Por... Carlos Ruperto Fermín
No hay duda que el Universo se expande tan rápido, como la pobreza se expande rápidamente en la Tierra.
Gastamos millones de dólares para construir basura espacial que lanzamos al espacio exterior, aunque sabemos que 2.000 millones de personas en el interior del planeta Tierra, mueren de hambre y de sed porque no tienen derecho a una mísera gota de agua.
La gente pobre llora a cántaros, porque no hay alimento en la mesa para alimentar a una fantasiosa esperanza, que nunca espera un rayito de solidaridad de su prójimo.
Con cada lágrima derramada en el río de la amargura, se anhela calmar el afán de justicia divina. Pero una injusticia se vive a diario, y no hay suficientes lágrimas en el divino desierto, para apaciguar el legendario llanto de la gente pobre.
Nuestro egoísmo justifica la indiferencia social, porque gracias a la ciencia colonizaremos las galaxias siderales, y nuestra ignorancia justifica la intolerancia racial, porque el agua no puede cambiar el sucio color de los negritos.
Con agua y jabón nos duchamos para sentirnos limpios por afuera, pero por adentro hay una suciedad que carcome el cuerpo y pulveriza el alma, porque los pecados no se pueden limpiar con agua y jabón, simplemente, no se pueden borrar del organismo.
Por eso, la gente pobre del Mundo lleva 24 horas llorando de dolor, para profundizar el sabor de una salada lágrima desnuda, que no será suficiente comida para calmar la sed de la angustia, y que romperá el espejo roto por tantos sueños rotos.
Cuando usted siente sed, bebe agua para calmar la sed. Es un privilegio, es un milagro, es un aleluya. Usted no es consciente de su buena suerte, y jamás comparte la gracia salvadora de una gota de agua, porque vivimos presos en la inconsciencia del orgullo.
El orgullo representa la impureza, la indecencia y la inmoralidad del Hombre. El agua significa la pureza, la decencia y la misericordia del Mundo.
El Hombre se hizo imagen del Mundo, y el Mundo se hizo espejo del Hombre.
No queremos compartir el agua con la gente que sufre una emergencia sanitaria, por la carencia del vital líquido en muchísimas comunidades de la geografía latinoamericana, porque no sentimos empatía por los compatriotas que tragan litros de apatía y sequía.
Pero la gente pobre no envidia el agua de la gente rica, y con ferviente oración siempre agradece a Dios, porque sus hermanos ricos gozan de agua potable para saciar la sed, siendo un sentimiento genuino que se experimenta con humildad, para perdonar las heridas que cicatrizan con hiel y sal.
Yo sé que el agua vale más que el Universo, porque sin agua no podemos contar las estrellas del firmamento, porque sin agua no podemos fotografiar a las flores, porque sin agua no podemos eclipsar la luz del sol, porque sin agua no podemos heredar la gran herencia de la Pachamama, y porque sin agua no podemos contar ovejas de madrugada.
Todos somos esclavos del agua, y hay demasiada esclavitud en la Tierra.
No compartimos el agua fría, no compartimos el agua tibia, no compartimos el agua caliente. No compartimos absolutamente nada, porque el agua es una mercancía de origen comercial, que pertenece al gran sistema capitalista del siglo XXI.
Si usted quiere una maldita gota de agua para sofocar el calor de su familia, primero deberá sacar dinero de sus bolsillos, para comprar legalmente la ilegal gota de agua.
El cliente también puede pagar la maldita gota de agua, usando su maldita tarjeta de crédito MasterCard, Visa y American Express.
Los consumidores extranjeros pueden pagar la maldita gota de agua, realizando una maldita transferencia bancaria mediante PayPal, pero no se aceptarán devoluciones por gotas manchadas con el maldito vinagre.
El agua también se compra y se vende en la famosa Tierra Santa, donde los buenos samaritanos que ayer compartieron el agua bíblica con los pobres, ahora son ambiciosos empresarios que venden los mejores paquetes turísticos, para que los miles de cristianos adinerados que viajan en avión hasta las regiones de Tierra Santa, compren la más santificada agua bendita vendida en sus hollywoodenses hoteles.
Las transnacionales siguen intoxicando las aguas de los siete mares, para fabricar la saliva que se obtiene escupiendo sobre la cúpula industrializada del Vaticano, y que se comercializa en todos los supermercados de nuestras ciudades latinoamericanas.
Mientras los fariseos siguen diciendo que el agua no se le niega a nadie, la Humanidad sigue predicando el infinito amor del eterno evangelio, después que el chino se cansó de violar a la hondureña, después que el gringo se cansó de explotar laboralmente al somalí, y después que el sueco rasgó las vestiduras de la hermosa iraní.
Por una gota de agua se prostituye el cielo, se prostituye la fe, se prostituye la Tierra.
