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Autor Tema: Todo empezó con Platón...  (Leído 170 veces)

OCIN

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Todo empezó con Platón...
« en: Abril 08, 2017, 12:32:19 pm »
Por...  Alberto Benegas Lynch (h)



Alberto Benegas Lynch (h) dice que la maní­a del igualitarismo y el resultante ataque a la propiedad privada empezó a volverse sistemático con Platón.

En no pocas personas hay, a veces guardado en el interior, a veces exteriorizado, un sentimiento de envidia, celos y resentimiento por los que tienen íéxito en muy diversos planos de la vida. Y estos sentimientos malsanos se traducen en polí­ticas que de distintas maneras proponen la guillotina horizontal, es decir, la igualación forzosa para abajo al efecto de contemplar la situación de quienes, por una razón u otra, son menos exitosos.

Pero estas alharacas a favor del igualitarismo inexorablemente se traducen en la más absoluta disolución de la cooperación social y la consecuente división del trabajo. Si se diera en la naturaleza lo que pregonan los igualitaristas como objetivo de sus utopí­as, por ejemplo, a todos les gustarí­a la misma mujer, todos quisieran ser míédicos sin que existan panaderos y lo peor es que no surgirí­a manera de premiar a los que de mejor modo sirven a los demás (ni tampoco serí­a eso tolerable puesto que el premio colocarí­a al premiado en una mejor posición que es, precisamente, lo que los obsesos del igualitarismo quieren evitar). En otros tíérminos, el derrumbe de la sociedad civilizada. Incluso la misma conversación se tornarí­a insoportablemente tediosa ya que serí­a equivalente a parlar con el espejo. La ciencia se estancarí­a debido a que las corroboraciones provisorias no serí­an corregidas ni refutadas en un contexto donde todos son iguales en sus conocimientos. En resumen un infierno.

Este ha sido el desafí­o de la corriente de pensamiento liberal: como en la naturaleza no hay de todo para todos todo el tiempo, la asignación de derechos de propiedad hace que los que la usen bien a criterio de sus semejantes son premiados con ganancias y los que no dan en la tecla con las necesidades del prójimo incurren en quebrantos. La propiedad no es irrevocable, aumenta o disminuye según la utilidad de su uso para atender las demandas del prójimo. Este uso libre maximiza las tasas de capitalización, lo cual incrementa salarios e ingresos en tíérminos reales. Esto diferencia a los paí­ses ricos de los pobres: marcos institucionales que respeten los derechos de todos para lo cual los gobiernos deben limitarse a castigar la lesión de esos derechos.

No se trata de buscar una “justicia cósmica” al decir de Thomas Sowell, sino una terrenal en dirección a “dar a cada uno lo suyo”, a saber, la propiedad de cada cual, comenzando por su cuerpo, la libertad de la expresión del pensamiento y el  uso y disposición de lo adquirido lí­citamente.

Serí­a muy atractivo vivir en Jauja donde no hayan terremotos ni sequí­as ni defectos humanos ni fí­sicos ni mentales, pero la naturaleza es la que es no la que inventamos, de lo que se trata es de minimizar costos, especialmente para los más necesitados.

En cambio, hoy en dí­a observamos por doquier gobiernos que se entrometen en los más mí­nimos detalles de la vida y las haciendas de quienes son en verdad súbditos de los aparatos estatales, en teorí­a encargados de proteger a los gobernados, a lo que se agrega el otorgamiento de privilegios inauditos a pseudo empresarios aliados con el poder polí­tico para explotar a la gente, endeudamientos estatales mayúsculos, presión fiscal astronómica, gastos públicos siderales y demás estropicios que lleva a cabo el aparato de la fuerza.

Se podrá decir que la guillotina horizontal no es necesaria llevarla al extremo del igualitarismo completo (por otra parte, imposible de realizar dado que cada ser humano es único e irrepetible en toda la historia de la humanidad), con que se “modere en algo” es suficiente. Pues bien, en la medida de que se tienda al igualitarismo, en esa medida surgirán los problemas señalados que, recordemos, siempre redunda en daños especialmente a los más pobres ya que son los que más sienten el impacto de la disminución en las antes referidas tasas de capitalización. El delta entre los que más tienen y los que menos tienen (al momento puesto que es un proceso cambiante) dependerá de las decisiones de la gente que cotidianamente expresan sus preferencias en los supermercados y afines.

Henos aquí­ que estos problemas y la maní­a del igualitarismo y el consecuente ataque a la propiedad privada comenzó a sistematizarse con Platón cuatrocientos años antes de Cristo. Platón en La República y en Las Leyes patrocina el comunismo, es decir, la propiedad en común y no solo de los bienes sino de las mujeres, en esta última obra dice el autor que su ideal es cuando “lo privado y lo individual han desaparecido” lo cual nos recuerda que con razón Milan Kundera concluye que cuando “lo privado desaparece, desaparece todo el ser”. Claro que Platón no vivió para enterarse de “la tragedia de los comunes”, aunque de modo más rudimentario la explicó su discí­pulo Aristóteles quien además destacó que los conflictos son más acentuados cuando la propiedad es en común respecto a la asignación de derechos de propiedad.

