Por... Ángel Soto
Ángel Soto narra la conexión entre el Friedrich Hayek, el Institute of Economic Affairs de Londres y Margaret Thatcher.
Que las ideas tienen consecuencias no hay duda. Por eso, el aporte que hacen los think tank es contribuir a la discusión pública y a la formación de nuevos líderes con el objetivo que tengan un impacto e influyan en la sociedad. Es su efecto multiplicador.
A cinco años del fallecimiento de Margaret Thatcher, se debe recordar su vinculación con el Institute of Economic Affairs (IEA). Think Tank ubicado en Londres que —como ella misma reconocería— fue el soporte intelectual de su gobierno.
El origen se remota a los años 40. Por entonces el Primer Ministro Inglés Clement Attle (1945-1951) aplicó un programa de nacionalización de industrias y planificación central que algunos lo sintieron como el inicio hacia el socialismo.
Uno de ellos fue Antony Fisher, ex piloto de la Fuerza Aérea que luego emprendió un exitoso negocio avícola. Preocupado por lo que sucedía, deseaba hacer algo. Incluso evaluó entrar en política.
En 1945 la revista Reader’s Digest publicó una selección del libro Camino de servidumbre, escrito por Friedrich Hayek, que llegó a manos de Fischer. Sorprendido por su contenido, contactó al profesor que enseñaba en la London School of Economic y le manifestó su preocupación e intención.
Hayek sugirió que por ningún motivo entrara en la política. Los políticos se dejan llevar por el clima de opinión, las encuestas. Y le señaló que si realmente deseaba cambiar el rumbo del país, debía hacerlo con las ideas, ahí es desde donde se hace la transformación social.
Años más tarde (1955) Fischer ayudó a crear el IEA, fundado por Ralph Harris y Arthur Seldon, convirtiéndolo en un lugar de encuentro intelectual en el que participó una joven Margaret Thatcher, quien en Oxford se había topado con la crítica de Hayek al totalitarismo.
Pero fue necesario esperar un cuarto de siglo, hasta 1979 con la llegada de Thatcher al gobierno, para que sus propuestas se hicieran realidad.
Las ideas tienen consecuencias y los think tank son fundamentales en su generación y difusión. Sus donantes no tienen ni control ni retorno, pero no hay duda que es la mejor inversión que pueden hacer para cambiar el clima de opinión y contribuir a una sociedad mejor.