Comentario de Caroline Baum
El hecho de que ya se estíé escribiendo el obituario del capitalismo sugiere que los enemigos de la libertad de mercado esperaban la oportunidad de golpear.
La semana pasada, Arianna Huffington, cofundadora del Huffington Post, escribió que el capitalismo del “laissez faireâ€, “un monumental fracaso en la prácticaâ€, debería estar “tan muerto como el comunismo soviíético†como ideología.
En la National Public Radio, Daniel Schorr declaró “la muerte de una doctrina†en su análisis de fin de año.
No pude sino pensar en lo que decía Winston Churchill sobre la democracia. El capitalismo es sin duda el peor sistema económico, a excepción de todos los otros que se probaron.
En momentos en que su ideología está bajo fuego y se calumnia su práctica, quiero dedicar mi última columna del año a la defensa de la libertad de mercado.
Antes de afirmar que la libertad de mercado es un fracaso, hay que establecer que existe, dice Paul Kasriel, economista en jefe de Northern Trust Co. en Chicago.
“No hay mercados libres en el área de críédito en los Estados Unidos ni en ningún otro lugar que conozcaâ€, dice. “Son los bancos centrales los que fijan el precio del críédito a corto plazo. Sólo por accidente un banco central fijaría el precio del críédito a corto plazo†en el mismo nivel que lo haría un mercado libre.
Los elegidos
La fijación del precio de todo producto primario, lo que comprende la mano de obra, resultó un fracaso, una afrenta a la mano invisible inviolable. Sin embargo, cuando se trata de establecer la tasa de interíés que mantendrá a flote la economía, depositamos nuestra fe en unos pocos elegidos.
Todo tipo de consecuencias imprevistas surgen de la fijación de una tasa a corto plazo por parte de los bancos centrales. Si la tasa es demasiado baja, lleva a una asignación errada de capital en, por ejemplo, bienes raíces o acciones de empresas puntocom.
Eso fue lo que pasó a fines de los años 90 y nuevamente a principios de esta díécada.
“Ahora estamos viviendo las consecuencias económicas y financieras de la interferencia de (Alan) Greenspan con el libre mercadoâ€, dice Kasriel.
En un mercado verdaderamente libre, los que corren riesgos se ven castigados si apuestan mal. No es así en la crisis actual, en la que se considera que las instituciones financieras -a excepción de Lehman Brothers- son demasiado grandes como para permitir su quiebra y son objeto de rescates, fusiones o recapitalizaciones.
Un ejíército de reguladores
Un presunto clavo en el ataúd del capitalismo es la afirmación de que la desregulación creó los problemas. Eso es curioso, dado que los bancos, que están en el centro de la crisis del críédito, se encuentran entre las instituciones más reguladas.
“Hay un pequeño ejíército de personas que supervisan el sector bancarioâ€, dice Paul DeRosa, socio de Mt. Lucas Management Corp. en Nueva York. Sin embargo, “venimos teniendo una crisis cada 15 años desde 1837. A la cantidad de personas que se dedican a la regulación, eso no parece importarleâ€.
Los reguladores de la Reserva Federal, la Comisión de Valores y Bolsa, la Oficina de Control de la Moneda y la Comisión Bancaria del Estado de Nueva York “trabajan 365 días al añoâ€, dice. La estructura reguladora puede haber sido anticuada y duplicada, pero eso no es excusa para que los reguladores se queden dormidos.
Censurar la libertad de mercado es una forma de desviar la culpa de la verdadera fuente, según Dan Mitchell, investigador del Cato Institute de Washington.
Supervisores comprometidos
“La gíénesis del problema es una mala política gubernamentalâ€, dice Mitchell, que apunta a todo, desde el dinero fácil a los “planes de príéstamo accesiblesâ€, el â€corrupto sistema de subsidios de Fannie Mae y Freddie Mac†y el tratamiento impositivo favorable de la deuda (el interíés es deducible) en cuanto se opone al capital social.
Los generosos aportes a la campaña de Fannie y Freddie (en cualquier otro lugar se los calificaría de sobornos) alentaron al Congreso a mirar para otro lado mientras las dos agencias de financiación de viviendas usaban la garantía implícita del gobierno para aumentar su apalancamiento y comprar hipotecas de mayor riesgo.
Los que claman por más regulación como solución a la crisis actual olvidan que el Congreso tiene la responsabilidad de supervisar los organismos reguladores. “No creo que la regulación solucione el problemaâ€, dice Allan Meltzer, profesor de economía de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh. “Los abogados y los burócratas son los que hacen las regulaciones. Los mercados se las ingenian para eludir las más carasâ€.
Imperfectos como nosotros
Meltzer destacó los Acuerdos de Basilea, que “exigían que los bancos que tienen activos de mayor riesgo tuvieran más reservas. Fue así que los hicieron extracontables, por lo que pasaron de tener una supervisión pobre a no tener supervisión algunaâ€.
El capitalismo se extendió por el globo y sacó a millones de la pobreza como “consecuencia directa de la decisión de que el gobierno se hiciera a un ladoâ€, dice DeRosa.
Pero los que critican el capitalismo de libre mercado impulsan de forma implícita una mayor participación gubernamental.
El gobierno no es una matriarca beníévola que actúa en beneficio del interíés público, y no lo haría ni siquiera si supiera quíé significa eso. Es un conglomerado de políticos que actúan en su propio interíés sobre la base de recompensas de grupos de intereses especiales. Es un pobre sustituto de las señales de precios del mercado, por no decir una garantía de ineficiencia y derroche.
“El capitalismo es el único sistema que produce tanto crecimiento como libertadâ€, dice Meltzer. A diferencia del socialismo y el comunismo, “no depende de las ideas de perfección de alguienâ€. Sí, los mercados son culpables de excesos, de codicia, hasta de corrupción. “No somos perfectosâ€, dice Meltzer. “El capitalismo es como la humanidadâ€.