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Autor Tema: La envidia  (Leído 1376 veces)

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La envidia
« en: Diciembre 14, 2008, 07:40:30 pm »
La envidia es una forma de agresión psí­quica. Mí­nima, velada, inconsciente; llámenla como quieran, pero su insistencia y persistencia puede poner algunos palos en los engranajes de nuestra vida.  No se  trata de "creer", a ciegas, en la negatividad; se trata de analizar si existe hasta cierto fisicicismo en estas perturbaciones.

Tampoco se trata de suponer que bastará con el escepticismo o una alta autoestima para estar a cubierto. Porque precisamente no se trata de "creer", no es la creencia (como "profecí­a autocumplida") lo que nos hace vulnerables: yo puedo no "creer" en la gravedad, quizás nunca haya escuchado hablar del señor Newton, pero si me asomo demasiado por el balcón de un quinto piso terminaríé siendo cadáver. Tampoco la bondadosa pero ingenua actitud de "Dios no permitirá que el mal triunfe en mí­ ". Si así­ fuera, Dios no permitirí­ a los asesinatos, las violaciones, tanta muerte inocente... Pero como ya he escrito en algún lugar, jamás olvidemos que el don más sagrado que Dios le dio al ser humano es, precisamente, el libre albedrí­o, la capacidad de optar por el bien o el mal (y asumir las consecuencias). La visión de un Dios paternalista y sobreprotector flotando sobre las cabezas de los fieles puede ser muy consoladora pero, humildemente, creo que no condice en absoluto con la realidad de un Dios Cósmico.



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Re: La envidia
« Respuesta #1 en: Diciembre 14, 2008, 07:44:18 pm »
Así­ que frente al psicópí ta, o al violador,  estamos solos con nuestros propios recursos para defendernos. Y de eso tambiíén trata la Autodefensa Psí­quica.

¿Cuál es la gíénesis de la envidia, entonces?. Básicamente, el envidioso es un mediocre que, no soportando el progreso -en el ámbito que fuere- de otro (porque ese progreso le recuerda aún más su propia mediocridad) necesita que desaparezca para evitar el evento que irrita su ya alicaí­da autoestima. El envidioso ama uniformar para abajo, compartir el mal de muchos. Porque son muchos los que envidian y los que generan esa carga de negatividad. De hecho, todos los no hacedores.

He aquí­ una primera regla práctica, no sólo para no caer en esta categorí­a sino para reforzar nuestra personalidad (y, dada la naturaleza holí­stica del ser humano, nuestro campo energíético): transformarnos en "hacedores". Se trata de una actitud ante la vida: pero son las actitudes las que, a fuerza de repetitivas, desarrollan el hábito de un carácter adaptado a las circunstancias del medio, creando sus propios mecanismos de defensa. Porque -como veremos enseguida- la mejor defensa es construir voluntaria, pacientemente, ciertas manifestaciones de nuestra personalidad. O reforzarlas, si son preexistentes. Básicamente, dos: fuerza de voluntad e intensidad de pensamiento dirigido.


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Re: La envidia
« Respuesta #2 en: Diciembre 14, 2008, 07:47:46 pm »
Intensidad es calidad , no cantidad. El Pensamiento dirigido no consiste en pasar mucho tiempo pensando en algo -lo que solamente nos definirí­ a como obsesivos- sino quizás concentrando sólo algunos minutos la atención, pero intensamente. No se trata -llevándolo al terreno de la envidia- que sea problema el que nos rodeen muchos envidiosos, porque 0 multiplicado por 500 siempre va a dar cero. El problema serí­a que el "tono" de nuestra psiquis no sea distinto al de ese entorno.

Así­ que aprendamos, a fuerza de repetí­rnoslo diariamente, cómo tallar un perfil de hacedores en lugar de no hacedores.

Por supuesto, hay un segundo paso que usted deberá dar. La lectura de estas lí­neas puede dar comienzo a la alquimia, sí­, pero sólo un acto de voluntad las plasmará en su realidad. Es decir, recordar estas reflexiones todos los dí­as, aun en los peores momentos; cualquiera medita serenamente en la paz de los monasterios. El míérito estarí­a en poder hacerlo en el tráfago ruidoso de una ciudad. Porque la verdadera magia es mental, y no hay ciencia más oculta y más esotíérica que la ciencia de la Voluntad.

Y no se engañe: la Voluntad no es algo con lo que nacemos o no, un "don" al que nos hacemos acreedores por ignotas circunstancias. La voluntad es una función del intelecto, y como tal puede ser entrenada y desarrollada. Nunca me cansaríé de repetir esto lo suficiente, como tampoco me cansaríé de repetir lo que he escrito en otro lugar: voluntad y deseos están hechos de la misma "materia" mental. La única diferencia es su disposición. Mientras que los deseos son la voluntad desorganizada, la voluntad está hecha de deseos organizados. Mucha gente dice no tener la "suficiente" voluntad para lograr los objetivos, mas, ¿negarí­a no tener deseos?. Si los tiene, tambiíén tiene, en potencia, la voluntad para lograrlo.


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Re: La envidia
« Respuesta #3 en: Diciembre 14, 2008, 07:49:55 pm »
Recuerde siempre que el no hacedor tiene una adecuada explicación para cada cosa que dejó de hacer. El hacedor, no, porque está tratando de hacerlo.

- El no hacedor siempre ve el vaso medio vací­o. El hacedor, medio lleno.

- El no hacedor critica porque no hace. El hacedor no critica porque hace.

- El no hacedor está orgulloso de que no se le puedan señalar errores porque nunca hizo nada para tenerlos. El hacedor los acepta humildemente, porque son el resultado de acciones.

- El no hacedor especula sobre lo Bueno, lo Perfecto, lo Justo, lo í‰tico, y como sabe que son entelequias, espera que todo ello venga a íél. El hacedor se concentra en Hacer Lo Mejor Posible.

- El no hacedor siempre descubre algo que señalar con el dedo en los demás, simplemente para no tener que apuntar a un espejo. El hacedor sólo sabe apuntar hacia arriba y adelante.

- El hacedor apunta a la Luna. El no hacedor se queda estúpidamente mirándole el dedo.

- Y, como dijimos, el no hacedor sólo sabe lamentarse de una vida injusta que no le dio la gracia de la voluntad. El hacedor la construye a su medida.