,
Y el vaso se deslizaba, ¡solo!, hací­a las letras, señalando las siguientes:  T, O, L, A, N, y la Y. ¡KOSTOLANY!, dijeron los cinco al uní­sono, y con una voz que reflejaba autentico miedo. Pasados unos instantes, el pánico cedió y los cinco decidieron reanudar la sesión. El Búho decidió preguntar:

- Maestro Kostolany, gracias por su presencia esta noche. ¿Con la información, los beneficios, los gráficos ... etc. se puede triunfar en los mercados?

-No basta con conocer todos los datos, el motor de la especulación sigue siendo la fantasí­a y su mejor ayuda la reflexión humana.
- ¿Es aconsejable, y se puede ganar dinero invirtiendo contra la opinión de los demás? - preguntaba el Lince-
- El especulador de Bolsa vive casi una autentica embriaguez cuando el dinero se gana con ideas que han demostrado ser válidas contra la opinión de los demás. La satisfacción de haber ganado con justicia es para el jugador de Bolsa una alegrí­a aún mayor que el dinero en si.
- Mi pareja se ha aficionado, creo que excesivamente, a la Bolsa, podrí­a convertirse en una jugadora e invertir como en la ruleta del casino – preguntaba el Hurón-
- Es posible, el jugador de ruleta disfruta ganando, pero su segundo placer es perder, pues su satisfacción radica en su excitación nerviosa y no en el dinero. í‰sta es
la razón  por la cual los millonarios dan el mayor numero de apasionados jugadores de azar, sin que importe la cantidad que arriesgan. Su placer radica en el desafí­o a la suerte. Mejor vigile a su pareja.
- Sr. Kostolany, dí­game cuatro cosas imprescindibles para ser un triunfador en los mercados- esta vez era Lincito el que preguntaba-
- Ideas, dinero, paciencia y suerte, es todo lo que necesita un inversor o especulador de Bolsa para triunfar...
- Usted habla de suerte, y todos los dí­as en los Foros de Bolsa conocemos a docenas de triunfadores, ¿usted cree que todos dicen la verdad? - pregunta el Zorro-
-  No, extrañamente, los jugadores a los que les sonrí­e la suerte son, por lo general,  los más llamativos nuevos ricos, los embusteros y exagerados. Se jactan de sus ganancias y se callan sus perdidas. Tras un golpe de suerte se pavonean con aire triunfal como si fueran los mayores genios.
- Estoy perdiendo la fe en las Inbesós, -preguntaba el Zorro- he creí­do y analizado todo lo posible y reúnen todas las caracterí­sticas para ser una inversión de íéxito. Pero las acciones no suben. ¿Quíé me recomienda que haga?
-  Si la base especulativa es correcta, puede tardar, pero acabará por imponerse. Si el especulador no tiene fe en si mismo, si no es paciente, es cuando se produce el derrumbe, íéste, vende convencido que se ha equivocado y por consiguiente la píérdida se convierte en real.
- Gracias por sus consejos, pero, ¿y si aún así­ las acciones no suben?.
- Está claro, al menos para mi, que el inversor ha errado, y por lo tanto se impone el reconocimiento a esta situación. Nadie es infalible.
-  Sr. Kostolany, - preguntaba el Lince- a raí­z de los últimos movimientos bursátiles dudo de si ya hemos visto los máximos de este ciclo, o si esto es un pequeño retroceso, un mero alto en un camino al que le queda un fructí­fero trecho que recorrer?
- Sólo un buen y largo entrenamiento y una firme voluntad, pueden ayudar al inversor a tomar la decisión adecuada, y  a saber en que momento está del ciclo. Uno no debe dejarse influir por los pronósticos de los llamados expertos en los mercados, se está solo, y se deben tomar las decisiones a pesar del más extremo de los pesimismos o el más prometedor de los optimismos. Si el inversor tiene la suficiente sensibilidad se dará cuenta cuando es el momento para una u otra decisión.
- Yo siento que no ha llegado el momento- respondí­a el Lince-
- Pues será el tiempo el que confirmará o desmentirá esa observación.
- ¿Un buen especulador pierde alguna vez?. -Esta vez era el turno del Zorro-.
- Si, yo dirí­a que no se llega a ser un buen especulador si uno no se ha arruinado un mí­nimo de dos veces en la vida

Esto último, paralizó a los cinco participantes de la Ouija, no les gustaba el panorama. El silencio se adueñó de la estancia, y por unos instantes nada se movia. El primer rayo de luz entró en la casa del Lince, y con íél, los primeros cantos de los pájaros. Nadie dijo nada más, se levantaron de la mesa, y todos acordaron, con sus miradas, dar por finalizada la sesión.  Los cinco se despidieron, marchándose el Búho, el Hurón, y el Zorro, a sus casas.
El raposo iba impresionado por la experiencia y le daba mil y una vueltas a lo sucedido.  La sesión le habí­a parecido enriquecedora, excepto en una cosa, que no paraba de darle vueltas en la cabeza: Lo de arruinarse, esto no le convencí­a.

- Si para llegar a ser un buen especulador de Bolsa –pensaba el Zorro-  tengo que arruinarme un mí­nimo de dos veces en la vida, prefiero no pasar de regular, y tener mis euros a buen recaudo. – al cánido le gustaba nadar y guardar la ropa-.

A ciencia cierta, el maestro húngaro nunca podrá contarnos lo que pensaba de las reflexiones del Zorro, pero con toda seguridad, se habrí­a  reí­do un montón.

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