Por... Leopoldo de Gregorio
Al iniciar la segunda parte de un artículo en el que como en éste se pretende concienciar a la ciudadanos que los que dicen estar gobernándonos nos contemplan como simples instrumentos con los que alcanzar sus objetivos, y contemplándolos nosotros a ellos como lo que verdaderamente son, desenmascararlos y llevarlos ante una justicia verdadera, voy a sacar a colación un hecho que a pesar de ser evidente no le prestamos la atención que merece. Un hecho que lo podemos resumir de la siguiente forma:
Se dice que para que unos ganen es necesario que otros pierdan. Lo que ocurre es que esto sólo se puede decir cuando el poder o el mayor conocimiento que ejerza una de las partes involucradas en este desarrollo condicione el que pueda ejercer la otra parte. Cuando un comerciante gana vendiendo más caro que lo que costó, en esta transacción no se produce una pérdida para el comprador; tiene lugar una ganancia que al estar relacionada con el servicio que se ha prestado, con independencia de constituirse como un valor añadido no se puede contemplar como un quebranto. Por tanto esa ganancia está en el ahorro de esfuerzo, de espacio o de tiempo que el consumidor ha tenido que abonar.
La ganancia y la pérdida se materializan tanto prestando un servicio a aquéllos que tienen que hacer uso de él, o modificando el estado de la naturaleza para crear productos que sean demandados. Lo que ocurre es que mientras que en la consecución de estos productos o servicios el capitalista pierde una parte de lo que ha detentado a través del consumo de lo que no ha abonado como plusvalía al resto de la sociedad, el verdadero creador de valor tiene que sufrir esta pérdida como una deducción de lo que éste recibe como valor contractual; es decir, la diferencia que concurre entre este valor y lo que tiene que pagar como valor de cambio. Y este hecho lo he sacado a colación para con él fundamentar lo que nos habrá de ocurrir, cuando habiendo asumido que esta diferencia es el primer factor con el que comprometidamente en este modelo se nos está condicionando, tengamos asimismo que asumir que con la obligada utilización del dinero digitalizado habremos incluso pasado de contemplar la plusvalía como un beneficio relacionado con el hecho de haberse producido algo a tener que contemplarla simplemente como una exacción.
Al igual que hemos tenido que asumir como un deseado objetivo lo que otrora se nos impuso como una maldición, en esta obligada y exclusiva utilización del dinero digitalizado habremos conseguido racionalizar la pérdida del último de los derechos que como dominio hubiéramos tenido sobre el uso de lo que Paul Samuelson definió como el voto dinerario; un voto con el cual, en principio, aunque sólo sea en principio, desempeñamos tanto un derecho sobre lo que haya de ser producido, como lo que nos sea dable demandar; un voto que de estar condicionado por la estructura cibernética de lo digitalizado, permitirá a los artífices de esta estructura culminar la ejecución de sus miserables tropelías.
A pesar de la seguridad con la que estos malhechores están garantizándola, lo seguro es que lo que hayamos tenido obligatoriamente que dejar consignado en la banca como dinero digitalizado (como ya han específicamente señalado al especificar los fundamentos que habrán de concurrir en la instauración del Biteuro), habrá pasado de ser un derecho sobre aquello que nos perteneciera, a ser exclusivamente un potencial al arbitrio de los que con incentivos y con publicidad nos están embaucando. Como muestra de lo que se nos viene encima, en función de lo manifestado en el segundo párrafo de este artículo, señalo lo que habrá de ocurrir ante una realidad que como la que tiene lugar en la banca, la existencia de unos activos que no se corresponden con su valor real necesitan (y tienen en proyecto conseguirlo a través de la digitalización), socializar las pérdidas que han acumulado. Cuando en el mencionado párrafo se dijo que "la ganancia se puede obtener tanto prestando un servicio a aquéllos que tienen que hacer uso de él, o modificando el estado de la naturaleza para crear productos que sean demandados." describimos una situación en la que concurrían unas prestaciones. Lo que curre es que en la relacionada con la implantación del dinero digitalizado se ejercita una imposición que en la busca de una enmienda a las contradicciones que se concitan en el capitalismo no tiene lugar una prestación.
