Por... Alejandro Tagliavini
Alejandro Tagliavini indica que la politización de la ayuda estatal la hace ineficiente y discriminatoria, a diferencia de las ayudas privadas.
Semanas atrás escribí una columna, titulada “Gracias a Dios, existe el afán de lucro”, donde describía el paradigmático caso del ARA San Juan, submarino argentino que se perdió el 15 de noviembre de 2017. Dos días después, la Armada argentina inició el protocolo búsqueda y rescate y al tercer día el gobierno aceptó la ayuda internacional de 18 países sumando más de 37 naves y aeronaves y 4.000 personas en la búsqueda.
Tiempo más tarde el gobierno dio por terminada la pesquisa, pero los familiares de la tripulación exigieron que se continuara. Finalmente, las autoridades decidieron la contratación de la empresa privada Ocean Infinity, operadora de la nave noruega Seabed Constructor. El contrato estableció que, solo en caso de ser hallado el submarino, la empresa cobraría 7,5 millones de dólares, y a dos meses de iniciada la búsqueda encontró al ARA San Juan. Lo que 18 estados no lograron, lo consiguió una empresa privada en menos tiempo.
Un hecho similar ocurrió días atrás. El lunes 21 de enero, se perdió en el Canal de la Mancha, una avioneta que transportaba al jugador de fútbol Emiliano Sala. Tres días más tarde la policía estatal de Guernesey, Inglaterra, decidió terminar con la búsqueda sin haber encontrado el avión.
A través de la plataforma GoFundMe, y gracias al impulso de la familia del futbolista y de otros amigos como Leonel Messi, se recaudaron más de 180.000 euros para contratar dos barcos privados comandados por un especialista en rescates, David Mearns. En pocas horas, la empresa privada encontró el avión que el Estado había abandonado.
Ahora, a raíz de la crisis en Venezuela, Alejandro Sanz, Juan Luis Guerra, Maná, Maluma, Carlos Vives, Luis Fonsi, Diego Torres, Manu Chao, Ricardo Montaner, "El Puma" Rodríguez, Carlos Baute, y Juanes, entre otros artistas, participaron gratuitamente en el concierto benéfico "Venezuela Aid Live" en la ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, en plena puja por la entrada de ayuda humanitaria al país.
Organizado por el multimillonario británico Richard Branson, este mega concierto planeaba recaudar hasta 100 millones de dólares para ayudar al pueblo venezolano –del cual “el 95% tiene urgente necesidad de alimentos o medicinas” según uno de los organizadores– y dar apoyo a la oposición para que se den elecciones presidenciales libres, en Venezuela, lo antes posible.
"El puente (fronterizo) está bloqueado. Muchos venezolanos están aquí. Ojalá pudieran venir los que están del otro lado", dijo Branson antes de comenzar el concierto, “estamos aquí para construir puentes de esperanza”, remató. Entretanto, el chavismo que maneja de momento al Estado venezolano cerró el paso por el puente y celebró otro “concierto” en Ureña, a unos 300 metros de distancia de “Venezuela Aid Live”.
Definitivamente la “ayuda” estatal es una desgracia, no solo porque al regirse por criterios políticos, y no empresariales, es tremendamente ineficiente y políticamente discriminatoria, sino porque se financia violentamente. Efectivamente, a diferencia de las ayudas privadas que son aportes de donantes voluntarios, el dinero del Estado es coactivamente retirado de la sociedad por vía impositiva –el que no paga va preso– y, como toda violencia, siempre perjudica más a los más pobres ya que los ricos derivan los impuestos hacia abajo bajando salarios o subiendo precios.