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Autor Tema: Nuevo disco de Revolver  (Leído 5352 veces)

Serena

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Re:Nuevo disco de Revolver
« Respuesta #15 en: Febrero 10, 2017, 03:52:23 pm »
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Para un curioso, asomarse desde una ventana del Hotel Capitol provoca el mismo cosquilleo que siente un director de cine cuando ve su pelí­cula proyectada en una gran pantalla. Algo así­ le ocurre a Carlos Goñi (Madrid, 1961), que desde su tercera planta, con la Gran Ví­a a sus pies y un cafíé entre las manos, conversó el pasado miíércoles con ABC sobre su nuevo disco, «Capitol», llamado así­ por el lugar donde fue compuesto. El vaivíén de la gente, la sirena de alguna ambulancia y un cielo claro sirvieron de fondo a una conversación en la que desentrañó los entresijos de su vida y de un trabajo que, a pesar de los años, «ama profundamente».

—Su nuevo disco se llama igual que el lugar donde nos encontramos.

—El disco fue compuesto en este hotel, en esta habitación y en otra. Aquí­ me quedaba hasta las 7 de la mañana, mirando el flujo de la gente tanto en Callao como en la Gran Ví­a. Al final, lo que veí­a era a mí­ mismo, y fue una buena perspectiva.

—¿Quíé ha tratado de expresar en este trabajo?

—Los álbumes no son libros distintos, y los discos no dejan de ser capí­tulos de un mismo libro. El libro es el mí­o. Lo que cuento es cómo vuelvo a ver la vida o cómo ha vuelto a ser mi relación con la vida, como me ocurre en cada uno de los álbumes. No creo que cuente cosas más allá de las relaciones entre las personas. ¿De quíé vas a hablar? El único capaz era Bowie, que hablaba de tomates elíéctricos que veí­a por Marte.

Creo que es una de las mejores colecciones de canciones que he hecho nunca, porque he aprendido a escribir mejor. El disco habla de un viaje por dentro. Han vuelto a ser ocho meses convulsos en los que parece que ya voy encontrando la felicidad. Ha habido un acto importante, lo que llamo mi salida del sótano. Un lugar donde he estado instalado cómodamente durante cuarenta años, en los que lleguíé a dominar la situación de esa tristeza, bajando las expectativas emocionales. He conocido a gente muy interesante que me ha zarandeado para que lo abanadonara, y que me ha dicho: «Ya no cuela tu rollo triste». Y me he atrevido a sacar la cabeza.

—Para salir de ese sótano, ¿sirve subir a una habitación desde la que se ve toda la Gran Ví­a?

—Es como si toda esta gente en realidad fuera yo. Me une una cosa muy interesante con Gran Ví­a. Lo primero, que me fascina desde que era un niño. Me encanta el cine español de los años 50 y 60. Creo que ha sido vilipendiado y machacado, sin razón y sin motivo. Habí­a que tener muchí­simo más talento para hacer una pelí­cula interesante en aquella íépoca del que es necesario hoy. Hubo un momento en el que todo lo que no ocurrí­a en la Gran Ví­a no ocurrí­a. A Paco Martí­nez Soria todo le pasaba aquí­, y no en Goya. Los primeros años de «Garage», mi primer grupo, dormí­amos cinco personas en una habitación en Sol. Esta zona me conmueve.

Me he pasado muchas noches aquí­, hasta las 7 de la mañana, mirando, viendo a los personajes que van y que vienen.

—¿Cómo es ver amanecer desde esta habitación?

—Es la hostia. Hay dos sitios: uno, que no recuerdo cómo se llama, y otro que es el Parque de las Tetas. Ese es el mejor atardecer.

—¿Sigue viendo la Gran Ví­a como el escenario de una pelí­cula?

—Sí­, sí­. Sin duda alguna. Estuve en San Francisco seis meses, y la mayorí­a de los dí­as me bajaba a tomar un cafíé a una cafeterí­a que habí­a al lado de donde viví­a, y me quedaba ahí­, viendo cómo la gente cogí­a el autobús. Aquí­ pasa lo mismo. Te das un paseo, te sientas a tomar un cafíé en cualquier sitio, y escuchas a la gente... El otro sitio en el que me ocurrió fue en la Gare Saint-Lazare, en Parí­s, cuando ves a los que entran y salen de los trenes, y en la plaza de Jamaa el Fna, en Marrakech.

La Gran Ví­a me gusta así­, y espero que Carmena no la joda. Ya síé que estarí­a muy bonita eliminando los coches, pero no serí­a igual. Toda mi familia por parte de madre es de Zaragoza. Allí­ hay una calle que se llama El Coso, la principal. Una de las últimas veces que fui, como hace cuatro o cinco años, me encontríé que la habí­an hecho peatonal, y que por el medio pasaba un tranví­a. Tíécnicamente está más bonito, pero ya no es El Coso. Creo que si de repente convirtieran la Gran Ví­a en peatonal y pusieran cíésped a los lados, y un tranví­a por el medio... No síé. A mí­ me gusta así­.

—Ver ese ir y venir de gente, ¿ayuda a relativizar los problemas propios, a abandonar esa tristeza que ha mencionado?

—Lo de la tristeza no es una cuestión de relativizar o no. Ha convivido conmigo desde los 12 años. Pero ha habido personas que me han ayudado y sin pedí­rselo, que es lo más maravilloso. Me han dicho: «¿No te das cuenta que eso que estás cargando en la mochila no te pertenece? Eso no es tuyo, chico». Y ha habido otras que me han dicho: «Carlos, estás dejando pasar la vida de lado, y eso no es correcto, tí­o». Hace unos meses decidí­ que adiós al sótano, y que no pienso volver. Porque a pesar de que se está calentito, de que uno ya domina las mareas, la espalda luego te duele, y los hombros, porque hay un montón de cosas que no te pertenecen a ti, sino que te las han hecho. Pues si te las han hecho, te jodes y te las quitas de encima. Y, ¿cómo te las quitas de encima? Pensando que no eres el culpable.