Aquí no se busca la creación de un beneficio asumido entre las partes; aquí lo que se persigue es equiparar la representatividad de unos haberes que están representando un "ser", con lo que exclusivamente es la contabilización de unos activos tóxicos; unos activos que como los derivados, los CDS y todo el estiércol que ha creado la banca en la sombra, sólo están respaldados por la credibilidad de aquéllos que con ellos estén especulando. Son apuntes que a diferencia del beneficio que el capital obtiene a través de aquella parte no abonada en el proceso productivo, ni siquiera forma parte de lo que como valor de cambio entendemos constituye el valor de las riquezas. En este contexto lo que se nos pretende imponer establece una situación lo suficientemente pavorosa como para que tengamos que afrontarla antes de que se convierta en una realidad.
En este proyecto de digitalización se esconde una pretensión que no puede ser más que la dependencia en la que se tiene que desenvolver una casta que sabiéndose sirvientes del capital, ha fermentado en sus pútridas esporas una estrategia con la que imponerse sobre el ejercicio de poder con el que el capital la está ninguneando. Y para ello, nada mejor que establecer un sistema representativo del valor de adquisición que como el dinero digitalizado, al estar controlado por los que estén ejerciendo el control, condicione las actividades que el capitalismo lleva a cabo con el dinero fiat.
Una estrategia que, como el producto de un fermento en el que sólo se generan gases corrompidos (a pesar de los miles de asesores que tiene en nómina), no le es dable observar que lo que pretenden conseguir no podrá manumitirlos. Ante esta pretensión se yerguen unos resultados que estos sirvientes (como no podría ser de otra manera) seguirán sin poder controlar. Porque si la búsqueda de este proyecto consiste en comprar toda la basura existente en la banca y mantener secuestrado su importe en el Banco Central durante un determinado tiempo ¿qué sería lo que se tendría que hacer con las actividades que se seguirían llevando a cabo en la bolsa y en la banca privada? Porque lo que no se puede hacer es comprarla (como hasta ahora han estado haciendo con la flexibilización cuantitativa que se ha utilizado entre otras cosas en el incremento de la Deuda Pública), y ante una falta de la buscada rentabilidad de una flexibilización que supuestamente se habría de emplear en el modelo productivo, dejar que ésta se pudra en la banca sufriendo unos intereses negativos. Con independencia de no poder ir más allá de controlar a los que desde siempre de una u otra forma lo han estado, lo que se pretende solventar con la instauración del dinero digitalizado constituye una búsqueda que por no involucrarse en la problemática que existe en su base se ha de perpetuar como un continuo parcheo. Y sobre todo ¿qué es lo que le ocurriría al dinero digitalizado de los depositantes cuando se liberara lo que se hubiera comprado y estuviera secuestrado en el Banco Central?
Si observamos la tesitura en la que se encuentra el capitalismo como consecuencia de que en la busca de un crecimiento sostenido que le permita mantener su tasa de ganancia está condicionado por la imposibilidad de que lo que se haya producido se pueda íntegramente consumir, es lógico entender que ante unas crisis que conllevan el continuado descenso de los beneficios, en lugar de invertir el capital acumulado como una incentivación del proceso productivo, lo divierta en la obtención de una tasa de ganancia como la que tiene lugar en la financiarización; una tasa que además, en la mayor parte de los casos se puede acrecentar en función de la intensidad que registren las crisis; y una diversión en la que podemos apreciar dos circunstancias en extremo negativas.
