Por... Roberto Savio
Entre las múltiples actividades del muy rentable Bloomberg, existe un práctico Bloomberg Billionaires Index ,
https://bloomber.com/billionaires , que acaba de publicar sus conclusiones anuales. Solo incluye a las 500 personas más ricas, anunciando orgullosamente que estos han aumentado su fortuna en un billón de dólares en solo un año.
El aumento ha sido de un 27%, llegando a un cómodo patrimonio de cinco billones de dólares. Para poner esto en perspectiva, el presupuesto de los EE. UU. Ahora es de 3.7 billones. Por supuesto eso significó una reducción equivalente para el resto de la población, que perdió ese billón de dólares.
De lo que no se sabe mucho es que el monto de la circulación de dinero se mantiene igual. No se imprime dinero nuevo para satisfacer las necesidades de los 500 multimillonarios más ricos…
En efecto, Forbes, la revista para los ricos, afirma que en el mundo hay más de 2.000 multimillonarios, y este número aumentará rápidamente. China ha superado los Estados Unidos, al contar con 594 multimillonarios frente a 535. Cada tres días nace un nuevo millonario. Incluso hay un club exclusivo de multimillonarios, el China Entrepreneur Club, que admite miembros solo mediante la unanimidad de sus 64 afiliados actuales. Juntos tienen 300 mil millones de dólares, el 4.5% del PNB chino.
Como norma, la riqueza china es un asunto familiar, lo que significa que en 10 años dejarán una herencia de un billón de dólares, muy probablemente para sus hijos, aumentando la cantidad de herencias a tres billones de dólares en 20 años.
Sabemos, por un amplio estudio realizado por el economista francés Thomas Piketty, que durante los tiempos modernos, en más de 65 países, la mayor parte de la riqueza proviene de dinero heredado. Eso porque, como es sabido, el dinero atrae dinero.
Reagan comenzó la campaña “La miseria acarrea miseria, la riqueza trae riqueza”: por lo tanto, debemos imponer menos impuestos a los ricos que a la gente pobre… Una campaña rápidamente adoptada en todas partes. La ley de Trump recién adoptada en los EE. UU., recortó los impuestos a las empresas aumentando el déficit de los EE. UU en 1,7 billones de dólares en diez años. Nadie se está dando cuenta de que el déficit de Estados Unidos ya está en 18.96 billones de dólares o sea aproximadamente un 104% del PIB de los 12 meses anteriores. Y esta reforma tributaria tendrá un profundo impacto en Europa, trasladando allí muchos de los costos de la reforma, a través de la balanza de pagos y el comercio… Los cinco ministros de finanzas más importantes de Europa, incluido el del Reino Unido, han escrito una carta de protesta, que obviamente ha alegrado al presidente Trump, que solo ve a Estados Unidos como ganador y a todos los demás como perdedores…
Toda esta asombrosa cantidad de dinero en unas pocas manos (ocho individuos tienen la misma riqueza que 2.300 millones de personas), nos lleva a tres consideraciones relevantes:
a) Qué es lo que está sucediendo con la deuda mundial b) Cómo los gobiernos ayudan a los ricos a evitar impuestos c) La relación entre injusticia y democracia.
Ninguna de esas perspectivas da lugar a la esperanza, y mucho menos a la confianza en nuestra clase política.
Comencemos con la deuda mundial. No recuerdo haber visto un solo artículo al respecto en el año que acaba de terminar. Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó: desde finales del siglo, la deuda bruta del sector no financiero se ha duplicado en términos nominales, alcanzando 152 billones de dólares. Este es un récord: 225% del PIB mundial. Dos tercios provienen del sector privado y un tercio del sector público. Pero esto aumentó, de menos del 70% del PBI el año pasado, al 85 por ciento. Un incremento dramático en tan poco tiempo.
De hecho, el prestigioso Instituto de Finanzas Internacionales estima que a fines de este año la deuda global, privada y pública, habría alcanzado la asombrosa cifra de 226 billones de dólares, más de tres veces el producto económico mundial anual… Esto no parece preocupar a nadie. Tomemos el estado de la economía estadounidense, con un presidente orgulloso cuando presume el índice de crecimiento, que ahora se estima en un 2,6 por ciento. Esto muestra la insuficiencia del PIB como un indicador válido. El crecimiento es un índice macroeconómico. Si el 80% se destina a algunas manos y las migajas a todos los demás, esos que pagan la mayor parte de los impuestos, no es un ejemplo de crecimiento, es solo un problema a punto de estallar.