—¿Se refiere a alguna experiencia en concreto?

—Mi padre se fue de mi casa cuando tení­a 14 años. La siguiente vez que fui a verlo, yo tení­a 27. Fue en Caracas. Habí­a estado catorce años sin saber nada de íél y conseguí­ encontrarlo por medio de mis abuelos. Cuando lleguíé, dijo: «Hijo mí­o, no te preocupes, jamás volveremos a perdernos». No fui a pedirle cuentas, solo a explicarle: «Oye, que tus movidas con mi madre son vuestras». Volví­ a España, le llamíé y hasta hoy. Han pasado treinta años desde entonces. Cuarenta años sin saber nada de mi padre.

Durante muchos años, pensíé que era culpa mí­a. ¿Por quíé? «No soy guay. Mi padre no me quiere, es evidente». Pero encuentras a gente inteligente, que dice: «No, tu padre lo hizo lo mejor que supo. Fue un poco cabrón, pero no era nada personal».

—¿Lo ha perdonado?

—Sí­. Pero no tení­a nada que perdonar, ¿eh? No soy rencoroso. No síé decir eso de «perdono, pero no olvido». Yo perdono en serio. Eso sí­, hay gente a la que le deseo lo mejor, pero a la que tambiíén digo: «Por favor, vayamos en paralelo». Con mi padre, la cuestión no era perdonarle o no. Era tan imbíécil que me echaba la culpa a mí­, y lo que he hecho ha sido perdonarme yo.

—¿A quíé se refiere cuando dice que en el sótano se está calentito?

—Se está calentito en el sentido de que, si bajas tus expectativas, el no conseguir las cosas no te genera ni demasiada tristeza ni demasiado desasosiego.

—¿Es más difí­cil componer música cuando la tristeza ha desaparecido?

—No lo síé. Esta pregunta la guardamos para el próximo disco.

—Y hasta ahora, ¿cree que ha podido servir para algo?

—Todo sirve. Tambiíén soy extraordinariamente irónico. Las únicas veces que he escrito con ironí­a fue en «Odio», en «La moral mora en la moneda», y aquí­, en «Premios y cicatrices». Es una de las canciones con mejor karma que he hecho en mi vida. Me alegra.

—¿Hay nostalgia en este disco?

—Al final escribes sobre lo que conoces, y lo que conoces ha tenido que haber ocurrido primero. Pero exceptuando el hecho de que miras atrás porque la memoria archiva cosas, y de ahí­ echas mano para la paleta de la colores con la que despuíés compones el cuadro... Nostálgico nunca he sido, ni siquiera en el momento de mayor quietud en el sótano. He podido ser melancólico. La melancolí­a, decí­a alguno, es la felicidad de los tristes. Te mece, es como una hamaca. Pero tampoco lo soy ya.

—¿Quíé le dirí­a al Carlos que llegó a Madrid en los años 80?

—Le dirí­a: «No te preocupes, que dentro de unos años vas a estar en un hotel acojonante. Aguanta. Pí­rate de este grupo». La vida a veces nos cuenta las cosas a gritos, pero estamos tan absortos en pensar que se está portando fatal que no la escuchamos. Eso pasa muy a menudo. Tengo una amiga que dice que todo lo que sucede, conviene. Y es una manera hermosa de poder aceptar las cosas.

Madrid es una de las ciudades que más fácil te lo pone para que sientas bien. Cualquiera que venga de fuera es bienvenido, porque la ciudad es consciente de que fue construida por toda esa gente que no es de aquí­. Eso me encanta y creo que no ha cambiado. Me gusta que no sea elitista en ese sentido, sino que siga llena de manchegos, de andaluces, de extremeños.

—¿Quíé fue lo que más le llamó la atención al dejar Valencia y venir a Madrid?

—Habí­a una cosa curiosa. Madrid es consciente de que está hecha por gente que viene de pueblo, pero no encuentro que sea una ciudad de pueblo. Cualquiera que viene acaba siendo un madrileño más, pero no por eso se pone borde con el de fuera. Tiene una buena memoria, bastante mejor, en ese sentido, que España.

Cuando vine en los años 80, la ciudad no me trató mal. Cierto es que ahora vengo de otra manera. A veces, está empapelada con carteles de «Revólver».

—¿Echa algo de menos de esa íépoca?

—No. A mí­ los 80 no me gustaban nada: detestaba la música, el pelo de las chicas y las hombreras. Si detestas todo eso, hay pocas cosas que puedas echar de menos. Tampoco lo pasíé muy bien en esa díécada. Hubo años que tení­a un kilo de arroz para comer toda la semana.

Dicen que, al echar de menos a alguien, en realidad no se echa de menos a esa persona,sino cómo íéramos cuando esa persona estaba con nosotros. Yo estaba en «Comitíé Cisne», una buena escuela para aprender cómo no deben hacerse las cosas. El hecho de que «Revólver» funcionase fue relativamente sencillo: se trataba de aplicar todo lo contrario a lo que habí­a hecho en la anterior banda.

¿Se han mitificado los 80?

—Sí­. Muchí­simo. No creo que las bandas sonasen bien, no creo que las canciones fuesen especialmente buenas, y me parece que en años posteriores el cine ha sido bastante mejor, y en anteriores ni te cuento. No se puede generalizar, porque serí­a absurdo, pero no me parece ni la mejor íépoca ni las más creativa.

—¿Se confundió provocación con calidad?

