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Autor Tema: The Economist: El lado oscuro de la moda...  (Leído 134 veces)

OCIN

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The Economist: El lado oscuro de la moda...
« en: Abril 13, 2017, 01:01:39 pm »
Agencias


El creciente consumo de prendas de vestir tiene costos ambientales, y tambiíén financieros.

Se supone que el estilo dura para siempre, pero las prendas necesarias para exhibir una imagen eternamente chic pasan hoy menos tiempo que antes en las tiendas y en los closets. La producción global de ropa se duplicó entre el 2000 y el 2014, debido a que las operaciones de las empresas se volvieron más eficientes, sus ciclos de producción se acortaron y los fanáticos de la moda obtení­an más por menos.

En el pasado, las marcas de “moda rápida” solí­an lanzar unas cuantas colecciones al año, pero ahora ofrecen muchas más, como la sueca H&M (16) y Zara, cuya propietaria es la española Inditex (más de 20).

Modelo tóxico

Sin embargo, vestirse para impresionar tiene un costo ambiental, así­ como un costo financiero. Desde los pesticidas que se aplican sobre los campos de algodón hasta el proceso de fabricación del denim, la elaboración de 1 kilo de tela genera, en promedio, 23 kilos de gases de efecto invernadero, según estima la consultora McKinsey.

Dado que los consumidores conservan casi todo tipo de ropa la mitad del tiempo que hace quince años, estas prendas se convierten rápidamente en desperdicios. Lo que más preocupa es que los compradores en los paí­ses en desarrollo, que todaví­a no gastan en indumentaria como sus pares del mundo avanzado, están adquiriendo ese hábito.

La mayorí­a de empresas de ropa sabe que, tarde o temprano, los consumidores tomarán más conciencia del impacto de la industria sobre el medio ambiente. En la díécada de 1990 y en años posteriores, surgieron crí­ticas en torno a las condiciones laborales de las personas que confeccionaban prendas para empresas como Nike, Walmart y Primark, cuyas marcas fueron severamente dañadas. La industria no puede darse el lujo de volver a tener tan mala reputación.

Soluciones a la vista

Una forma obvia en que las empresas pueden responder a las inquietudes ambientales es usar energí­as renovables en sus instalaciones. Además, pueden recortar drásticamente su consumo de agua y quí­micos, e innovar en nuevos materiales y procesos de producción que reduzcan los requerimientos de insumos y energí­a.

Los avances en este sentido son mixtos. El año pasado, H&M fue el mayor comprador mundial bajo la iniciativa “Better Cotton” —algodón producido bajo un esquema de eliminación de pesticidas nocivos y fomento de una estricta gestión del agua—. Este tipo de algodón es cultivado en 24 paí­ses y representa alrededor del 12% de los 25 millones de toneladas producidas anualmente a nivel global.

Kirsten Brodde, activista de Greenpeace, indica que la compañí­a sueca ha eliminado el uso de quí­micos perfluorados y polifluorados (que se aplican a las prendas para hacerlas impermeables). En tanto, el míétodo de tejido Flyknit de Nike —incluyendo zapatillas— reduce la generación de residuos en 60% en comparación con el tradicional cortado y cosido. Los productos de esta lí­nea tienen gran aceptación: el pasado año fiscal sus ingresos superaron los US$ 1,000 millones.

Pero para muchas otras, la investigación y el desarrollo de nuevos materiales y míétodos no son una prioridad; un gran número ni siquiera mide su impacto ambiental. Y el lanzamiento de “colecciones verdes” puede representar un riesgo para las marcas, señala Steven Swartz, de McKinsey. Es que es posible que quienes compren prendas ecológicas terminen considerando al resto sí­mbolos de la destrucción planetaria.

Un puñado de marcas estimula el reciclaje, pidiíéndoles a sus clientes que lleven su ropa usada a sus tiendas. El inconveniente es que casi todas las confecciones están hechas de mezclas de materiales —muy a menudo contienen poliíéster—. Separarlos es difí­cil y los míétodos mecánicos de reciclaje degradan las fibras y los míétodos quí­micos son demasiado caros para ser viables.

El enví­o de ropa de segunda mano a paí­ses de escasos ingresos de ífrica y Asia tambiíén es costoso. Incluso si los mercados domíésticos fuesen lo suficientemente grandes para absorber esos volúmenes, la baja calidad de los ataví­os confeccionados con mezclas de poliíéster harí­a que sobrevivan poco tiempo.

A la vanguardia

Lo que podrí­a funcionar es ropa más durable. El diseñador británico Tom Cridland crea vestuario masculino diseñado para perdurar por tres díécadas, pues aplica costuras fuertes y un tratamiento especial que evita el encogimiento. Para este año, espera ingresos por US$ 1 millón pero admite que será complicado que su modelo de negocio se masifique.

Patagonia, fabricante de equipo de montañismo, enví­a furgonetas a las universidades para ayudar a los estudiantes a remendar sus casacas y pantalones. Luego de descubrir un material para wetsuits que, a diferencia del neopreno, no se elaboran con derivados del petróleo, Patagonia compartió su hallazgo con marcas de surf como Quiksilver.

Ese es el tipo de innovación que se necesita con urgencia. Puede que el estilo sea eterno, pero el actual modelo de producción de prendas de vestir no lo es.



•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...