Por... DIANA NAVA
París, Francia.- Un par de terrenos al norte de París parecen ser sólo grandes campos de cultivo en donde se produce maíz, trigo y cúrcuma.
La ausencia de olor y la gran cantidad de vegetación disfrazan lo que se esconde a más de dos metros de profundidad: basura que ha sido producida por los habitantes de la capital francesa durante más de una década.
Estos terrenos propiedad de la empresa Veolia son rellenos sanitarios que, tras una técnica que involucra tierra fértil y plásticos de gran densidad, son convertidos en campos de cultivo que son rentados por agricultores.
El proceso antes de la siembra es elaborado: todo comienza con la creación del relleno sanitario, que tarda en llenarse entre 15 y 25 años.
Cuando éste está a su máxima capacidad, se coloca un plástico de alta densidad -conocido como geomembrana- que evitará que los gases producidos por la basura contaminen el resto del terreno; después se coloca una mezcla de arcilla y cal que realizará una función similar y otra capa más de geomembrana.
Tras esto, el relleno es cubierto de tierra fértil a fin de nivelarlo con el resto del terreno y de forma casi inmediata la parcela puede ser utilizada como campo de siembra.
El maíz y el trigo que de ahí resulta no es dañino, asegura el encargado de la planta de Plessi Gassot. Aunque, por ahora, los productos que de ahí resultan son utilizado sólo para consumo animal.
Convertir el terreno en viable para cultivo requiere de un proceso prolongado.
En Francia, como en otras ciudades de Europa, es común encontrar este tipo de rellenos sanitarios. Los rellenos a cielo abierto -como los que aún abundan en México- son una práctica completamente erradicada en el continente.
A los rellenos sanitarios no llega toda la basura, sólo aquella que no pudo ser reutilizada o reciclada, como el plástico pet o el papel -por ejemplo, en Francia, todos los periódicos son impresos en papel reciclado-, o que tampoco pudo ser incinerada y convertida en energía mediante el proceso de termovalorización. Es decir, los rellenos son el último recurso.
En Francia el 26 por ciento de la basura tiene como destino un relleno sanitario. En Dinamarca, Bélgica, Suiza, Alemania y Países Bajos este porcentaje es únicamente de 1 por ciento.
Los desechos que son enterrados no sólo permanecen ahí: el gas resultante del proceso de biodegradación -conocido como biogás- es aprovechado para la producción de energía.
A través de tubos colocados en el subsuelo, el gas es absorbido y llevado a una central. Al menos en esta planta de la francesa Veolia se genera la energía necesaria para cerca de 12 mil casas parisinas.