—Creo que se confundió calidad con posibilidad de existir, cuando de repente aparecieron esa serie de personajes en la ciudad, personajes a los que antes hubieran, evidentemente por desgracia, corrido a hostias por toda la Gran Ví­a.

—No le gustaba ni el pelo de las chicas, ni las hombreras ni las canciones... ¿Quíé le hubiera querido encontrar?

—¿Sabes lo que es la proyección de personalidad? En psicologí­a, dicen que es cuando tú le dices al de enfrente: «Joder, estás gordo como un badulaque», cuando el que en realidad está gordo eres tú.A lo mejor no me gustaban los 80 porque no me gustaba yo. Independientemente de que la música, la mayorí­a de las pelí­culas y el peinado de las chicas me sigan pareciendo nefastos.

De cada íépoca he conseguido sacar el jugo, y en los 80 todo lo cimentaba en la primera vez que toquíé y nos quedamos a dormir. ¿Sabes cómo se siente uno la primera vez que se tienes que quedar a dormir porque tiene que tocar al dí­a siguiente?

—¿Cómo se siente?

—Es la hostia. Nunca olvidaríé esa noche. «Estoy en un hotel, porque tengo que tocar. Joder».

—¿Se va perdiendo la emoción?

—La de los hoteles, sí­ (Se rí­e). Los hoteles se convierten en tu casa, pero me lo sigo pasando muy bien en los conciertos. Me siento afortunado de poder dedicarme a ello y de que el proyecto tenga buena salud. Me sorprende cada vez que voy a sacar un disco y vení­s.

—¿Cómo empezó a interesarle la música?

—Jugaba al balonmano, me gustaba escribir y me gustaba leer; no tocaba una mierda. Un dí­a se me rompió el codo y lo tuve casi un año roto. Cogí­ una depresión de caballo y me tiríé un año entero en pijama, en casa y sin salir. Despuíés de eso, acabíé metiíéndome en el Politíécnico de Alicante, estudiando electrónica, y un dí­a, haciendo los deberes, oí­ Â«Rock'n'Roll» de Lou Reed. Me dije que eso es lo que iba a hacer el resto de mi vida.

—¿Cuántos años tení­a?

—Dieciocho.

—¿Quíé consejo le darí­a a una persona que ahora quisiera empeza a tocar?

—Que se corte el pelo y se busque un trabajo. Soy muy poco de dar consejos, no se los he dado ni a mis hijos. El único que darí­a es que cuidado con las expectavivas, con decir: «Voy a procurar que el año que viene sea muy feliz». Procura que ser feliz hoy cuando te acuestes, y digas: «¿Ha merecido la pena? ¿Sí­? Pues mañana más».

No creo que sea importante lo que hagas, ni siquiera que hagas lo que quieres, sino que que quieras mucho lo que haces. Ahí­ está la gracia: en amarlo profundamente. Yo amo profundamente lo que hago, y le tengo un respeto imponente.

Debe de ser una mierda que siga pasando tu vida y que estíés de lunes a viernes esperando a que llegue el viernes por la noche o el sábado. Si no lo puedes cambiar, no le eches la culpa a la vida. Hay que aprender que la ganancia de algo genera una píérdida: si disfruto muchí­simo tocando con mi Gibson nueva, voy a pasar menos tiempo tocando con mi Fender vieja. Lo que no se puede hacer es, mientras estoy mi Gibson, lamentar que ya no estoy con la Fender. Eso es absurdo. La gestión de esa píérdida es lo que deberí­an enseñarnos desde que somos pequeños. Deberí­a ser una asignatura, porque hay ciertas cosas que, al aprender con 50 años, joden mucho y dejan unas marcas de puta madre.

—Entonces, ¿renuncia y autoexigencia son imprescindibles para componer?

—La autoexigencia, sin duda. Yo desecho muchí­simo más de lo que escribo, una media de tres o cuatro canciones por canción. Me consta que hay gente que lo hace de otra manera, que graba todo lo que escribe, y otra que se mete en el estudio y no tienen ni el armazón de las canciones. Cada uno es cada uno, y a mí­ no se me ocurre enjuiciar lo que hagan los demás. Ni de coña.

—íšltima pregunta: ¿Cómo le gustarí­a ser recordado?

—Me da igual. No soy nada excíéntrico con eso. Intento hacerlo lo mejor que puedo. No tengo dobleces, intento ser educado... Te puedo asegurar que no he dedicado ni un nanosegundo de mi vida a pensar en mí­ de una manera histórica. A mí­ me gustarí­a que me recuerden mis amigos, mi hijo y mi hija, la gente a la que he querido, y ya está

Serena

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Re:Nuevo disco de Revolver
« Respuesta #16 en: Febrero 12, 2017, 10:54:58 pm »
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Carlos Goñi, lí­der de Revólver, acaba de sacar nuevo disco: Capitol. El cantante recibe a La Gaceta en la misma habitación donde Goñi puso a las musas a trabajar. Habla de música, pero no sólo. Tambiíén de polí­tica. Y de la importancia de nuestro idioma. Y de cómo se significó públicamente contra ETA delante de una sede de Herri Batasuna. Y de cómo ha abandonado "el sótano" para respirar profundo y no volver nunca más.
Una de las estampas más icónicas de Madrid es el edificio Capitol, en plena Gran Ví­a. El del cartel de Schweppes. Allí­, en el hotel que alberga, escribió Carlos Goñi su último disco, bautizado, cómo no, con el nombre de Capitol. La entrevista con el lí­der de Revólver transcurre en una de sus habitaciones, con vistas espectaculares a la populosa y ajetreada Gran Ví­a. Ya ha caí­do la tarde y los neones se reflejan intermitentes en las paredes de la habitación. El claxon de los coches y las sirenas lejanas hacen de hilo musical. Es Madrid, una ciudad a la que temí­a Carlos Goñi pero en la que hoy se siente como en su propia casa.

