JOHN MíœLLER
28 de noviembre de 2008.- El presidente del Gobierno anuncia un plan de reactivación de 11.000 millones. De ellos, 8.000 millones son para proyectos municipales que crearán –dice- unos 200.000 empleos. Cojo la calculadora: si repartimos directamente los 8.000 millones que pondrán los contribuyentes entre 200.000 personas, nos salen 40.000 euros por cabeza, más de seis millones y medio de las antiguas pesetas. Un sueldo bastante atractivo. ¿Es necesario que el dinero pase por los ayuntamientos donde seguro que alguien le quita unos cíéntimos?
Además, la industria del automóvil recibirá unos 800 millones a cambio de no despedir a ninguno de sus casi 300.000 trabajadores. Otra vez la máquina delatora: conservar cada uno de esos puestos de trabajo nos costará 2.666 euros (unas 440.000 pesetas) al año. ¿No sería mejor adquirir 40.000 coches de 20.000 euros y sortearlos entre los ciudadanos?
El presidente confunde el estímulo con la orgía. Pero su gran error es seguir atrapado en la equivocación histórica de gastar el dinero público para proteger los puestos de trabajo y no para proteger a los trabajadores. Una apuesta audaz sería acercarnos al modelo de la flexiseguridad daníés. Allí comprendieron que con la globalización, los puestos de trabajo que se han ido, nunca volverán. Acá pasa algo de eso. La burbuja inmobiliaria estalló y es probable que nunca vuelva. Y quizás no sea bueno que lo haga. Por lo tanto hay que dejar de blindar los puestos de trabajo con el dinero público y gastárselo en blindar a los trabajadores con una mejor formación continua.
Es fácil consolarnos pensando en que estos son los mimbres con que contamos, resignarnos a que lo que llamamos formación continua (un corralito sindical al que habría que mirarle las entrañas) se limite a ver vídeos por las tardes, visitar el zoo o acudir a bodegas de vino como se ha denunciado que ocurre con los despedidos de Delphi, pero la verdad es que, en un país moderno y serio, un ciudadano sano que se cuente en las filas de la población activa sólo puede tener dos condiciones laborales: o está trabajando o se está formando. Cualquier otra alternativa es un timo para el contribuyente.