Peor aún, nadie está pensando en el aumento del déficit. La deuda privada total al final del primer trimestre de 2017 fue de 14,9 billones de dólares, con un aumento de 900 millones de dólares en tres meses. Mientras los salarios aumentaron de 9.2 mil millones de dólares en 2014 a 10.3 mil millones de dólares en el segundo trimestre de 2017, la deuda de las familias aumentó de 13.9 mil millones de dólares a 14.9, una subida de mil millones de dólares en solo cuatro meses.
¿De qué crecimiento estamos hablando? En realidad, tenemos que el 86% de la gente enfrenta una deuda creciente y al mismo tiempo es la más pobre debido a la concentración de la riqueza en manos de solo el 1% de la población. Esto debería ser motivo de preocupación para cualquier administración, de izquierda o de derecha: de hecho, no es sorprendente que los 400 hombres más ricos de los EE. UU, encabezados por Warren Buffet, le hayan escrito a Trump diciéndole que están bien y que no necesitan una desgravación fiscal, que debería preocuparse por la parte más pobre de la población.
Ahora, la forma preferida de evitar impuestos, es colocar dinero en paraísos fiscales, donde se encuentran entre 21 y 30 billones de dólares. Tax Justice Network (Red de Justicia Tributaria) informa que este sistema está “básicamente diseñado y operado” por un grupo de especialistas altamente remunerados de los bancos privados más grandes del mundo (encabezados por UBS, Credit Suisse, y Goldman Sachs), bufetes de abogados y empresas de contabilidad, todo esto tolerado por organizaciones internacionales como el Bank for International Settlements, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y el G20.
La cantidad de dinero oculto ha aumentado significativamente desde 2005, lo que aumenta la brecha entre los súper ricos y el resto del mundo. Y esta es la razón por la cual hubo mucha presión para obligar a los bancos a abrir sus cuentas a inspectores fiscales y apremios sobre Bahamas, Hong Kong, Panamá y otros países del tercer mundo.
Otro buen ejemplo de la hipocresía reinante se evidenció en la última reunión de los ministros de Finanzas de la Unión Europea (Ecofin), al no lograr tomar una decisión sobre algo horrendo: varios países miembros (Luxemburgo, Reino Unido, Irlanda, Holanda, Malta y Chipre), albergan edenes tributarios en sus territorios. La Reina de Inglaterra ha invertido 10 millones de libras en un paraíso fiscal inglés.
Asimismo, dos Estados de EE. UU, en particular Delaware, tienen paraísos fiscales que son inaccesibles incluso para la CIA y el FBI. Los investigadores descubrieron que los paraísos fiscales como las Islas Caimán, Jersey y las Bahamas eran mucho menos permisivos que los de Estados como Nevada, Delaware, Montana, Dakota del Sur, Wyoming y Nueva York. “Los americanos (estadounidenses) descubrieron que realmente no necesitan ir a Panamá”, dijo James Henry de Tax Justice Network. Ecofin ha decidido que continuarán golpeando a los países del Tercer Mundo, hasta resolver qué hacer en casa propia.
De esta forma, Occidente proclama los principios de transparencia y rendición de cuentas, siempre y cuando pueda imponerlos a otros. Pero existe una paradoja para los gobiernos occidentales: si esos paraísos fiscales se cerraran, ya que la mayoría del depósito proviene de Occidente, podrían recaudar muchos más impuestos.
En el caso de los EE. UU, Kim Clausing, economista de Reed College, estima que las inversiones en paraísos fiscales y otras técnicas de transferencias de rentas, en 2012 redujeron los ingresos del Tesoro hasta en 111.000 millones de dólares. Según una nueva proyección de la Oficina de Presupuesto del Congreso, la erosión de la base corporativa continuará recortando los ingresos tributarios de los impuestos sobre las sociedades durante la próxima década. Por lo tanto, debe quedar claro que si los gobiernos dejan que sus ingresos provenientes de las corporaciones y de los que más ganan se reduzcan, no están actuando en interés del ciudadano promedio.