El músico valenciano es un tipo extraordinariamente amble al trato. Cariñoso incluso. La nuestra es la última entrevista del dí­a; está agotado pero feliz, y nos invita a poner los pies encima de la cama: "haz lo que quieras, yo lo voy a hacer". Casi una hora de conversación que da para hablar de música, por supuesto, pero tambiíén de polí­tica, de esa vieja piel de toro por cuyas carreteras tanto se ha movido, de la canción que le dedicó a Miguel íngel Blanco, de Dios y de los demonios. De los suyos particulares. Hace muy pocos meses que ha salido de lo que íél llama "el sótano", un estado de ánimo brumoso y meláncolico en el que llevaba instalado prácticamente la vida entera. Capitol es fruto de ese tránsito. De la salida de el sótano. Un disco que, según Cristina Narea, con la que Goñi lleva más de veinte años trabajando, "es una de las mejores colecciones de canciones que ha tenido nunca Revólver". El mejor disco desde El Dorado. El propio Goñi reconoce que en Capitol hay cinco temas "que no hace falta que los defienda. Se defienden solitos". Y eso, dice, "no es habitual".

-Me vas a decir seguro que es tu disco más í­ntimo y personal.
No.

-Es lo que decí­s los artistas cuando publicáis un disco.
Es que todos los son. Todos los discos son muy í­ntimos y muy personales. Aunque Babilonia (el disco anterior) no es í­ntimo, Babilonia es un disco muy proyectado hacia el exterior. ¿Personales? Todos los son. Todos los escribo, los canto, los toco, los arreglo. Este disco es mucho más tranquilo que cualquier otro y además es mucho más acústico. Yo me puse una premisa: que estuviera cantando prácticamente en la oreja del que lo escuchara. Eso tíécnicamente es muy complicado. A guitarra y voz es muy fácil. Con banda te aseguro que tiene una dificultad tíécnica extraordinaria.

-Tú, además, eres un obseso del sonido.
Sí­. Me gusta que suene lo mejor que se pueda. Trabajo muchas horas y, independientemente de que haya gente a la que le guste Revolver o no, hay dos cosas que no se me pueden criticar: la primera es que los discos de Revolver suenan, con todos mis respetos, bastante por encima de la media. Repito: independientemente de que guste o de que no guste. Y dos: trabajo muchas horas, y cada vez toco mejor, escribo mejor y canto mejor. Y es porque trabajo muchas horas, me fascina la música, es mi vida. Hay amigos que me dicen: “¡Carlos, tienes más vida aparte de esto!”. Y no, mi vida es esto. Lo que me llena es esto. Es el motivo por el que me levanto y por el que vivo es esto.

-Eres un afortunado.
Absolutamente.

-¿Y por quíé tus letras son muchas veces oscuras y las más de las veces tristes?
Eso es interesante. En este álbum, por cierto, no creo que las canciones sean oscuras. En la vida son más los que lo intentan y no lo consiguen que los que lo consiguen. Tampoco es de extrañar que sea más atractivo el personaje que lo intenta y se deja la piel y que lo consigue levemente, que el triunfador. En realidad, sólo por intentarlo ya lo consigues un poco. El único que no lo consigue es el que no lo intenta.
Sí­ es verdad que la sombra que he proyectado ha sido la de un tipo un poco triste, pero la verdad es que soy todo lo contrario, te lo aseguro. Vamos, ironí­a es mi segundo apellido. Te digo una cosas: he salido de ahí­ desde hace seis meses. Soy consciente de que he estado viviendo en un lugar al que yo llamo el sótano desde los doce años.

-¿Desde la fecha en la que tu padre se marchó a Venezuela para no volver?
Puede ser, aunque eso fue con catorce. En realidad un poco antes. Por motivos familiares, pero tambiíén por otra serie de motivos. Y aquello fue como cargar con una mochila enorme, y al final acabas por creerte que tú eres el responsable de lo que te ha ocurrido. Piensas que no merecí­as otra cosa y te fustigas con ello. Hasta que llega alguien y te dice: “¿sabes lo que te pasa? Lo que te pasa es que has aprendido a vadear las aguas de la tristeza y te mueves de puta madre en ellas. Y como te mueves de puta madre lo que haces es rebajar tus expectativas.” Y convives bien ahí­. Estás bien ahí­.

-La tristeza se puede gozar y se puede disfrutar.
Sí­. Dicen que la melancolí­a es la felicidad de los tristes.

-Te leí­ alguna vez que diferenciabas entre…
Melancolí­a y nostalgia.

-Exacto.
Sí­, yo no soy nada nostálgico, porque la nostalgia es añorar los tiempos pasados. Yo no añoro nada los tiempos pasados. Y ahora menos, que estoy relativizándolo todo, sobre todo desde que he salido del puto sótano, para no volver además. Y quiero que me de el aire fresco en la cara, porque ya estoy convencido de que todo lo que me ha sucedido de malo en la vida no ha sido sólo culpa mí­a, han tenido que ver otros.

-¿Este disco está escrito antes o despuíés de que salieras del sótano?
El disco es el proceso.

-A ver si ahora te va a ocurrir como a Nacho Vega, que cuando dejó las drogas le gritaban en los conciertos: “¡Drógate, drógate, que estás haciendo canciones de mierda!”. A ver si te van a decir, “¡Carlos, vuelve a sótano!”.
(Se muere de risa) No, no, que va, lo que tengo es mucha perspectiva. Y en cualquier caso en el sótano han pasado suficientes cosas como para hacer muchos discos.

