Deuda pública: el siguiente refugio
Publicado ewn Expansión por JP Morgan Asset Management
Invertir en deuda gubernamental resulta atractivo en tiempos inciertos como los actuales. El colapso de Lehman provocó una primera estampida hacia este tipo de activo, buscando seguridad. Además, considerando los recortes de tipos y la menor remuneración del ahorro, muchos inversores están buscando alternativas, otras opciones diferentes a los depósitos bancarios.
La mayor inversión en deuda pública ya ha provocado una clara disminución de su rentabilidad: los bonos del Tesoro americano a 10 años de referencia han caído por debajo del 3%, un nivel no alcanzado desde principios de los años cincuenta.
En el contexto actual de rápido deterioro macroeconómico, los bancos centrales han ampliado sus balances para intentar aliviar la situación de sequía de críédito tras el colapso de la actividad interbancaria, y en ese sentido la Reserva Federal destaca claramente. Recientemente, ha anunciado la creación de otro fondo de 800.000 millones para la compra de hipotecas y otros títulos respaldados por activos, la Term Asset-Backed Securities Loan Facility (TALF).
En tíérminos comparativos, el aumento del balance del BCE ha sido más modesto. Mientras, los gobiernos han empezado a utilizar las herramientas de política fiscal. En Europa, Alemania, Reino Unido, Países Bajos y España se han anunciado planes fiscales y la Comisión Europea está promoviendo que se actúe para activar la demanda, fomentar el empleo y mejorar la competitividad.
Los bonos gubernamentales son tan seguros como el Estado que los respalda. Si bien es cierto que la acumulación de niveles de deuda excesivos podría socavar la percepción de seguridad de la deuda soberana de una nación y que se podría crear una situación de exceso de oferta, lo cual reduciría su valor, la percepción es que en la UE el exceso de oferta no va a ser por el momento el criterio que defina las fuerzas del mercado y la fijación de precios, dados los niveles de incertidumbre y la preferencia de los inversores por los activos de muy bajo riesgo.
Además, la inflación ya no se percibe como una amenaza en la mayoría de los mercados desarrollados y las expectativas de crecimiento reflejadas en los tipos de interíés a largo plazo son muy negativas, algo que parece poco probable que cambie en el corto plazo.
Consideremos otro tipo de activos, como la deuda corporativa, que presenta unos niveles de valoración históricamente bajos en relación con los bonos soberanos, y parecen ofrecer potencial de revalorización. O como la renta variable, cuyo sustancial declive presenta oportunidades de inversión a largo plazo. Sin embargo, este tipo de activos sigue siendo tremendamente volátil y los riesgos de impago en el primer caso o de revisiones a la baja de beneficios en el segundo, aunque ya díébiles, son reales.
En cambio, aunque la popularidad de los bonos del Estado en tiempos de aversión al riesgo significa que su precio puede ser elevado en relación con los demás activos, y por lo tanto su baja rentabilidad baja, lo que está claro es que ofrecen rentabilidad y que son seguros para los inversores.
La seguridad es un plus para el inversor preocupado, sobre todo en un momento en que las economías están debilitadas y en que no dejamos de recibir malas noticias. Además, los ingresos que ofrecen pueden resultar atractivos para aquellos inversores que ya no logran satisfacer sus exigencias de rentabilidad con inversiones líquidas.