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Autor Tema: La culpa es de los bancos centrales  (Leído 686 veces)

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La culpa es de los bancos centrales
« en: Diciembre 08, 2008, 02:05:01 pm »
La culpa es de los bancos centrales

Oníésimo Alvarez-Moro,  7 de diciembre de 2008

Siguiendo nuestro intento de analizar el moribundo sistema capitalista que muchos ya quieren enterrar, y de entender los fallos que nos han llevado a la situación en que estamos, nos centramos en los bancos centrales.

Es verdad que la reunión para reestructurar y reestablecer el sistema financiero internacional, el G20 con alguno más, ya vino y ya pasó pero, como algunos esperábamos, vino y pasó sin apenas impacto. Palabras bonitas de intenciones bonitas y poca más.

Hay tiempo para pensar un poco sobre la muerte del capitalismo y sobre su entierro, pronunciado muchas veces, incluyendo en estas páginas, sobre los problemas que los causó y sobre sus soluciones, ya que la siguiente fecha para reinventar Bretton Woods ya la tienen fijada para el 2 de abril de 2009 en Reino Unido.

Un poco de historia.

Antes de llegar a donde nos encontramos en la actual situación de dificultades, la economí­a mundial estaba viviendo un boom corto dentro de un boom más largo.

El boom corto que estábamos viviendo se inició en el año 2001, con las respuestas de las autoridades financieras al crash de las empresas de internet, en marzo del 2001. Aunque ese crash hizo mucho ruido, su impacto en la economí­a real era bastante menor, ya que las empresas de ese mundo seguí­an relativamente pequeñas en comparación con la economí­a real.

El resultado de ese crash fue que los bancos centrales internacionales hicieron lo que saben hacer, abrieron los grifos, acompañado con reducciones de impuestos.

Esta injección de liquidez causó que el pequeño crash de las empresas del internet se convirtió en un mero resbalón, casi un hipo financiero.

Este boom corto entraba dentro de un boom que la economí­a mundial vení­a viviendo desde poco despuíés de la entrada en poder del Presidente estadounidense, Ronald Reagan, en enero de 1981.

Este boom largo sufrió dos pequeñas recesiones, en 1990-91 and in 2001 (el mini crash que acabamos de mencionar) sin apenas notarse antes de continuar en su camino creciente.

Como es normal en las economí­as basadas en las decisiones y las actuaciones de humanos, estos booms normalmente causan desiquilibros y las decisiones economicas y financieras pierden su control y su rigor. Por eso, con el tiempo, vemos inversiones en bolsas sobrevaloradas y compras de casas en un mercado inmobiliario que no se ajusta a valoraciones tradicionales.

En este contexto, tambiíén vemos a los participantes buscar nuevas formas de hacer negocio y nuevos productos financieros para vender. Siempre intentando empujar las fronteras de lo que pueden hacer y presionando a las autoridades y a los reguladores para que les permitan hacer más, más y más. Y si hay posibilidades de ayudas, por quíé no pedirlas y recibirlas con gusto.

No es fácil situarse delante de este tren que anda cada vez más rápido y con las presiones provenientes de todos los lados, incluso de los polí­ticos o, mejor dicho, especialmente de los polí­ticos.

Se habló mucho de las burbujas inmobiliarias y bursátiles pero nadie querí­a hacer nada para detener estas burbujas y los que lo intentaron fueron ignorados. Os recuerdo el discurso del entonces presidente de la reserva federal estadounidense en diciembre de 1996 que los mercados financieros e inmobiliarios estaban en burbuja, lo que llamó en inglíés, irrational exhuberance.

Durante el boom y mucho antes de que llegó el crash, en estas páginas hemos criticado las irresponsabilidades que se estaban viendo.

Criticamos la falta de preocupación sobre la creciente inflación, que todaví­a importa, y las presiones que los presidentes de los bancos centrales estaban recibiendo de los polí­ticos.