-Hablemos de tus discos. Argán es como tu niña bonita.
Es que creo que mi aportación real al mundo de la música como tal es Argán. No creo que sea el mejor disco de Revólver, pero si creo que mi aportación a la música, en el sentido de descubrir algo que antes no existí­a, es íése disco. Habrá gente que me diga: “Perdona, tu aportación a la música es El Dorado”. Y yo diríé: “No, El Dorado es un buen disco que para ti es importante”. Al final los que deciden quíé va a ser un hit y quíé no son esos de ahí­ fuera (señala la Gran Ví­a). Yo creo que, conceptualmente, no se habí­a hecho nunca antes un disco como Argán.

-Te has atrevido con música de de estilo marroquí­, te has atrevido, en Básico 2, con melodí­as que sonaban a celta, con el rock americano por supuesto, británico, con la música que se hace en las dos orillas del Rí­o Grande... Te encanta explorar.
Sin embargo hay gente que dice: “es que Revólver siempre suena igual”. Y yo creo que ni de coña. 

-Hay pocos músicos tan inquietos.
Esto que me dices a mi me llena brutalmente. Mira, tuve esta misma conversación hace poco con el ingeniero con el que he grabado el disco y le decí­a: “Yo con el rock americano le peguíé una patada a una puerta a la que nadie le habí­a pegado una patada como tal. Springsteen, Bob Seger, Billy Joel, Lou Reed, los Eagles o John Hiatt. Y Neil Young, por supuesto. ¡Babilonia es Neil Young! Incluso Calle Mayor es Neil Young. En fin, eso, esa puerta. Y sin embargo tengo la sensación de que los ríéditos de eso se lo han llevado otros. Y me decí­a mi ingeniero: “Es cierto, se lo han llevado otros. ¿Pero sabes por quíé? Porque eres tan curioso, tan inquieto, que no te quedas en el sitio. Lo haces y te vas a otra cosa”.

-Abres una puerta y dices: “Mira, aquí­ teníéis esto”, y te vas.
Exacto. La gente normalmente hace un disco, y otro, y otro, y otro. Y se hacen los dueños de una puerta. Y este amigo me decí­a: “Les metes un cañonazo de rock americano y luego, de repente, te largas a Marruecos, ¿quíé quieres? O te sueltas Calle Mayor, que es un trallazo, grabado con los mejores músicos americanos del momento, una bandaza impresionante y producido por uno de los mejores productores del mundo y luego, en el siguiente disco, te traes a doce irlandeses y grabas un disco con rollo celta”. Y tiene razón, pero, ¿quíé voy a hacer, otro San Pedro?, ¿otro El Dorado? Joder, eso ya lo he hecho.

-¿Quíé te lleva a hacer un disco como Argán?
El Magreb me flipa, me flipa la cultura, la literatura, la música. Yo me quedo colgado del Magreb en el año 2000, cuando hice aquíél apunte en Sur: Tierra baldí­a. Luego volví­ en un año catorce veces a Marrakech. Y me cuelgo de Marrakech. Y acabo convencido de que tení­a que hacer un disco que tuviera que ver con eso. Pero era consciente de que tení­a que estudiar un montón de cosas. Y querí­a aprender a tocar un cacharro que se llama mandolute . Y tení­a que aprender un montón de escalas, porque lo que yo no querí­a era hacer un disco de rock en el que luego vinieran dos meagrebí­es, tocaran encima y… no, no, no. Yo querí­a partir de cero mezclando las dos escalas a ver quíé pasaba. Y tení­a que encontrar cuáles eran las notas, que seguro que estaban, que uní­an toda aquella pelí­cula. Hasta que las encuentro. Bueno, pues mientas aprendí­a todo eso, escribo 21 gramos y salgo de gira con 21 gramos. Luego fue cuando empecíé a hacer las primeras maquetas de Argán.

-Esto que cuentas es una cosa que a mi me jode muchí­simo porque 21 gramos es mi disco favorito de entre todos los discos que existen en el mundo y siempre lo despachas así­ como si fuera una cosa, no síé…
En absoluto. Mira, 21 gramos es un disco en el que confluyen dos cosas: me tiríé un año estudiando armoní­a como un imbíécil para poder escribir todos los arreglos de cuerdas que hay en ese disco. En ese disco yo toco todo menos el piano, la baterí­a, el acordeón y unos metales que aparecen por ahí­. Lo demás lo toco yo, todo. Toda la cuerda, todas las partes fáciles de teclados, todas las percusiones, guitarras acústicas, elíéctricas, bajo, voz, coros, armónica… todo. Ese disco estuve ocho meses para grabarlo. Es uno de mis discos favoritos. Tuve que estudiar mucho para aprender a hacer todas las secciones de chelos, todas las secciones de violines, y hay momentos en los que hay hasta sesenta pistas de violines. Y tení­a en la cabeza que podí­a conseguir un efecto parecido al de las orquestas: grabar cada violí­n por separado. Grabíé tantas veces el violí­n como violines hay en una orquesta. Y lo mismo con los chelos. Y lo mismo con las violas. Yo, francamente, me siento muy orgulloso de ese disco.

-Si te pregunto por tu disco preferido me dirás que cada uno tienes sus cosas. Así­ que no te voy a preguntar por eso, pero sí­ por el íéxito y las ventas ¿Quíé discos funcionaron mejor?
El primer Básico vendió mucho, muchí­simo, 500.000 discos. El Dorado doscientos y pico mil… los primeros discos vendieron muchí­simo. Hasta Sur, que tambiíén vendió un montón. El último disco que hizo platino fue 8:30. Y de ahí­ para acá, de 2002 para acá, todo se va a hacer puñetas. Ahí­ todo empieza a bajar… tambiíén es cierto que en ese momento yo me desembarco con Mestizo, que es un disco… en fin. La propia compañí­a despuíés de escucharlo me dijo: “átate los machos”. La radio incluso me censura…

-Además, bajo un gobierno socialista.
Así­ es. Con Zapatero. Por un par de letras que entendieron inadecuadas. En una canción, una frase dice que mi única bandera es la sábana que cubre el cuerpo de mi mujer.

