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Autor Tema: La amígdala cerebral y su relación con la ansiedad  (Leído 718 veces)

Scientia

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La amígdala cerebral y su relación con la ansiedad
« en: Enero 12, 2020, 08:33:18 pm »
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La amígdala cerebral y su relación con la ansiedad

Los neurocientíficos denominan la «red del miedo» a esas estructuras neurológicas que median en los trastornos de ansiedad. Entre todas estas áreas, la más relevante es la amígdala cerebral: una región tan pequeña como una canica.


La amígdala cerebral tiene una relación directa con los trastornos de ansiedad. Este es un dato que se conoce desde hace tiempo. Ahora bien, además de este hecho, existe otro tan curioso como llamativo. Los neurocientíficos han descubierto que hay personas con una amígdala de mayores dimensiones; lo cual, eleva el riesgo de padecer trastornos del estado del ánimo.

¿Es quizá algo casual? ¿Puede uno nacer con esa alteración neurológica? La investigación nos está demostrando que, en realidad, esta particularidad se debe sobre todo a un factor muy concreto. No es otro que el sufrir una infancia complicada y sometida a un estrés constante, ya sea por malos tratos, por abandono físico o negligencia emocional.

Es decir, nuestras experiencias previas y su calidad modela la arquitectura cerebral. Además, lo hace de un modo muy singular: si sufrimos estrés en la niñez, se altera toda esa neurobiología relacionada con lo que se conoce como la «red del miedo».

Regiones como la amígdala, el hipocampo o la corteza cingulada anterior dorsal sufren pequeñas alteraciones que elevarán el riesgo de que en la edad adulta suframos trastornos de ansiedad.

Profundicemos en este tema a continuación.


La amígdala cerebral y su relación con la ansiedad, ¿en qué consiste?
Todos experimentamos ansiedad a lo largo de nuestra vida y, en ocasiones, con gran intensidad. Realidades, como encarar una entrevista laboral, una oposición o realizar una conferencia, nos ponen a prueba y nos sitúan en ese territorio donde aflora el miedo, la incertidumbre o la angustia sobre el qué pasará y si lo haremos bien.

Estas experiencias, por complejas que nos puedan parecer, son completamente normales. Ahora bien, lo que ya no lo es tanto es sufrir angustia de manera constante.

A veces, no existe un desencadenante concreto, uno siente de manera permanente una sensación de amenaza que no puede explicar y que altera toda su realidad, tanto a nivel físico como psicológico. Esa ansiedad es patológica y actúa como un veneno que recorta salud y potencial humano.

Fobias, trastorno de estrés postraumático, trastorno de ansiedad generalizada… Hay muchas condiciones psicológicas mediadas por la ansiedad que resultan limitantes. De ahí, que los neurocientíficos se hayan preguntado desde hace décadas qué ocurre en nuestro cerebro y qué estructuras orquestan en estas situaciones tan adversas.

Veamos qué nos dicen los estudios.

La «red del miedo» y una pequeña protagonista: la amígdala cerebral
La ansiedad no es el resultado de la actividad de una sola estructura cerebral; en realidad, es el resultado de una compleja «conversación» de varias regiones cerebrales diferentes, configurando lo que se conoce como la red de miedo. Lo sabemos, el nombre por sí solo asusta.

Para comprenderlo mejor, empezaremos por explicar algo muy sencillo: nuestro cerebro es tanto emocional como racional. Dispone de unas áreas muy antiguas que articulan y dominan todos esos procesos vinculados a nuestras sensaciones, emociones y sentimientos. Asimismo, nuestra corteza cerebral y concretamente, las áreas frontales controlan los procesos cognitivos y más reflexivos.

Bien, cuando alguien experimenta un trastorno de ansiedad su cerebro está dominado por la red del miedo, es decir, el cerebro está «secuestrado» por una serie de estructuras que limitan su pensamiento más lógico y reflexivo.

Aún más, quien orquesta ese control es la amígdala cerebral. Este es de hecho un dato que conocemos desde los años 90, gracias a un estudio llevado a cabo en la Universidad de Yale, por parte del doctor Michael Davies.

Sabemos que la amígdala cerebral humana es capaz de extraer información de manera ultrarrápida sobre lo que nos rodea, detectando riesgos y amenazas (sin necesidad de que estos sean reales o no).
Al poco, activa la sensación de miedo para favorecer la huida o la defensa.
Más tarde, esa sensación de miedo y alerta, le llega también a la corteza cingulada anterior dorsal (localizada en lóbulo frontal). Lo que hace esta estructura es amplificar la sensación de miedo y bloquear los pensamientos más racionales, porque quien domina ahora el cerebro es la emoción, es la angustia. Y lo que quiere es que reaccionemos.


Alteraciones en la amígdala debido a una infancia estresante
Fue en el 2013 cuando la Universidad de Stanford hizo un gran descubrimiento. El doctor Vinod Menon profesor de psiquiatría descubrió mediante resonancias magnéticas que había personas que tenían una amígdala cerebral mucho más grande que la media. Asimismo, estas personas presentaban, además, otros factores que correlacionaban entre sí.

El primero era que buena parte de ellos sufrían trastornos de ansiedad. El segundo que habían pasado por una infancia traumática o cuanto menos, estresante debido a factores como el abandono, la negligencia emocional, etc.

Parece ser, por tanto, que disponer de una amígdala de dimensiones más grandes que la media, hace que las conexiones con otras regiones del cerebro responsables de la percepción y la regulación de la emoción se alteren.

Hay una hiperactividad, es decir, la amígdala cerebral es más sensible y hay mayores problemas a la hora de regular el miedo, la angustia, la ansiedad, la sensación de amenaza, etc. Ahora bien, el doctor Menon insiste en un dato: pasar por una infancia difícil no es causa directa para experimentar en la edad adulta, trastornos del estado del ánimo. Hay eso sí, un riesgo, una mayor probabilidad.

Sabiendo esto, la ciencia está focalizándose en regular la actividad de la amígdala cerebral. Algo así nos podría dar nuevas y valiosas herramientas para tratar la ansiedad, una condición que, como bien sabemos, está muy presente en la actualidad. Estaremos pendientes por tanto de más avances.