Hay algunos, no incluso en estas páginas, que critican la necesidad de controlar la inflación, utilizando argumentos que parece que confunden la tasa nominal de interíés con la tasa real. Suelen ser los mismos que piensan que la curva de Phillips todaví­a tiene validez, es decir, que puedes aceptar más inflación para tener menos desempleo. Ya se ha demostrado definitivamente que, aceptando más inflación te da más de los dos, inflación y desempleo. ¿Suena la estanflación?

Criticamos los díéficits que la gran parte de los paí­ses estaban llevando, en Europa incluso infringiendo de forma reiterada el lí­mite de 3% de la producción interior bruto (PIB) exigida por el Pacto de Establidad de la zona Euro europea. Estábamos en pleno boom y la gran mayorí­a de los gobernos no podian ni darnos un superávit.

Criticamos la falta de rigor que los reguladores estaban demostrando frente a los mercados financieros. Criticamos la falta de control de los gobiernos en los mercados inmobiliarios, claramente en burbuja pero con gobiernos sin ningún interíés en cambiar nada, y mucho menos los que recibí­an una parte importante de su fnanciación municipal.

Los Bancos Centrales, tanto los que dependen de sus gobiernos como los que son formalmente independientes de los polí­ticos, tienen dos responsabilidades fundamentales, guardar contra la inflación y asegurarse de la seguridad y fiabilidad del sistema financiero bajo su tutela.

Han fallado estrepitosamente en los dos de estos.

Es verdad que la inflación ahora está bajando pero esto es a pesar de los bancos centrales. Con el frenazo de las economí­as a nivel mundial y con la bajada importante en el precio del petroleo, es normal que veamos una reducción temporal en la inflación. Pero recordar lo que acabo de decir, una reducción temporal en la inflación, ya que las actividades de los bancos centrales, en su pánico, nos retornará al camino de la inflación en muy poco tiempo.

Es normal que los bancos centrales alegen presiones polí­ticas. A pesar de que muchos de los presidentes de los bancos centrales son nominalmente independientes, los nombran los polí­ticos y estos les dan presiones continuas, privadas y públicas, sobre lo que tienen que hacer. Y cuando un polí­tico quiere que se haga algo, podemos estar seguros que lo que piden es que se siga el camino más fácil y que no se tomen las decisiones difí­ciles.

Los problemas vendrán más tarde y, para los polí­ticos, mejor bajo el mandato de otro.

Tampoco debe sorprender que los participantes en los mercados quieran hacer más de lo que les genera beneficios. Los financieros quieren hacer más, con nuevos productos financieros y presionan a los reguladores para que acepten su creatividad para generar más beneficios. Los inmobiliarios y promotores quieren hacer más ya que sus ingresos y su crecimiento viene con el siguiente proyecto, y los impuestos que pagan tambiíén, por eso los polí­ticos acompañando gustosamente.

Por eso están los bancos centrales, para decir no cuando deben y para tener las regulaciones necesarias y la ejecución efectiva de estas. El presidente del banco central, el que sea, deberí­a ser considerado como el Doctor No, prohibiendo actividades, en vez de el Doctor Por Supuesto, que es en lo que se han convertido.

Los paí­ses donde hemos visto más independencia en los bancos centrales y con sus presidentes más fuertes, no han visto a sus sistemas financieros en peligro y sus entidades bancarias has resistido bastante mejor los golpes que estamos viendo. Por lo menos algunos de los que fracasaron han admitido parte de sus errores.

Bueno, ahí­ lo tenemos. Si alguien dice que no entiende cómo llegamos a donde estamos, ya tenemos la respuesta, la actuación irresponsable de los bancos centrales, en demasiado liquidez y en demasiada libertad regulatoria. Sus actuaciones durante muchos años han sido unas de las causas principales de todos los lí­os en que estamos metidos en estos momentos.

Además, viendo cómo están respondiendo a la crisis, está claro que no han aprendido su lección. Siguen pensando que tirar más dinero detrás del dinero que ya han malgastado es la forma de resolverlo.

Hasta que se den cuenta que hay que parar su despilfarro, continuará esta inseguridad.

Antes de enterrar el sistema financiero internacional y el sistema capitalista, mejor entender quíé pasó y quiíén fallo.



¡Se nos va de las manos!