-Me hubiera resultado inconcebible que algo así­ lo hiciera el PP, pero aún más que lo hiciera el PSOE. Por el rollito de los artistas y tal, ya sabes.
¿Pero de verdad alguien piensa que hay más fachas en un lado que en el otro? Yo creo que no. ¿En serio hay más caspa en un lado que en otro? Yo creo que no. Mira, hay fachas de izquierdas y fachas de derechas, y yo los he encontrado tanto en un lado como en el otro. Y no tengo ningún rubor en reconocerlo. Mira, yo me reconozco de izquierdas por un par de puntos. Sólo por un par. Uno de ellos es porque entiendo que si gano más he de pagar más. Y esto lo tengo muy interiorizado, pero mucho. No me cuesta trabajo pagar una burrada a Hacienda, porque eso significa que habríé ganado una burrada de dinero.

-La distribución de la riqueza.
Sí­, creo en ella, pero ojo, tampoco soy gilipollas. Para mi lo ideal es que haya un gobierno que genere trabajo, que genere curro y que genere riqueza, y eso suele hacerlo la derecha. Pero redistribuir luego esa riqueza, la derecha no tiene ni idea de cómo se hace, ni le interesa. Pero a la izquierda sí­, y eso lo hace bien. Por eso creo en la alternancia entre los gobiernos.

-Bien, esa es una de las razones por las que te consideras de izquierdas, ¿y la otra?
Por un motivo muy sencillo. A mi me fascina tocar, me encanta tocar. Y lo que te voy a decir es importante que me creas, además mi entorno sabe que es verdad y lo he demostrado: Yo prefiero hacer diez conciertos a diez, que cinco a veinte. Yo gano lo mismo en ambos casos, pero mi equipo de trabajo cobra un precio, si hago diez a diez van a cobrar diez veces. Si hago cinco a veinte, van a cobrar cinco veces; es decir, la mitad, porque en cada concierto cobran lo mismo. Me resulta muy, muy, muy importante que mi equipo viva bien, lo mejor que se pueda. Sin ser gilipollas, repito. Yo aseguro siempre el sueldo que hay que cobrar, independientemente de cómo me vaya a mi. Y eso es para mi es sagrado.

-¿A cuántos músicos o personas das trabajo?
Ahora menos porque ya no se puede llevar equipo propio, pero vamos, giras de llevar veinticinco o treinta personas, muchas. Muchí­simas. Hasta 21 gramos, incluido. Y nunca faltó nadie por cobrar. Jamás.

-Sin embargo eres una persona que te gusta poco trabajar en equipo.
No es cierto. Me gusta muchí­simo trabajar en equipo. El problema es que, por ejemplo con Matt (presente en a habitación, y al que señala), yo trabajo fenomenalmente. Trabajamos en equipo. í‰l se encarga de unas cosas y yo me encargo de otras. í‰l me comenta lo que está haciendo y yo le comento lo que yo hago, pero yo decido en última instancia, siempre. Y sobre todo. ¿Por quíé? Porque es mi libro (se lleva la mano al pecho). Es mi libro. Mis discos son capí­tulos de un libro, que es el mí­o. El libro es cómo pasa la vida sobre mi, a travíés de mi, cómo me preocupa, cómo me golpea o cómo lo que sea.

-Una lluvia violenta y salvaje, háblame de esa canción que escribiste cuando el asesinato de Miguel íngel Blanco . Dicen por ahí­ que no la has vuelto a tocar desde entonces porque decí­as una frase que…
Sí­, una frase que está mal. “Usaremos nuestra fuerza tanto si está mal o bien”. Eso no puede ser. Eso no está bien. No podemos pasar por encima de la ley porque al final la ley es el último concepto democrático que queda para todos. Nos guste o no nos guste. Y si no nos gusta la ley lo que tenemos que hacer es votar a un partido que derogue esa ley, pero no puedes saltarte la ley.

-Pues ahora mismo están Artur Mas y algunos más compareciendo en un juicio por saltarse leyes importantes.
Lo síé, y está mal. Está mal saltarse la ley.

-Entonces, volviendo a “Una lluvia violenta y salvaje”, ¿es verdad que la escribiste aquella noche?
Al dí­a siguiente. Nosotros estábamos en un pueblecito de Málaga, tení­amos un dí­a libre de por medio y despuíés tocábamos en Santurce. Y saliendo de este pueblecito de Málaga anuncian que han encontrado el cadáver de Miguel íngel Blanco. Y a mi aquello me conmociona. Me conmociona mucho. Me hizo temblar. Llegamos a Santurce y tuve una bronca monumental con mis músicos en un área de servicio. Ellos decí­an que lo mejor era no tocar; decí­an que habí­a gente que no iba a tocar. Y era cierto, estaban todos cagados, y yo lo entiendo. Pero a mi me dio igual: í­bamos a tocar. Y además yo iba a decir en el escenario lo que me parecí­a aquella salvajada. Intentaron convencerme para que enviáramos una nota a la prensa a los tres dí­as, pero que no dijera nada en ese momento. ¡A los tres dí­as! Aquello me indignó sobremanera hasta el punto de, en mitad de la bronca, coger una banqueta en mitad del área de servicio...

-Al final hubo concierto, ¿pero hablaste?
Sí­. Y lo que hicimos fue que bajaran los músicos del escenario en el momento de mi discurso. Dije todo lo que tení­a que decir y se volvieron a subir.

-¿Y la reacción del público?
Fue increí­ble, monumental. Todos con las manos pintadas de blanco. Eran, además, quince o veinte mil personas porque era al aire libre. Aquello llegaba hasta el final de un paseo gigantesco. Una marea de manos blancas.

