El escocés Gregor MacGregor se inventó un país ficticio en Centroamérica, le puso un nombre ficticio, Poyais, y perpetró una estafa con sus bonos de 1,3 millones de libras a principios del siglo XIX, el equivalente a unos 3.600 millones de hoy.
MacGregor era un militar escocés de prestigio, perteneciente al Clan Gregor, cuyo miembro más insigne fue Rob Roy, el Robin Hood escocés, inmortalizado por Liam Neeson en una película con el mismo nombre. Su carrera comenzó en la Guerra de la Independencia española, como parte del ejército británico que ayudó a Portugal.
En 1810 dejó el ejército británico y posteriormente participó en la Guerra de Independencia de Venezuela, alcanzando el grado de general luchando contra España entre 1812 y 1816. Pronto se descubriría su vocación de 'fundador' de países: en 1817 conquistó la Isla de Amelia, en Florida, y declaró la República de Florida, presuntamente por encargo del propio Simón Bolívar. Pero EEUU tenía otros planes, y consiguió anexionarse la isla y pactar con los españoles la cesión.
Cerrada su etapa militar, llegó la de estafador a gran escala. A su vuelta al Reino Unido en 1821, proclamó que el Jorge Federico Augusto, rey de los misquitos (en la costa de lo que hoy es Honduras), le había nombra cacique de Poyais, un territorio mayor que el de Gales, presuntamente rico en recursos naturales pero sin desarrollar. La realidad es que había comprado el terreno a cambio de joyas y ron, pero ni se le había dado cargo ni eran tierras apropiadas para la agricultura y la ganadería.
Las promesas riqueza del militar, que se había ganado cierta fama en Londres, caló, y MacGregor consiguió no solo vender bonos de un país que no existía, sino que incluso organizó expediciones con colonos. El timador escocés se aprovechó de un clima propicio tras la derrota de Napoleón, con una economía británica creciendo. Como consecuencia, el gobierno conseguía emitir a intereses cada vez más bajos, rondando el 3%.
Como suele pasar, los inversores comenzaron a buscar otras opciones con mayores rentabilidades. Primero sus ojos se dirigieron al papel de países como Rusia, Prusia o Dinamarca, con buenas calificaciones crediticias y rendimientos del 5%. Otros se dedicaron a invertir en minas, pero había una nueva inversión muy atractiva: todos aquellos países que surgieron del colapso del imperio español.
Y de esa nueva 'moda' se aprovechó MacGregor, colocando en 1822 unos bonos de Poyais con rendimientos del 6%, alrededor del doble de lo que ofrecían los británicos y similar al que ofrecían países como México, Perú, Chile o Colombia. Aunque no existía ningún registro del país, las promesas hicieron su efecto, ayudadas por una campaña de publicidad enorme, que incluyó anuncios en prensa, panfletos, libros e incluso una canción que comenzó a sonar por las calles de Londres, Edimburgo y Glasgow.
MacGregor prometió de todo a sus inversores: los nativos no solo eran pacíficos y amables, sino que amaban a los británicos, tal y como recordaba en su día The Economist. La situación geográfica del nuevo país era inmejorable y su tierra era muy fértil, con facilidad para cultivar tabaco y azúcar. Había abundante agua. Oro. Incluso las cosechas de maíz se recolectaban tres veces al año, cuando en el resto del mundo conseguir dos ya es muy bueno. Creó su propia moneda (el dólar de Poyais) una bandera, himno, y un mapa detallado (y falso).
Pero el fraude no se quedó ahí. Aunque obtuvo financiación en Londres, se dirigió a su tierra natal, Escocia, para buscar colonos. Allí se encontraba una banca muy desarrollada, que permitía el acceso a financiación a mucha más gente. Además, muchos escoceses querían crear su propia colonia, y las promesas de Poyais parecían encajar como anillo al dedo en sus aspiraciones nacionales.
Un contexto perfecto para MacGregor, quien comenzó a vender tierras del país ficticio. Consiguió llenar 7 barcos con un total de alrededor de 250 colonos, que partieron hacia América entre 1822 y 1823. Obviamente, el fraude se descubriría pronto.
Primero fueron las dudas en el mercado de bonos en países como Colombia y Perú, que ni siquiera habían sido reconocidos por Reino Unido. Después, la intervención de Francia en España, con la reinstauración del absolutismo de Fernando VII con los 100.000 hijos de San Luis, sembró dudas sobre un default español que pronto se contagió a los bonos de las antiguas colonias. Los bonos de Poyais se hundieron un 16% solo en el mes de diciembre de 1822.
A finales de ese año también llegaron los primeros colonos al reino ficticio y se dieron de bruces con la realidad. Allí no había puerto, ni infraestructuras ni nada parecido a lo prometido por MacGregor. Tan solo unos indígenas que si bien no eran hostiles, tampoco eran esos amantes de los británicos que pretendía el estafador.
No tuvieron más remedio que intentar adaptarse, pero pronto comenzaron las peleas y las muertes. Un barco les rescató y llevó a Belice, pero la malaria y la fiebre amarilla se cobraron su peaje y finalmente fallecieron dos tercios de los pobladores. Londres actuó y mandó a la marina al rescate de las cinco naves que estaban de camino a Poyais.
En el otoño de 1823, con todo el timo destapado, MacGregor huyó a París. Lo increíble es que allí logró repetir la estafa, encontrando nuevos inversores y nuevos colonos. Pero las autoridades francesas fueron más diligentes que las británicas, y en cuanto hubo peticiones de pasaportes, iniciaron una investigación que acabó con el arresto del escocés en 1825. En el juicio fue absuelto y volvió a Londres.
De manera más increíble, intentó una nueva colocación de bonos de Poyais, para intentar pagar a los inversores iniciales, es decir, iniciar un esquema Ponzi al estilo Bernard Madoff o Forum. Pero ya no coló, y tuvo que volver a Edimburgo. Perseguido por sus estafados, tuvo que emigrar a Caracas en 1838, donde murió en 1845 a los 58 años de edad, aunque antes fue condecorado, nacionalizado y recibido con honores de héroe nacional.
El asunto de enviar colonos a la muerte cuando ya había conseguido el dinero de la emisión de bonos siembra dudas sobre los motivos de MacGregor. Tal y como explicaba The Economist, probablemente se creía que iba a colonizar un país. Soñador, narcisista y obseso, creía que sus ancestros habían participado en el fracasado Proyecto Darien, un intento de colonia escocesa en el istmo de Panamá. También estaba convencido de descender de una princesa inca.
Conocido por sus vicios y sus excesos, creía que estaba predestinado a liderar un país, como ya mostró en su intento fracasado de República de Florida. Probablemente, MacGregor se creía su propio fraude, aunque no tuvo reparos en estafar y mandar a la tumba a números compatriotas.