Por lo tanto, saquemos nuestras conclusiones. Nadie está prestando atención a la deuda mundial. Está creciendo más allá de todo control, pero estamos relegando el problema a las próximas generaciones, con la esperanza de que lo encaren. Los estamos cargando con deudas, con el cambio climático y todo lo que sea posible, para evitar ahora cualquier sacrificio de nuestra parte. Nuestro lema parece ser: Vamos a proteger la riqueza y vamos a esperar menos de ellos y más de los demás. En 1952, los impuestos sobre sociedades financiaron aproximadamente el 32 por ciento del gobierno estadounidense. En 2015, la cifra se redujo al 10.6 por ciento.
Si bien los paraísos fiscales no son la única causa de esta alteración, vale la pena señalar que la proporción de las ganancias corporativas reportadas en los paraísos fiscales se ha multiplicado por diez desde los años ochenta. Como si esto fuera poco, ahora las empresas reciben de Trump el regalo de una gigantesca reducción de impuestos.
Esta política, que se ha ocultado a los ciudadanos y nunca ha sido legitimada por ningún acto legal formal, ahora se está constatando a causa del aumento enorme de la desigualdad, que no tiene precedencia en la historia. Según Oxfam, en Gran Bretaña habrá más injusticia social en 2020 que en tiempos de la reina Victoria (monarca entre 1837 y 1901). El mundo se está moviendo más rápido hacia inversiones y transacciones financieras que a la producción de bienes y servicios, porque de estos no se obtienen lucros instantáneos.
Se estima que con un billón de dólares se puede comprar la producción mundial de un día de bienes y servicios. Ese mismo día, las transacciones financieras alcanzan los 40 billones de dólares. Eso quiere decir que por cada dólar generado por la mano del hombre, hay 40 dólares creados por abstracciones financieras.
La globalización obviamente recompensa a los capitales, no a los seres humanos, lo que está teniendo impactos en la política, y no de los mejores. En todas partes hay un número cada vez mayor de vencidos, especialmente en los países ricos, también debido al desarrollo tecnológico y al cambio en el consumo. Un ejemplo clásico son las minas de carbón que Trump quiere resucitar, para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande. Pero el carbón se está eliminando inexorablemente debido a las preocupaciones climáticas (aunque no sea suficientemente rápido), y la automatización reduce considerablemente el número de trabajadores que se emplearán.
En 2040, la robótica será responsable del 42% de la producción de bienes y servicios, frente al 16% actual, lo que se según la Organización Internacional del Trabajo, solo en Occidente se traducirá en cerca de 86 millones de nuevos desempleados.
Los excluidos de los beneficios de la globalización consideran a los ganadores muy bien conectados con el sistema. Esto se traduce en la globalización del resentimiento y la frustración, que en unos pocos años ha llevado al aumento de partidos de derecha radical en todos los países europeos, que desencadenó Brexit y el surgir de Trump. Hubo un tiempo en que la izquierda era el estandarte de la lucha por la justicia social. ¡Ahora es la derecha!
Por último, la globalización ha perdido su brillo, pero no su poder. Ahora, la discusión es sobre cómo des-globalizar y lo que es preocupante es que el debate no se centra en cómo conducir el proceso al servicio de la humanidad, sino cómo desplegar el populismo, el nacionalismo, y la xenofobia, para permitir “hacer Estados Unidos nuevamente grande”, con el aumento de los enfrentamientos y conflictos.
Organizaciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial, que durante dos décadas afirmaron que el mercado era la única base para el progreso, porque una vez que se ha establecido un mercado totalmente libre, el hombre y la mujer comunes serían los beneficiarios, ahora han colocado la marcha atrás.
Hoy en día todos hablan de la necesidad de que el Estado vuelva a ser el árbitro de las regulaciones y la inclusión social, porque han descubierto que la injusticia social es un freno no solo para la democracia, sino también para el progreso económico. Pero a pesar de la recomendación del cambio de rumbo, este mea culpa ha llegado bastante tarde.
El genio está fuera de la botella, y los poderes fácticos ni siquiera intentan volver a confinarlo. La absoluta hipocresía, los intereses creados y la falta de visión lamentablemente han reemplazado a la política.