-Nadie te gritó “¡Hijo de puta!” ni nada por el estilo.
Nadie. Y ojo, tení­amos la sede de Herri Batasuna detrás del escenario.

-Por cierto que el Paí­s Vasco es uno de los lugares donde más se te sigue, ¿dónde tienes más publico?
En Canarias, Madrid y, efectivamente, en Euskadi, que es donde tengo algunos de mis mejores amigos, donde tengo familia… por ejemplo estas Navidades las he pasado allí­.

-Al principio Madrid te abruma.
A Madrid al principio le tení­a miedo. Le tení­a pánico. Tení­a un sí­ndrome de paleto de puta madre. La ciudad te fagocita por completo y te sientes como una mierdecilla. Hoy es como mi casa.

-Y supongo que en la Comunidad Valenciana, obviamente.
Toco muy poco en la Comunidad Valenciana.
-¿En Valencia no tienes parroquia?
En Valencia capital sí­.

-¿Y en Castilla La Mancha?
Mucho, mucho. En Albacete mucho. Y en general en todos sitios. En Andalucí­a me va bien, en Sevilla fenomenal. En las capitales suele ir bien.

-¿Y sitios que se te resistan? Que digas, "coño, aquí­ no me quieren".
No creo que sea un problema de que no me quieran, pero es cierto que en Cataluña es difí­cil.

-El periodo de creación de una canción. Explí­came. Imagino que la letra sale en función de tu universo, de tu estado emocional, de tus circunstancias, uno se pone delante de un ordenador y empieza a vaciarse. O delante de un folio en blanco. Hasta ahí­ bien, pero, ¿y la melodí­a?, ¿esto cómo lo sacas?, ¿cómo surge una melodí­a?
Buah, puede ser de tantas maneras... Yo siempre tengo una guitarra en mi habitación. Es muy raro que yo estíé a más de un metro de una guitarra (señala la guitarra que tiene al lado de la cama). Tengo guitarras repartidas en todos lados. Te explico El faro de Lisboa, por ejemplo. Por que veas un caso concreto: Un dí­a me mandan un guión y me dicen que les gustarí­a mucho que escribiera la canción de la peli. Me lo dan, y tal y como lo leo me viene a la cabeza: (mira hacia arriba) “Faro que alumbras al mundo, por encima de la tempestad…”. Y digo: “joder, quíé bueno es esto. Esto mola mucho”. Cojo la guitarra y, efectivamente, aquello era muy bueno. Y digo: “Voy a echarle huevos”. Y por primera vez en mi vida, en vez de grabarlo, que es lo que hago siempre, decidí­ no grabarlo. Me parecí­a tan bueno, tan claro, que no lo grabíé. Pensíé: “Si mañana por la mañana me despierto y me acuerdo de esto tal como es, es que esto es la bomba. Y si no me acuerdo es porque no es suficientemente bueno”. No lo he vuelto a hacer en mi vida (se rí­e) y paso de volver a hacerlo, porque podrí­a no haber salido.

-Pero cuando dices “lo grabo”, ¿te pones con la guitarra y una grabadora?
O un móvil.

-¿No escribes la música?
No, lo grabo siempre en el móvil. Serí­a un coñazo cogerse un pentagrama y tal. Eso va luego. Y a raí­z de esa grabación vas construyendo y desarrollando la canción, claro.

-¿Y sobre esa melodí­a deslizas una letra?, ¿o primero tienes la letra y luego le pones la melodí­a?
Ocurre de las dos maneras. A veces tengo una letra que me gusta y le voy poniendo música poco a poco hasta que encuentro unos acordes que se acomodan como un colchón para que esa letra cabalgue bien sobre ellos. Poco a poco a la letra le voy quitando las aristas, cambio trozos, modifico cosas para que tenga más musicalidad. Si te digo la verdad, para mi es más fácil modificar la música que la letra. Hay otra gente que no funciona así­, ojo.

-¿Es verdad que el español es un mal idioma para la música?
No, es un mal idioma para el compás 4/4. No es un mal idioma para el 3/4, ni para el 12/8 (empieza de nuevo a tararear y a golpear su mano sobre el muslo…). Es un problema de esdrújulas macho. No es otra cosa (sonrí­e).

-Dicen que el inglíés se desliza muchí­simo mejor sobre la música.
En un 4/4 (y vuelve a reproducir el compás…).

-Tú hablas en inglíés. Incluso maldices en inglíés, algo que sólo hacen los que de verdad controlan el idioma, según tú mismo has dicho, ¿vas a cantar alguna vez en inglíés?
Alguna versión he hecho y esas cosas. Incluso en algún disco de Comitíé Cisne: Tres canciones de Lou Reed. Pero sí­, en algún momento puede que lo haga.

-¿Y quíé opinas de tu idioma, de nuestro idioma, del español?
Si de algo me siento orgulloso en esta vida es de ser hispanoparlante. Me parece que el español es un tesoro. Yo me siento muy afortunado de hablar en español. Y cuando digo muy, es muuuuuy. Hablar español yo creo que es una fortuna. Y eso que no creo, ni mucho menos, que aquí­ hablemos el mejor español. En Colombia se habla mejor español. En general cualquier sudamericano tiene mucho más líéxico que nosotros. Por eso las pelí­culas españolas son tan geniales, porque no tienen un duro para hacerlas, pero amigo, los guiones son acojonantes, y los diálogos tambiíén.

-Y teniendo esta herramienta tan fabulosa, ¿por quíé no has intentado hacer carrera en Amíérica?
Ya, pero ni la compañí­a estaba por la labor ni mis managers anteriores tampoco. Pero ahora la compañí­a es mí­a y nos vamos a Amíérica en octubre. Y lo haremos bien. Y vamos a hablar con la gente adecuada desde el principio. Sabiendo que no podemos hablar con promotores que están acostumbrados a hacer conciertos para cincuenta mil personas y pretender que ese se encargue de ti, que empiezas allí­. No. Yo quiero un tipo que controle las salas, los clubs, los sitios de trescientas, quinientas, seiscientas personas.