Claro que los autores que con más íénfasis propusieron la liquidación del derecho de propiedad fueron Marx y Engels que en su Manifiesto Comunista escribieron que “la teorí­a de los comunistas se puede resumir en una sola frase: la abolición de la propiedad privada”.

Esta declaración marxista se subsume en la imposibilidad de evaluación de proyectos, de contabilidad, en definitiva, de todo cálculo económico puesto que cuando no hay propiedad no hay precios (que surgen del intercambio de propiedades), con lo cual no se sabe si es mejor una asignación de los siempre escasos recursos respecto de otro destino tal como lo explicó detalladamente Ludwig von Mises. En otros tíérminos, no existe tal cosa como una economí­a socialista o comunista (Lenin escribió que el socialismo es solo la primera etapa para llegar al comunismo), de allí­ el descalabro que exhibió el derrumbe del Muro de la Vergí¼enza en Berlí­n.

Nuevamente reiteramos que no es necesario abolir la propiedad para que aparezcan los trastornos que señalamos en la medida en que se afecte esa institución clave. Cuando irrumpen los megalómanos concentran ignorancia en lugar de permitir la coordinación de conocimiento disperso a travíés del sistema de precios libres (en realidad un pleonasmo ya que los precios que no son libres resultan ser simples números que dicta la autoridad gubernamental pero sin significado respecto a la valorizaciones cruzadas que tienen lugar en toda transacción voluntaria). Con esos supuestos controles los gobernantes imponen sus caprichos personales con lo que indefectiblemente aparecen faltantes y desajustes de diverso calibre.

Además, la maní­a igualitarista presupone la falacia que la riqueza es estática y que se basa en la suma cero (lo que uno gana lo pierde otro). Sin duda que la utopí­a comunista no es patrimonio exclusivo de Marx, hubo un sinfí­n de textos en esa dirección como los de Tomás Moro, Tommaso Campanella, William Godwin y no pocos religiosos desviados del mensaje cristiano de la pobreza de espí­ritu. Tal vez en este último caso sea pertinente detenerse a considerarlo.

Dos de los mandamientos indican “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”. En Deuteronomio 27, 17 se lee “Maldito quien desplace el mojón de su prójimo”, tambiíén en Deuteronomio (8, 18) “acuíérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (5, 8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (5, 3) “bienaventurados los pobres de espí­ritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas 12, 21), lo cual se aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección tíécnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Dí­az Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espí­ritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento” y que “ la clara fórmula de Mateo —bienaventurados los pobres de espí­ritu— da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11,18) “quien confí­a en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62, 11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguíéis el corazón”. Este es tambiíén el sentido de la parábola del joven rico (Marcos 10, 17-22) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6, 24).

Lamentablemente hoy dí­a las cosas han cambiado en el Vaticano, en este sentido y con independencia de otros párrafos víéase con atención un pasaje donde queda evidenciado lo que escribí­a el papa León xiii en la primera Encí­clica sobre temas sociales que a continuación reproduzco para destacar que nada ni remotamente parecido fue hasta ahora escrito o dicho por Francisco sino que viene afirmando todo lo contrario en cuanta oportunidad tiene de expresarse.

“Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente,  y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada. Sea, pues, el primer principio y como base de todo que no hay más remedio que acomodarse a la condición humana; que en la sociedad civil no pueden todos ser iguales, los altos y los bajos. Afánense en verdad, los socialistas; pero vano es ese afán, y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma grandí­simas y muchí­simas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad de la fortuna, lo cual es por cierto conveniente a la utilidad, así­ de los particulares como de la comunidad; porque necesitan para sus gobiernos la vida en común de facultades diversas y oficios diversos; y lo que a ejercitar otros oficios diversos principalmente mueve a los hombres, es la diversidad de la fortuna de cada uno”. Y, por su parte, el papa Pio xi,  al conmemorar la Encí­clica de León xiii, consignó que “nadie puede ser, al mismo tiempo, un buen católico y verdadero socialista”.

Y como, entre otros, explicaba Eudocio Ravines, “el socialismo no trata de una buena idea mal administrada, se trata de una píésima idea que arruina a todos, lo cual comienza con pequeñas intervenciones estatales que escalan ya que un desajuste lleva a otra intromisión y así­ sucesivamente”. En esta lí­nea argumental subrayaba Alexis de Tocqueville: “Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinarí­a a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin poseer la otra”. En resumen entonces, los yerros más gruesos y dañinos en materia social comenzaron con Platón los cuales deben refutarse para evitar males, especialmente para proteger a los más necesitados que son siempre los que más sufren los embates de polí­ticas equivocadas.


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