Con la progresión a travíés de cada fase, el grado de conversión se hace más efectivo y completo. Las formas de conseguir la conversión son muchas y variadas, pero el primer paso habitual en el lavado de cerebro religioso o político es trabajar con las emociones del individuo o del grupo hasta que alcanzan un nivel anómalo de ansiedad, miedo, excitación o tensión nerviosa.
El resultado progresivo de esta condición mental es la disminución de la capacidad de juício y el incremento de la sugestibilidad. Cuanto más se mantenga o intensifique esta condición, más se agrava. Una vez que se alcanza la catarsis, o primera fase cerebral, la conquista completa de la mente es más fácil. La programación mental preexistente puede ser reemplazada por nuevos patrones de pensamiento y conducta. Otras armas usadas frecuentemente para modificar el normal funcionamiento del cerebro son el adelgazamiento, las dietas radicales o altas en azúcar, las incomodidades físicas, la regulación de la respiración, el recitado de mantras en la meditación, la exposición de misterios asombrosos, efectos especiales de luz y sonido, la respuesta programada al incienso, o intoxicación por drogas.
Se consiguen los mismos resultados en los tratamientos psiquiátricos contemporáneos con electroshock o con la disminución intencionada de los niveles de azúcar en sangre inyectando insulina.
Antes de hablar del modo exacto en que algunas de la tíécnicas se aplican, quiero señalar que la hipnosis y las tíécnicas de conversión son dos cosas diferentes y que las tíécnicas de conversión son mucho más poderosas. Sin embargo, ambas se usan a la vez, frecuentemente con poderosos resultados.