Por... Hugo Salinas
En Francia, el movimiento de “gilets jaunes” (chalecos amarillos), más allá de oponerse a otro impuesto “verde” vía los combustibles, exige un nuevo tipo de “repartición” de la riqueza creada. Lo que exigen no es un poco más de “redistribución” de la riqueza creada, como proponen los sindicatos, los congresistas, los partidos políticos y sus líderes; es decir, como proponen e imponen los representantes de la Democracia Representativa para proteger, directa o indirectamente, a sus amos, los grandes millonarios del planeta.
Los gilets jaunes exigen un nuevo modelo de repartición de la riqueza creada. La riqueza no la crea los grandes multimillonarios. Los que crean la riqueza son los trabajadores y sus familias.
¿Cuál es el tipo de repartición actualmente vigente, y cuál sería el nuevo tipo de repartición que resolvería el problema, por un lado, de los bajos salarios, insuficiente poder adquisitivo, desempleo masivo, marginación de grandes masas de la población y, por otro lado, la riqueza en remuneraciones y en activos, acumulada masivamente en poquísimas manos?
Pero antes de continuar, es necesario precisar dos conceptos (redistribución y repartición) a fin de comprender la problemática de nuestros tiempos modernos: las grandes desigualdades socio-económicas.
Una vez creada la riqueza, ella está compuesta de una masa de salarios y de otra masa de ganancias. ¿Y por qué arte de magia se determina el volumen tanto de los salarios como de las ganancias? A ese mecanismo que determina quién se apropia del resultado de la actividad económica se denomina “repartición” de la riqueza creada.
El tipo de repartición actualmente vigente, y que proviene desde hace unos diez mil años, y que durante este largo período no ha sido tocado ni en un pelo, se denomina Repartición Individualista. ¿En qué consiste este tipo de repartición?
El mecanismo de la Repartición Individualista determina que el 100% del resultado neto de la riqueza creada pertenece, única y exclusivamente, al que maneja el acto económico. Este mecanismo es el resultado de una “decisión de sociedad”. En un cierto momento, y bajo ciertas condiciones, toda la sociedad, de buen grado o a la fuerza, decide que la totalidad de la riqueza creada pertenezca a un cierto sector de la sociedad. ¿Y cómo esta decisión de sociedad (la Repartición Individualista) se pone en práctica y se mantiene en el tiempo (diez mil años)?
Y es aquí que aparecen, por la primera vez en la historia de la humanidad, dos instituciones intocables: la propiedad privada y la herencia. Instituciones que permiten, recrean e intensifican las grandes desigualdades socio-económicas desde hace unos diez mil años.
Una precisión se impone. Los trabajadores piensan, y creen fuerte, que sus salarios le pertenecen, y que nadie les pueden tocar. Nada más falso. Los salarios pertenecen al que maneja el acto económico. Y es por esta razón, que “los dueños del capital” sueñan con tener trabajadores que no irroguen ningún gasto. Y es por ello también, que los trabajadores se deben poner en movimiento, luchar a pie firme todos los días, para tener, aunque sea, un mínimo de salario, un mínimo de poder adquisitivo que le permita vivir a él y a su familia.
Y este es el fondo de comercio de la “lucha sindical”, una institución de la Democracia Representativa, al igual que el Congreso, los partidos políticos, el Poder Judicial; en suma, el Gobierno de una Democracia Representativa. Todos ellos solamente buscan, a través de la redistribución, un mínimum de salario de existencia para los “trabajadores”, y un mínimum de confort para la sociedad. Y su arma preferida es el Presupuesto de la República. Un monto de dinero manejado directamente, a su guisa, por el Presidente de la República y sus acólitos.
Los representantes que componen la Democracia Representativa están lejos, muy lejos, de buscar un cambio de tipo de repartición. De ahí su desprestigio ante los gilets jaunes y la población en general.
Un desprestigio de la Democracia Representativa que se encuentra aún más acentuado en la masa de desempleados, jubilados, huérfanos, inválidos, que no cuentan con ningún medio de presión y, por tanto, son incitados a votar por su “representante”.
Superar esta lucha de reformas, reivindicativa, de aumentos salariales, defensiva, es lo que está en el fondo de los grandes movimientos sociales en todas partes de este planeta Tierra. Los gilets jaunes no creen más en los “representantes” del pueblo. En suma, ellos ya no creen en la Democracia Representativa que, en definitiva, solamente sirve a afirmar el poder de los grandes multimillonarios del planeta. Ellos buscan un nuevo tipo de repartición.
Desgraciadamente, la Repartición Individualista no solamente ha generado la Democracia Representativa, sino también un comportamiento individualista entre todas las personas, sean ricas o pobres. Esto hace difícil, casi imposible, un acuerdo general de los desposeídos para cambiar su situación socio-económica. No obstante, la Historia nos enseña que, pacífica o violentamente, esa conjunción de personas se produce. Lastimosamente, hasta ahora, sus ideas sobre el cambio no estuvieron claras como para triunfar definitivamente.
Pero la Humanidad ha experimentado dos tipos de repartición. ¿Cuál es el otro, aquel que permite una igualdad de oportunidades a todos los hijos de la sociedad, sin distinción de credo, lengua, género y otros?
Lo presentaremos en el artículo siguiente. Mientras tanto, hagamos un esfuerzo de reflexión. Miremos nuestro pasado, y encontraremos fácilmente la respuesta; porque el problema de los tiempos modernos no es un asunto de creación de riquezas, de producción. Es un problema de repartición de la riqueza creada. Y con ello, lo que se impone son nuevas instituciones que sostengan en el tiempo este nuevo tipo de repartición de la riqueza creada.