Por... Emma Ashford
Emma Ashford comenta que a pesar de que EE.UU. ahora es no solo uno de los principales consumidores de petróleo en el mundo, sino también el principal productor, hay un límite a la demanda que puede estimular el petróleo barato en tiempos de coronavirus.
Ayer, en el tiempo que me tomó descubrir que el Target cerca de mi casa se había quedado sin antibacterial para manos, el precio del petróleo cayó en un 30%. Para aquellos partidarios de la economía nacional, este es el peor shock al mercado petrolero desde que Saddam Hussein invadió Kuwait en 1991, desatando la Guerra del Golfo.
La caída estrepitosa en los precios globales del petróleo fue ocasionada por dos factores: los miedos a largo plazo de una demanda en declive producto del coronavirus, y el fracaso del grupo de la OPEP+ de llegar a un acuerdo en torno a los recortes de producción, provocando que Arabia Saudí aumente la producción y efectivamente le declare la guerra a Rusia y otros productores importantes.
Conforme el coronavirus continúa esparciéndose, hay poca probabilidad de que las cosas mejoren pronto. Para los productores, esto significa tiempos austeros y presupuestos ajustados. Para los consumidores, esto implica petróleo más barato. Eso usualmente es algo bueno, pero en el contexto de una pandemia global, hay un límite a la demanda que puede estimular el petróleo barato. Quizás debería apretarse su cinturón de seguridad. Este va a ser un paseo turbulento.
El petróleo se cae de un precipicio
Los indicadores económicos han estado allí desde hace algún tiempo para aquellos que querían verlos. Mientras que la bolsa de valores en gran medida continuaba su auge felizmente ignorante a lo largo de enero y febrero, los analistas habían estado advirtiendo de la caída en la demanda creada por el coronavirus —conforme China, Corea del Sur y otras economías asiáticas cerraron casi totalmente durante semanas para establecer cuarentenas—iba a tener efectos negativos sobre la economía global.
Ahora estamos empezando a ver este impacto: las disrupciones en las cadenas de suministro, el pánico en las bolsas de valores y —tal vez todavía más importante— la demanda disminuída de petróleo en algunas de las economías más grandes del mundo.
La caída repentina en los precios fue desatada por un rompimiento del acuerdo OPEP+ entre Rusia y los países miembros de la OPEP (más notablemente Arabia Saudí). No estando Rusia dispuesta a aceptar mayores recortes de producción, el acuerdo colapsó, derivando en que los Saudíes prometan una mayor producción, inundando los mercados con una nueva oferta.
¿Recuerdan la oferta y la demanda del curso básico de economía? Esto es lo que pasa cuando la oferta aumenta al mismo tiempo que cae la demanda. Los mercados globales ahora están inundados de petróleo, y muy pocas personas están comprando.
Hay una variedad de teorías de por qué los rusos y los saudíes eligieron iniciar una guerra de precios: algunos piensan que están preocupados acerca de la producción de petróleo de esquisto en EE.UU., mientras que otros han sugerido que los saudíes están tratando de ayudar a Trump proveyéndole gasolina barata. No me convence ninguno de los dos argumentos. La explicación más probable es que tanto Rusia como Arabia Saudí están involucrados en un conflicto no por el precio, sino por una porción de un mercado en declive. En lugar de compartir la carga de una demanda en declive a lo largo de los países OPEP+, cada uno está dispuesto a forzar al otro del otro —o a cualquier otro país— de soportar una mayor porción de la carga. Si pueden obtener una porción del mercado, ellos podrían mantener un flujo decente de ingresos incluso estando más bajos los precios del petróleo.
Ninguno, por supuesto, estaría particularmente disgustado si el costo de esto fuese principalmente soportado por los productores estadounidenses de petróleo de esquisto. Pero los saudíes ya trataron de sacar el negocio al petróleo de esquisto en 2014 a través de precios más bajos y fracasaron. Hoy, la evidencia sugiere que Rusia y Araba Saudí están menos concentrados en el petróleo de esquisto, y más en preservar sus mercados—y el ingreso que sostiene a esos regímenes—durante tiempos difíciles.
EE.UU. el petro-estado
¿Qué significa todo esto para la economía estadounidense? Bueno, el presidente se dirigió a Twitter para señalar que los precios bajos del petróleo son buenos para los consumidores estadounidenses y buenos para la economía. Por supuesto, como él mismo dijo hace tan poco tiempo como el 8 de enero, “…EE.UU. ha logrado la independencia energética…ahora somos el principal productor de petróleo y gas natural en cualquier parte del mundo”.
En un giro impresionante desde su usual repertorio de datos dudosos, el presidente en gran medida tiene razón en cuanto estas dos afirmaciones. EE.UU. es tanto un consumidor importante, como también el mayor productor de petróleo en el planeta. Bajo circunstancias normales, ahora podría haber tanto una desventaja como una ventaja para EE.UU. de la caída histórica en los precios del petróleo.
Por supuesto, las circunstancias son cualquier cosa menos normales. El efecto positivo yace en que los estadounidenses aumenten el consumo de petróleo conforme los precios caen: construyendo más cosas, comprando más cosas, manejando más y participando más actividades de turismo. Nada eso parece particularmente probable en el contexto de las autoridades diciéndole a los estadounidenses que no se embarquen en cruceros y que no tomen vuelos de larga distancia, que practiquen el “distanciamiento social”, y que se preparen para ponerse en cuarentena de ser necesario.
En pocas palabras, parece que este será un camino difícil para la economía de EE.UU. conforme todos desciframos —juntos— lo que es enfrentar una potencial pandemia global sin un liderazgo claro y sin planes para prevenirla.
Pero por lo menos podemos consolarnos de que nuestra economía está diversificada. A diferencia de Rusia, Arabia Saudí, Irak, Nigeria u otros, no estamos desesperadamente tratando de rescatar las finanzas públicas de nuestro gobierno preservando nuestra porción de un mercado de petróleo que está en un rápido declive.
Ahora, si me lo permiten, me dirijo a lavarme las manos otra vez.