Por... Carlos Rodríguez Braun
Carlos Rodríguez Braun dice que la gobernadora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina, habría implementado una política monetaria casi austriaca frente a la volatilidad en los mercados.
No hay demasiados aspectos en la política rusa de hoy que susciten el saludo entusiasta de los liberales. Y desde luego no parece haber nada allí que haga recordar a la Escuela Austriaca, la más liberal de las escuelas económicas.
De ahí mi sorpresa cuando, al leer La gran trampa, el libro que el economista Daniel Lacalle publicó el año pasado en Deusto, llegué al capítulo 9, que relata la historia reciente del Banco Central de Rusia y de su gobernadora, Elvira Nabiullina, que “no cayó en la trampa de bajar los tipos de interés e imprimir dinero para tratar de impulsar las inversiones como fuera. Por el contrario, su política consistió en controlar de cerca los incentivos perversos, para lo que penalizó a los bancos por no provisionar los préstamos de difícil cobro, realizó ajustes muy leves en los tipos de interés y permitió que la economía se adaptara a un menor precio del petróleo y a un entorno macroeconómico diferente sin inflar burbujas de activos financieros”.
Por supuesto, nadie la aplaudió por ello: casi todos los demás bancos emisores estaban inflando sus balances con adquisiciones de deuda pública, mientras que en Rusia la deuda caía y el gasto público se frenaba. La estrategia del Banco Central de Rusia fue “casi austriaca”, apunta Lacalle. La señora Nabiullina reconoció que los ciclos existen: “su objetivo no era aumentar el PIB artificialmente ni engañar a nadie con el 'efecto riqueza' inflando los precios de los activos; era, por el contrario, el de ayudar a la economía a soportar las dificultades de un ciclo de recesión sin dañarla aún más. Y lo logró…fue un ejemplo de lo que debe hacerse para salir de un período difícil reforzado y con abundantes instrumentos políticos para afrontar cualquier reto futuro”.
La propia gobernadora declaró: “El factor limitador clave de la inversión no es tanto nuestros tipos de interés elevados ni nuestra política monetaria rigurosa como las limitaciones estructurales, el estado del clima de inversión, etc. Por tanto, creemos que mediante nuestra decisión acerca de los tipos no reduciremos el crecimiento económico y que los problemas del mismo tienen su origen en limitaciones estructurales. Por otra parte, la economía de nuestro país tendrá que aprender a vivir con un trasfondo de tipos de interés adecuados, lo que significa que tendremos que invertir en la mejora de la productividad de la mano de obra, y mejorar la eficiencia y reducir los costes; y ésa es precisamente la clase de señal que nuestra política monetaria está enviando al mercado”. Combinada con la reducida presión fiscal rusa, esa política promovió un crecimiento relativamente sano, y las autoridades monetarias no rescataron bancos sobre-endeudados.
En vez de “cosas veredes, Sancho”, quizá habría que decir: “cosas veredes, Hayek”.
Este artículo fue publicado originalmente en Expansión