Las víctimas de la mayor estafa del siglo: Diario de una mujer engañada por Bernard Madoff
Sunday Times
Tenía tres casas, una vida de lujo y unos ahorros en manos del hábil Bernie Madoff. Hasta que ocurrió el desastre. Alexandra Penney describe su caída desde el paraíso de los ricos a casi la mendicidad, una víctima más del mayor fraude mundial. Así fue: Colocó cuidadosamente las copas Waterford en mi mesa de comedor lacada. Los invitados a la cena llegarán en un par de horas. El móvil suena en la cocina. Espero que se trate de un rumor, me dice mi mejor amigo Alex, pero han detenido a Madoff.
Tú le confiaste todo tu dinero ¿verdad? ¡Dios mío! Es verdad. El telíéfono suena de nuevo. Mi hijo John, desde California, me repite la noticia. "No te preocupes, mamá, siempre podrás quedarte en nuestra linda casa de huíéspedes". Inmediatamente llamo a mi marido, Dennis. "Ven tan pronto como humanamente puedas. No quiero estar sola. Me siento físicamente aterrorizada". Llamo a mi abogado, le dejo un mensaje.
Jueves 11 de diciembre por la mañana.
El mayor fraude del mundo ya es de dominio público, y yo soy una de las víctimas. Empiezo a retirar la plata y la porcelana de la mesa. Cuando no puedo pensar y se apodera de mí la ansiedad, limpio o apilo las cosas en montones ordenados. í‰ste es uno de estos momentos.
Esta cristalería Waterford la compríé pieza por pieza porque hace 25 años solo tenía dinero para comprar una pieza cada vez. Siempre he sido cautelosa con el dinero. Que yo recuerde, siempre tuve un miedo visceral a acabar como una vagabunda de la calle, o como una harapienta con el pelo blanco y debilitado viviendo en una habitación del tamaño de un armario, con la pintura desconchada y una solitaria bombilla.
Invertido todo en Madoff
Dios bendito. Esto es lo que me está sucediendo ahora. Cada centavo que ahorríé, desde la íépoca en que me pasaba los veranos trabajando en una tienda ganando 65 dólares a la semana, a cuando ganaba unos cheques increíblemente abultados por escribir libros, aparte de las perras chicas que fui ahorrando cuando era redactora de las revistas de Condíé Nast, está en las manos de Madoff.
Dennis entra como una exhalación por la puerta y me da el mayor abrazo de mi vida. Anula la cena de invitados. Me quedo paralizada en mi ordenada cocina y no síé que hacer. Saco todos los extractos de Madoff que me parecieron tan reales y tranquilizadores en los últimos años. Parece que me colocó bonos del tesoro estadounidenses.
Busqueda de soluciones
Mi amigo Byron me llama para recordarme el verso de Emerson: "Me siento siempre vencido; aunque he nacido para la victoria". Colguíé el telíéfono y me di cuenta que había guardado un tranquilizante en caso de que se produjera una muerte en la familia. Mi dinero había fallecido, así que me pareció conveniente tragármelo.
Tengo mi ordenador portátil al lado de mi cama y busquíé en Google, Hemlock Society. Quiero saber cómo morir sin dolor. ¿Pueden creerlo? La web ha desaparecido. Encontríé otras webs. El cianuro, utilizado en la fabricación de joyas, parece que es lo que mejor y más rápido funciona. Antes de que pueda seguir investigando en ello, el tranquilizante hace su efecto y pierdo el conocimiento.
Viernes, 04.46.
Ha sucedido algo horrible pero no recuerdo quíé. Me levanto tambaleando de la cama, tropiezo con una revista (nunca más podríé pagarme ninguna suscripción), enciendo el televisor, me meto en la ducha y me quedo allí durante media hora, paralizada por los primeros informativos de la mañana.
Bernard L. Madoff, fundador de Bernard L. Madoff Investment Securities LLC, en el que confiíé todo mi dinero, ha salido bajo fianza de 10 millones de dólares tras su comparecencia inicial en el juzgado, acusado de organizar un esquema Ponzi de 50.000 millones de dólares. Pagaba a los inversores con dinero que no existía.
Me viene una idea: iríé a la oficina de Madoff que está a dos manzanas de aquí. No subiríé, pero por lo menos haríé algo. Me vestí como si fuera al estudio: blusa blanca, tejanos, el bolso de Hermíés que compríé en mi íépoca de Condíé Nast, la chaqueta de plumón de ganso con cuello de visón? ¿cuánto me darán por ella en eBay?
Protestas en las oficinas de Madoff
No eran ni las 8 de la mañana cuando lleguíé allí, pero ya había gente merodeando por el vestíbulo del edificio de Madoff. Subí a hablar con el guardia de seguridad y decirle que teníamos que entrar en la oficina de Madoff, aún sabiendo que era imposible. Cuando la gente me oyó hablar educadamente aunque eníérgicamente con íél, empezaron a intervenir. La mujer rubia con el abrigo de piel de marta me dijo: "Ha hecho lo correcto. Vamos a subir. Lo he perdido todo, todo, todo".
Me pregunto cuánto significa "todo". ¿Sigue teniendo un enorme piso en Park Avenue, un Maybach plateado, una casa en la Toscana? Yo no.
El grupo está compuesto por jóvenes, viejos, maduritos. Algunos parecen mensajeros, otros farmacíéuticos o bibliotecarios, y un buen número de ellos parecen ir a buenos barberos y tener trabajos prestigiosos y caros inyectos de Botox y sin arrugas.
El administrador provisional no nos aclara nada
Al final baja un abogado de los pisos superiores del cuartel de Madoff. Se trata del administrador provisional y nos dice que tardarán bastantes días en dilucidar los hechos. La multitud pregunta tranquilamente: "¿Hay dinero allí?" y "¿Podemos estar seguros?". Una mujer dice: "Solamente me queda una pequeña cuenta bancaria. No puedo vivir con eso. ¿Quíé hago?"
Obviamente, íél no contesta. Pero dice que esta tarde se va a celebrar una especie de moción en el tribunal federal. No podemos hacer nada más hasta entonces, por lo que me voy a ver a mi abogado. "La cosa no pinta nada bien," me dice. "Estas cifras no coinciden, los bonos del tesoro tienen pinta de sospechosos".
Existe una organización llamada Securities Investor Protection Corporation (SIPC), que mantiene un fondo de reserva especial autorizado por el Congreso, de ayuda para los inversores de empresas bursátiles malogradas. ¿Reunimos los requisitos necesarios? "Todavía no podemos saberlo".
Me han atracado por primera vez. No me habían atracado nunca ni cuando caminaba sola a las 3 de la mañana por los peores barrios de Nueva York.
Las víctimas? odio esta palabra, así que utilizaríé afectados, porque me recuerda las heridas que sufriríé, se cuentan por miles, muchos de los cuales, como yo, han perdido los ahorros de su vida y no tienen dónde ir. Yo por lo menos tengo la oferta de la casa de huíéspedes de mi adorable hijo en Santa Mónica, pero no me convence la idea.