-Mikel Erentxun ha hecho una cosa parecida.
Claro, es que es así­ como hay que hacerlo. Pero Mikel Erentxun tiene detrás a Duncan Dhu, que allí­ funcionó mucho. Y eso es más fácil. 

-Mentas a Dios en algunas canciones.
Eso es cierto. En algunas no, en muchas.
 
-Ya, pero en este mundo hipermaterial, los asuntos transcendentes no están bien vistos, ¿no?
Eso para quien sea material. Yo soy muy poco material.
 
-¿Te tienes por una persona trascendente?
Me tengo por una persona extraordinariamente respetuosa con las creencias religiosas. Yo fui a un colegio de curas.

-Ahora salen algunos hablando de experiencias traumáticas en colegios de curas.
 
Pues no lo síé. Desde luego en mi caso fue todo lo contrario. A mi los curas me enseñaron tres cosas muy importantes. Una, a amar el deporte, otra, que el que trabaja más consigue mejores resultados. Y la otra: en el año 74, con trece años, un cura nos sacaba de los Agustinos (en Alicante) a campo libre, para que no nos oyeran los demás curas, cogí­a un libro y nos enseñaba versos de Miguel Hernández y de Garcí­a Lorca. A mi aquello me abrió la espita de la curiosidad, de la Literatura. Este hombre me poní­a unas notazas. Y me decí­a: “tu análisis de texto es erróneo desde el principio hasta el final, pero planteas una visión distinta de lo que yo os habí­a contado de Miguel Hernández, por eso te pongo un diez”. Y eso, repito, en 1974. Por eso cuando me vienen con el rollo de “todos los curas son tal o son cual”, digo: “para, para, para”. No generalicemos, por Dios. Uno puede tener mala o buena suerte con los curas o con los fontaneros. No jodamos.

Acaba la entrevista. Es ya casi la hora de cenar. Carlos firma me dedica un viejo disco suyo. El trasiego de gente no cesa en la Gran Ví­a. Rí­os de personas llenan ahora los teatros y acuden a los restaurantes. Mientras escribe, Carlos les dice a sus colaboradores: "Es acojonante, he empezado el dí­a bien y lo he acabado mejor: estoy feliz".

Serena

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Re:Nuevo disco de Revolver
« Respuesta #17 en: Diciembre 30, 2019, 04:31:01 pm »
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El vértigo del paso del tiempo muchas veces nos inunda cuando este o aquel grupo sale de gira para celebrar que lleva varias décadas en el negocio. ¿Cómo ha podido pasar tan rápido? En el caso de Revólver ya son tres, una cifra que dejará de piedra a los que recuerdan su debut como si fuera ayer. «Yo me encuentro entre ellos», asegura su alma mater Carlos Goñi, un tipo que ha sabido mantenerse en la primera división del pop-rock español sin necesidad de grandes trucos publicitarios.

—¿Hay una fecha exacta del nacimiento de Revólver?

—Sería el día que dejé el grupo Comité Cisne, pero en realidad debería ser la fecha de la publicación del primer álbum, que fue muy poquito después. Esos primeros meses los viví con mucha liberación, porque de entrada podía escribir lo que me naciera del corazón sin que nadie me lo cambiase. A la vez, eso me dio un vértigo descomunal, porque lo que hiciera a partir de ese momento me lo comía yo solo, para bien y para mal.

—¿Le gusta mirar atrás, hacer balance?

—No mucho. Pero cuando hago una nueva gira y decido darle una vuelta al repertorio, eso me obliga a reescuchar canciones antiguas. Y cuando de repente veo todos los discos juntos, sí que me da un poco de «yuyu». Otra cosa no, pero trabajo sí que he tenido. Y ahora, treinta años después, estoy agradecido a la vida, a las oportunidades que he tenido y a la gente que me ha seguido.

—¿Su libertad creativa ha sido su medición más precisa del éxito?

—La libertad es algo que no te tiene que dar nadie. No es un regalo, lo pones encima de la mesa tú. Lo que pasa es que eso tiene un precio, y tienes que ver cuánto estás dispuesto a pagar para ser dueño de tu trabajo.

—¿Qué precio es ese? ¿Tener que soportar las presiones que haga falta para poder hacer lo que quiere?

—Se lo explicaré con un ejemplo: tengo una colección de guitarras maravillosas, pero también tengo un coche que tiene treinta años. Podría tener un cochazo, pero no se puede tener todo. Es una cuestión de las expectativas que tenga cada uno. A unos les hacen felices unas cosas, y a otros, otras. De todas formas, ese mito de que las multinacionales coartan tu libertad creativa, es falso.

—¿Nunca le han insinuado que sería mejor esto o aquello al plantear un disco?

—Jamás, ni con una canción.

—Estopa cuentan que su sello sí les presionó para que metieran reguetón en su último disco.

—¿Y qué han hecho? No meterlo. Presión es cuando te dicen que o haces caso, o tu disco no sale. Aun así, siempre puedes irte. Yo, después de 26 años dije que me iba de Warner, y me fui.

—¿Dónde se ubicaría usted en el actual ecosistema musical?

—No lo sé. Gracias a Dios, las salas en las que actúo siempre están llenas. ¿Que podría llenar el WiZink Center? Sí, pero tendría que dejar de hacer diez o doce conciertos en los alrededores de Madrid y no me apetece. Me gusta tocar en Las Rozas, en San Martín de Valdeiglesias, en Getafe, en Leganés, en sitios donde veo la cara al público.