La primera, la de que en concordancia con el espíritu de lo que se dijo en el segundo párrafo de este artículo, en una actividad en la que en lugar de unas prestaciones sólo exista la especulación, con independencia de que tienen que haber unos que pierdan para que otros ganen, lo cierto es que no se crea nada; es decir, las ganancias y las pérdidas sólo están avaladas y representadas por las circunstancias en las que las mismas se hayan generado. La segunda, la de que al capital le es imposible asimilar otra coyuntura que no sea el futuro que encuentre en el proceso darwiniano de subsistir en la depredación; aunque sea sacrificando una parte de sus propias estructuras. Lo que se ha dado en llamar destrucción creativa. Es lo que vimos con "el atentado al acorazado Maine perpetrado en la bahía de Cuba por los españoles"; o aquello de "las armas de destrucción masiva" y lo que, con la colaboración de los que Jean Melenchon llamó "les chien de la presse" justificó el derrocamiento y el asesinado de un comprometido con su pueblo y un valiente como Salvador Allende (rasgos que en ningún caso concurren en los promotores de de estas canalladas), así como otras destrucciones creativas llevadas a cabo en el Cono Sur. Dicen que una vez le preguntaron a Platón qué quería ser cuando fuera mayor y éste dijo: un hombre. ¿Qué es lo que en su presente podrían responder los que por sus hechos solo puede ser catalogados como escoria?
En un intento de exorcizar lo que como seres subjetivos no sometidos a un control no tiene solución y que como seres pensantes impugnamos su vigencia, creo entender que para conseguirlo es necesario cuestionar tanto la utilización de un dinero fiat que no esté controlado, como la de unos medios de cambio cuyo control no se encuentre en nuestras manos. De otra forma seguiremos balando como lo que quizás, sin estar demasiado equivocados, esta canalla cree que somos. Y para ello someto a vuestra consideración lo que manifiesto en tres artículos (aunque aquí tendremos que considerarlos como párrafos), de la segunda parte de la obra ¿Es posible otra economía de mercado? Artículos o párrafos en los que se describe el uso de unos medios de cambio de naturaleza física que estando sometidos a ciertas restricciones denominé como Unidades Dinerarias Auxiliares, UDAS.
Dicen lo siguiente:
7.4.2.2. En su anverso habría de figurar la fecha en la que iniciaran su vigencia, así como los dígitos que reflejaran su cuantía. En su reverso constaría tachada su fecha de caducidad.
7.4.2.4. Todas las Udas puestas en circulación por el Banco Central del Sistema, BCS, tendrían que acomodarse a un período inicial y terminal de validez. Durante esta etapa (un transcurso que podría ser de tres años), todas las que se emitieran habrían de tener la misma fecha de vigencia que la que hubieran tenido al iniciarse este período. Una vez alcanzada su fecha de caducidad tendrían que ser renovadas en los Bgfs. (banca)
La razón que justifica esta disposición se encuentra en que si el BCS estuviera emitiéndolas con una fecha actualizada, los tres años de vigencia a los que anteriormente nos hemos referido conllevarían que estuvieran existiendo Udas con diferentes fechas de caducidad. Una circunstancialidad que habría de producir una disparidad de el valor entre las que tuvieran un plazo de validez más largo y aquéllas que fuera preciso ingresarlas en cuenta; y una desemejanza que al promover que pudieran seguir manteniéndose como un medio de cambio que por incontrolado se habría conformado como un depósito de valor, habría de malograr los fines que estamos pretendiendo acordarles.
7.4.2.5. En la conformación de esta renovación, sus tenedores tendrían que ingresarlas en sus Cuentas Personales, CPs, sus Cuentas Colectivas, CCs o sus Cuentas Unicelulares, CUs, con la misma paridad que el Seico. (moneda digital)
(Con lo cual y con independencia de que posteriormente se volvieran a reconvertir en Udas, concurriría un control de los medios de cambio que existieran en la economía).
Para evitar las aglomeraciones que en los últimos momentos de este período de reconversión se habrían de producir, durante los dos meses siguientes a la maduración de su caducidad, las Udas no serían de obligada aceptación en el mercado; si bien seguirían manteniendo su valor en los Bancos de Gestión y de Financiación. (banca)
Con independencia de la cortesía que durante los dos primeros meses subsiguientes a la finalización de su vigencia hubieran de facilitar los Bgfs, en el mercado, a partir de la fecha de su caducidad, estos medios de cambio sufrirían una depreciación anual del 10% de su valor facial, quedando por lo tanto totalmente desprovistos de cotización a los diez años de la iniciación de este proceso.