Hermanos y hermanas, agua que no has de beber, déjala correr por el edén. Corran, corran mucho, corran muchísimo, porque con el sudor de la cizaña, también se puede construir un imperio de trigo, y por una mísera gota de agua que calme tanta soledad, podemos recorrer el océano sin miedo de ahogarnos en la mediocridad.
Es cierto que el agua vale más que el Universo, pero el agua NO puede valer más que nuestra dignidad, porque si por una gota de agua estamos dispuestos a perder la dignidad, entonces no seremos capaces de evolucionar por un futuro multipolar.
Pero el carácter unipolar que actualmente gobierna el polvo de la Tierra, nos deja sin lluvias en Suramérica, nos deja sin aguaceros en Centroamérica, y nos deja con diluvios de plata en Norteamérica, que agudizan la segregación cultural de nuestros pueblos, y solidifican los inconvenientes sociales latentes, como las peligrosas migraciones de hispanos indocumentados, la rentable trata de personas, las mafias delictivas, los ataques terroristas y el vandalismo.
Vemos que el deseo de beber agua de la buena, expresa nuestro innato sentido de supervivencia, y no debemos esperar que un indigente o vagabundo nos pida un poco de agua, para pensar si seremos o no seremos solidarios con el individuo necesitado, que desesperadamente necesita comida, agua y vestimenta para sobrevivir.
Nosotros no fuimos invitados a las bodas de Caná, por lo que nuestra fe debe superar las historias de ficción, y debe usar las manos para remediar los ramalazos del presente.
Sabemos que el agua puede ser medicina para los enfermos, puede ser salvación para los impíos, y puede ser curación para los leprosos.
A veces nos sentimos mal, y con tan solo beber un poquito de agua, nos sentimos bien.
La sustancia sanadora que no consigue fabricar el mejor laboratorio farmacéutico del orbe, se puede conseguir y beber a través de la naturaleza del agua viva.
Sabemos que el agua es más resiliente que el acero, porque sabe superar los traumas en la tempestad, porque sabe nadar contra la corriente, porque sabe salir ileso de la oscuridad, porque sabe recobrar el primer ánimo, y porque sabe lo que tiene que saber.
Por eso, el agua es nuestro mejor aliado en la vida, es nuestra mayor fuente de sabiduría, y es oportunidad de crecimiento endógeno.
Cuando cerramos los ojos y dormimos en paz, sabiendo que hay gente en nuestra comunidad sin acceso al agua potable, por culpa de la privatización de los recursos naturales que emprenden los gobiernos, pues otra vez nos convertimos en los clásicos verdugos romanos, que no tuvieron un latido de corazón para ejercitar el altruismo.
Es difícil que comprendas el trasfondo de la botella de agua, porque nuestros ojos carnales no aprendieron a congeniar con los ojos espirituales.
Nos acostumbramos a despilfarrar los billetes, para comprar y beber los mejores licores estupefacientes, las mejores gaseosas azucaradas y los mejores zumos energizantes.
El agua vale más que el Universo, significa que debemos rescatar los valores fundamentales para la sana convivencia en libertad, recordando nuestro sentido humanista de ayudar, sin esperar recibir nada a cambio.
Por muy acelerado y sorprendente que sea el desarrollo tecnológico del Mundo, es innegable que hay una crisis existencial a nivel mundial, que se intenta maquillar y ocultar por culpa de una longeva tiranía capitalista, que aunque considera “normal” la extrema desigualdad social que estamos viviendo, nosotros debemos recuperar la brújula de una bestia amorfa llamada Humanidad.
La asombrosa ciencia desea que codicies hasta el colofón del Universo, y te aseguro que el nuevo exoplaneta será 100% habitable por los Seres Humanos, pero mientras construimos la costosa astronave que nos llevará hasta la costosísima nueva mansión, debemos recordar que hay hermanos de carne y hueso como usted y yo, que viven encerrados y hacinados en las peores madrigueras de la Tierra.
Compatriotas latinoamericanos silenciados y humillados, que viven como las peludas ratas de los basureros, sin agua, sin electricidad, sin tuberías, sin educación, sin pañales, sin amigos, sin enemigos, sin condones, sin metas, sin drogas, sin palabras.
Sin embargo, la resiliencia de la gente pobre es maravillosa, porque mientras un irlandés rico se suicidó porque su gato murió sin despedirse, también hay un haitiano pobre capaz de soportar cincuenta terremotos de infortunio, por una sagrada gota de agua que calme la sed de sus tres hijos pequeños.
Por eso, no esperes que la ONU te colme la desnutrida cantimplora, no esperes que la NASA te moje los labios con miel, no esperes que la OMS te mida el ancho de la cintura, no esperes que la CNN te filme la mugre en alta definición, y no esperes que el FMI te empape los calzoncillos sucios.
