Por... Hernán Bonilla
Hernán Bonilla conmemora el aniversario del nacimiento de uno de los intelectuales liberales más importantes.
Se conmemora un nuevo aniversario del nacimiento del intelectual liberal más importante del siglo XX, Friedrich Hayek. Economista de profesión, su peripecia vital lo llevó a incursionar con erudición e inteligencia abrumadora en casi todos los campos de las ciencias sociales, realizando aportes decisivos.
Sobre las bases de edificación que había levantado la ilustración escocesa, con particular acierto, así como numerosos autores en muchos países y antecedentes tan dispares como la escuela de Salamanca o la propia tradición clásica de Grecia y Roma, Hayek elevó la elaboración conceptual del liberalismo a nuevos niveles.
Alcanzó la popularidad hacia el fin de la segunda guerra mundial con su Camino de servidumbre, donde analizaba con escalpelo las raíces socialistas del nazismo y del fascismo y la necesidad de recuperar grados de libertad perdidos en Occidente ante el avance de un estatismo avasallante al galope de las ideas keynesianas.
En su larga vida —nació en 1899 y murió en 1992— fue alejándose cada vez más de la teoría económica para abordar preguntas más generales (y seguramente más importantes) como cuál era el mejor orden social, cómo podía alcanzarse y preservarse. Hizo del Estado de Derecho su fortaleza, al priorizar su vigencia como la garantía fundamental para el ejercicio de todas las libertades, políticas, sociales y económicas.
Al mismo tiempo, dejó establecida con nitidez la necesaria unicidad de la Libertad, vale decir, solo la existencia a la vez de la libertad política y económica permite a los seres humanos ser libres, disponer de sus recursos, seguir los proyectos de vida que prefieran y no estar sujetos a la arbitrariedad de otros hombres.
Resulta paradójico cómo hasta el día de hoy la mayoría de las personas se declaran partidarias de la libertad política pero la mayoría tiene resquemores, cuando no repudia directamente a la libertad económica. Un análisis detenido del asunto, como el que hizo Hayek, arroja luz sobre el asunto y demuestra cómo el rechazo de la libertad económica responde a prejuicios y dificultades para adaptarse al orden extendido de una sociedad moderna como resabio de nuestra herencia tribal primitiva.
El constructivismo racionalista, como denunció Hayek, pretendía que todo el andamiaje institucional que sostiene una sociedad fuera diseñado de acuerdo a las preferencias de los gobernantes de turno, con la arrogancia de despreciar al bagaje insustituible de la evolución institucional que se va construyendo a lo largo del tiempo sin ser producto del designio sino de la acción de los hombres.
Al mismo tiempo, Hayek argumentó por qué no era un conservador, sino un liberal, al darle un lugar relevante a la tradición sin sacralizarla y entendiendo que a veces se podían entronizar usos y costumbres perniciosos que bien podían ser reformados sin revoluciones ni radicalismos. El paso del tiempo ha permitido aquilatar el aporte que realizó Hayek a la humanidad como un defensor de la Libertad y demostró cómo la batalla en el mundo de las ideas tiene consecuencias prácticas directas sobre la vida real de las personas, para bien y para mal. Por eso su legado es inmortal y una inspiración para cada lucha contra los aspirantes a ingenieros sociales y dictadores que hoy pululan en el mundo.