Por... Chris Edwards
Chris Edwards la innovación que resulta de los procesos de prueba y error, el aprendizaje horizontal que se da en sistemas descentralizados, los costos y beneficios más la flexibilidad son todas razones por las cuales no conviene una regulación nacional para abordar la seguridad en el trabajo en tiempos de pandemia.
Los gobiernos muchas veces no aprenden las lecciones. Cometen errores similares una y otra vez por razones descritas en este estudio.
La Administración para Alimentos y Medicinas de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) fracasó en su respuesta al COVID-19 utilizando sus poderes regulatorios para monopolizar el desarrollo de las pruebas del virus. No he escuchado disculpas por ese fracaso ni que algún funcionario haya sido despedido. Como la investigación del Wall Street Journal del liderazgo de los Servicios Humanos y de Salud (HHS, por sus siglas en inglés) sugiere, el grave fracaso en la realización de pruebas ha conducido a muchas acusaciones, pero no a reformas institucionales.
Luego del fiasco de las pruebas, uno pensaría que los líderes federales dudarían antes de imponer más soluciones uniformes para todos con el COVID-19. Pero no —el Wall Street Journal reporta que los Demócratas en el Congreso quieren requerir que la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) “ordene a todas las empresas a implementar planes integrales para proteger a los trabajadores que continúen en sus trabajos durante la pandemia. El nuevo estándar de emergencia tendría que ser emitido dentro de siete días posteriores a que cualquier legislación se convierta en ley”.
De manera que en siete días los burócratas federales aparentemente escribirían un Plan Gigantesco de Seguridad para imponérselo a millones de negocios en cientos de industrias a lo largo de una nación gigantesca y diversa. Eso no tiene sentido.
Los diseñadores de las políticas públicas parecen no entender que sus acciones muchas veces marginan el vasto pode las ideas y la innovación que se encuentra afuera de Washington. Con un solo plumazo, las regulaciones federales anulan la experimentación, el dinamismo, y la velocidad con la que el sector privado de EE.UU. puede movilizarse para resolver problemas.
Conforme consideran imponer regulaciones de seguridad por COVID-19, los diseñadores de políticas públicas deberían considerar los pasos pro-activos que las empresas ya están tomando o considerando activamente, como ha sido discutido en otro artículo del Wall Street Journal. Las empresas están separando los espacios de trabajo, tomando las temperaturas y vigilando la salud en los puntos de entrada al trabajo, realizándole pruebas a sus empleados antes de que ingresen, cerrando los comedores, instalando particiones en los espacios de trabajo, modificando los turnos, alterando las líneas de producción, cambiando las entradas y salidas, cerrando áreas y rastreando contactos si es que los trabajadores obtienen un resultado positivo en las pruebas, colocando materiales en el piso en lugar de entregarlos en las manos de otros, desinfectando los espacios de trabajo, contratando expertos en seguridad para instruir a los trabajadores, dejando más espacio entre los orinales en los baños, utilizando bandas electrónicas para alertar a los trabajadores si otros están muy cerca, y proveyendo mascarillas, guantes y gel antibacterial.
Un plan central rápidamente elaborado en Washington no podía imponer una “mejor” forma de que millones de empresas instalen este tipo de cambios. Cada empresa es única. Aquí hay algunas razones por las cuales permitir que las empresas aborden sus propios retos de seguridad es mejor que los mandatos federales impuestos desde arriba:
Prueba y error. El artículo del Wall Street Journal presenta de manera negativa las distintas estrategias de los distintos negocios describiéndolas como una “tela de retazos” y algo hecho a la medida. Pero cualquiera que estudie la innovación sabe que los procesos de prueba y error son cruciales para lograr las mejoras económicas y sociales. Las instituciones privadas cambian de dirección todo el tiempo conforme prueban diferentes cosas y reciben la retroalimentación de las partes interesadas. Para descubrir las mejores formas de ajustar cada lugar de trabajo para el COVID-19, las empresas necesitan de libertad para experimentar y cambiar de dirección.
Las regulaciones estatales socavan las mejoras constantes que son características de lo mercados y las sociedades libres. Imponer regulaciones de seguridad por COVID-19 reduciría los incentivos de las empresas para implementar nuevas y mejores estrategias. La pregunta en cada lugar de trabajo pasaría de “¿Estamos haciendo esto de manera segura y lo podemos hacer mejor?” a “¿Estamos cumpliendo con las reglas de OSHA?”
El aprendizaje horizontal. Volkswagen está re-abriendo algunas de sus fábricas europeas luego de realizar 100 cambios en el lugar de trabajo. VW ha sido inundada con pedidos de otras empresas acerca de los procedimientos de seguridad que está utilizando, y entonces la empresa ha publicado sus ideas en línea. Las empresas estadounidenses también están estudiando a las empresas chinas que fueron capaces de abrir de manera segura. Este tipo de aprendizaje horizontal es superior a los muchas veces mal informados decretos que emanan de Washington. De igual forma, compartir recursos de manera horizontal durante las crisis es mejor que la intervención vertical, como se discute aquí.
Costos y beneficios. En teoría, se supone que los burócratas federales diseñan regulaciones comparando los costos y beneficios de varias reglas posibles, pero el proceso es una forma cruda de tomar decisiones en una economía, incluso luego de que las reglas han sido estudiadas por años. En la actual crisis, los reguladores tendrían poco tiempo de siquiera tratar de tomar decisiones equilibradas. Los líderes empresariales conocen sus propias áreas de trabajo, sus empleados, y sus clientes, y pueden tomar mejores decisiones acerca de una re-apertura basándose en su conocimiento local.
Flexibilidad. La naturaleza de la amenaza del COVID-19 cambiará a lo largo del tiempo. Los científicos podrían aprender más acerca de la transmisión del virus en superficies y a través del aire. Puede que se desarrollen drogas que reduzcan los riesgos de salud. Se podrían desarrollar nuevas estrategias y tecnologías de seguridad. Considerando esto, las empresas necesitan la libertad para ajustar sus procedimientos de seguridad a través del tiempo. Las regulaciones fijarían reglas que pronto podrían quedar rezagadas conforme las condiciones cambian.