Cada año se aplaude con sensacional alegría, el arsenal de cohetes, sondas, transbordadores, satélites, vehículos exploradores, balones de fútbol y androides, que abarrotan y robotizan las celestiales calles del Universo, mientras una pobre familia salvadoreña que vive en los barrios de la Tierra, no tuvo alimento para desayunar, no tuvo alimento para almorzar, y no tuvo alimento para cenar por la noche.
¡Somos tan desgraciados! Aproximadamente el 70% de la superficie del planeta Tierra está cubierta por el agua, pero existen más de 2 mil millones de personas que sufren en el planeta Tierra, porque no tienen una gota de agua para calmar la fatal impunidad.
Dios proveyó suficiente agua para evitar la corrupción de su Tierra, pero nosotros elegimos comer las manzanas y comprar el nuevo iPhone, para seguir robando la hostia que podría desalinizar la egolatría, y que podría potabilizar el agua de la gente pobre.
No hay ritual de exorcismo que pueda destruir la marca de la bestia, y no te atrevas a zarandear la piedra de la pestilencia capitalista, porque el sistema siempre destruye a los fracasados locos comunistas.
Nosotros simplemente vomitamos toda la miserable chatarra metálica, que pretende enfurecer el timón de todos los asteroides y meteoros de la Vía Láctea, tentados a entrar y a penetrar con ferocidad en la superficie de la Tierra, para romper los malditos aplausos del despotismo anglosajón, y para cenar en una brillante noche con la pobre familia salvadoreña.
Mientras cenamos con la pobre familia salvadoreña, reconocemos el gravísimo proceso de desinformación, conllevado tanto por los medios de comunicación privados como por las oligarcas agencias de prensa, que resaltan todas las noticias triviales sobre el famoso róver Curiosity ubicado en Marte, pero rechazan publicar los reportajes periodísticos sobre la extrema pobreza que adolece la Tierra, para que la audiencia siga dormida, desinformada, y obsesionada con las patrañas del curioso planeta rojo.
Construimos magníficos telescopios para descubrir los tesoros escondidos del Universo, aunque todos conocemos la magnífica pobreza revelada dentro del planeta Tierra, pero no queremos mirar hacia abajo y solucionar la hambruna de los terrícolas, porque es más fácil mirar hacia arriba y contemplar el placer de la mentira.
Una maldita mentira que tiene su megalómana cuenta regresiva, y que siempre despega desde la erecta soberbia del Cabo Cañaveral, donde juramos ser la auténtica génesis descrita por Moisés, aunque seguimos siendo los retrógrados soldados del Gólgota.
Todas las misiones espaciales se olvidan de nuestra única misión especial: compartir el agua con la gente pobre de la Tierra. Es una misión imposible de cumplir con éxito, porque nuestro planeta sufre una involución de norte a sur y de este a oeste.
Las reglas establecidas por el régimen capitalista internacional, demuestran que el astronauta puede terminar siendo un vagabundo de la calle, pero el vagabundo jamás terminará siendo un astronauta del espacio.
Ham, el chimpancé, siempre tuvo la razón. La carrera armamentista utiliza el poder geopolítico, para asesinar a cualquier rebelde homínido. La carrera espacial es un prestigioso espectáculo circense, que empobrece la inteligencia colectiva. La carrera humanitaria utiliza la cruz del calvario, para justificar la santa sangre de los cadáveres.
Hasta un primate comprendió que las carreras siempre acaban en tragedia, porque si todos competimos para ganar, todos los perdedores competirán por la revancha, y todos los ganadores volverán a competir, para ratificar el círculo vicioso de la enemistad.
Por eso, hay tanta pobreza en todas partes, y esa máxima jamás cambiará en la vida.
Pero la pobreza material no se compara con la pobreza intelectual, y la pobreza intelectual no se compara con la pobreza espiritual.
El veneno capitalista que sigue envenenando las cenizas de la Tierra, no quiere regalar una gota de agua potable a la gente pobre del Mundo, porque los analfabetos empresarios necesitan vender el agua con un máximo margen de ganancia, para que los analfabetos directivos de las corporaciones y sus analfabetos accionistas mayoritarios, puedan transformar el agua en una sólida infraestructura financiera, que se cotice en el mercado con el mejor precio ofertado, y que siga en alza hasta el cierre de la bolsa.
El peso del agua es mayor que el peso del Universo, y una gota de agua es una semilla con un par de alas, que germinará para volar muy lejos de los tres ángeles caídos.
Recordemos que no todo lo que brilla es oro vivo, porque las bofetadas del destino te ponen los pies descalzos sobre la Tierra, para que el fuego te convierta en una virtuosa joya de buenas acciones.
No usemos nuestro intelecto para escribir clamores imaginarios. Es mejor anotar todas las obras filantrópicas, que hicimos y que haremos gracias a nuestro buen discernimiento, esperando iluminar el arduo camino de muchísimos hermanos hispanos, que se atreverán a luchar por un mundo más equitativo y menos anárquico.
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