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MITOS Y LEYENDAS

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Scientia:

 
El rey Midas


Baco despuíés de la muerte de Orfeo, se conduce al reino de Midas.
Este prrí­ncipe lo recibió magnificamente y lo retuvo durante diíéz dí­as, que fueron empleados en jolgorios y festines. Al onceno dí­a partieron para Ladia, donde este mismo rey entregó a Baco su huíésped. Encantado este dios de volver a ver a Sileno, ordenó al rey de Frigia le pidiera todo lo que deseaba. Midas, sin medir lo peligroso de su petición, le rogó que todo cuanto íél tocara se transformara en oro. Consintió Baco en su deseo, retirandose Midas colmado de felicidad. Por de pronto tomó una rama de árbol, cambiándose al momento en una rama de oro. Arrancó unas espigas de trigo y se transformaron al momento en la más preciosa mies. Apenas tocó las puertas de sus palacio, comenzaron a despedir colores refulgentes. Al lavarse las manos, el agua que caí­a tomó un color que hubiera podido engañar a Dánae. Encantado de virtud tan extraordinaria, se entregó a los transportes de su alegrí­a. Cuando fue a la mesa y quiso tomar el pan, se le convirtió en oro. Lo mismo le sucedió con todas las demás viandas y el vino. Sorprendido por este detalle, con el que no contó, rico y pobre a la vez, detestó una opulencia tan funesta y se arrepintió de haberla deseado. En medio de tanta abundancia no podí­a sastisfacer su hambre ni aplacad la sed que le devorava. << Padre Baco -imploraba-, reconozco mi falta; perdonamíé y librame de un estado que no es bueno sino en apariencia.>> Baco, dulce y bienhechor, le concedió de nuevo su petición. << Vete y lava tus manos en el rí­o que corre cerca de la ciudad de Sarde, introdúcete en sus aguas para purificarte del pecado cometido.>> Midas obedeció, y al perder íél la virtud de convertir en oro todo lo que tocaba, se la transmitió al Pactolo, que tiempos despuíés arrastraba arenas de oro. Como este rí­o se desvorda con frecuencia e inunda las campiñas, se encuentran en ellas las venas de oro que íél deja.

OVIDIO. LAS METAMORFí“SIS. Libro Undíécimo I.

Scientia:
 La torre de babel       


 
Toda la tierra tení­a una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí­. Y se dijeron unos a otros: "Ea, hagamos ladrillos y cozamoslos al fuego". Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: "Ea, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cuspide llege hasta el cielo. Hagamonos así­ famosos y no estemos mas dispersos sobre la faz de la tierra". Mas Yavíé descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: "He aquí­ que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí­ mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros". Asi Yavíé los disperso de allí­ sobre toda la faz de la tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamo Babel, porque allí­ confundió Yavíé la lengua de todos los habitantes de la tierra y los dispersó por toda la superficie.

LA BIBLIA. Gíénesis 11.

Scientia:
El mito de los gemelos       


 
Los tuscarora, una de las tribus iroquesas,cuentan lo que sigue:
En el principio de los tiempos, una mujer en cinta de gemelos cayó por un orificio del mundo superior donde viví­a hasta nuestro propio mundo, que entonces era un desierto envuelto en tinieblas, uno de los gemelos portador de un espí­ritu malo, salió por la fuerza del cuerpo de su madre, lo que la mató. El buen gemelo se dedicó entonces a crear plantas y animales. El malefico trató de imitarle, pero sólo consiguio crear regiones desíérticas y reptiles. El fue quien creó el cuerpo de los hombres, mientras que su hermano el bueno les daba las almas. Finalmente, el gemelo malefico retó a su hermano a un combate singular, duelo en que estaba en juego la dominación del mundo. Perdió, y desde aquel momento quedó condenado a reinar sobre los muertos y a ser para siempre un espí­ritu del mal.


RELIGIONES DE LOS PUEBLOS SIN TRADICION ESCRITA.SIGLO XXI. Religiones de los indios de Amíérica

Scientia:
 El origen de la osa Mayor y Menor       


 
Júpiter desciende a ver la tierra donde se encuentra con Calistro, violandola. De esta relación nace Arcas. Encelada, Juno se venga del adulterio convirtiendo a Calistro en osa.
Condenada a vagar por valles y montañas, Calistro, convertida en osa, pasó dí­as y años luchando con lobos y alimañas feroces. Entre tanto, el hijo, Arcas, que ignoraba el paradero de su madre, habí­a llegado a la edad de quince años. Un dí­a que íél estaba poniendo redes en el monte Erimanto se encontró de manos a boca con ella, que perseguí­a las mismas piezas. Quedó inmóvil la madre, en su figura bestial. Miróla el hijo atemorizado, el cual, creyendo que la fiera podrí­a abalanzarse, se dispuso a clavarle su venablo. Y lo hubiera hecho a no ser porque Júpiter, terciando para evitar el parricidio, los arrebató a los dos convirtiendolos en vecinas constelaciones celestes. Las que se conocen con el nombre de osa Mayor y osa Menor.

Ovidio.Metamorfosis. Libro segundo III. 

Scientia:
Díédalo e ícaro       


 
Díédalo, anodadado de la larga jornada que llevaba en Creta y de un destierro que le alejaba de su patria, resolvió salir del lugar que miraba con verdadero horror; pero el mar poní­a a su deseo un obstáculo invencible. << Si la tierra y el mar -dijo un dí­a- me son cerrados por el tirano, íéste no sabrá cerrarme el camino de los aires. Aun cuando sea el dueño del mundo entero, el cielo no está bajo su poderí­o y podríé por el trazarme un camino.>> Hablando así­ Díédalo ideó un proyecto que jamás mortal alguno pudo concevir. Cogió plumas, pegandolas de forma tan admirable, que compuso dos alas en todo semejantes a la de los pájaros. ícaro, su hijo, que no sabí­a que trabajaba en su propia perdición reuní­a las plumas con un aire optimista, o bien reblandecí­a la cera que las debia de unir. Díédalo, al fin, hizo el ensayo sosteniendose, efectivamente en medio de los aires. Dirigiendole la palabra a ícaro, le habló de esta suerte: << Ten cuidado, hijo mí­o, de volar siempre a la misma altura; si desciendes demasiado, la humedad del agua apesantarí­a tus alas; si te elevas demasiado, el calor del sol te abrasarí­a; ten siempre un justo medio entre estos dos extremos. Sobre todo no te aproximes a las constelaciones de la Osa, del Boyero y de Orión, y guiatíé siempre por mí­.>> Le ató las alas, temblando de emoción, y con lágrimas en los ojos le explicó en breves palabras la manera de servirse de ellas. Le abrazó por última vez, tomando íél primero el vuelo, para dirigir el camino: semejante al pájaro que hací­a salir a sus polluelos del nido, así­ íél enseña a su hijo el peligroso arte de volar, teniendo siempre sus ojos puestos en ícaro. Sorprendidos con la estrañeza a la vista de tal prodigio, tanto el pescador como el pastor y el labrador les tomaban por dioses. Ya habí­a dejado a su izquierda la isla de Samos, cíélebre por el culto de Juno, y a la derecha la de Delos y Paros, Lebinta y Calimna, tan abundante en miel, cuando ícaro abandonó a su guia para elevarse más alto; el calor del sol derritió la cera que sujetaba las plumas de sus alas, cayendo al mar, que despuíés llevó su nombre. Díédalo al perder a su hijo de vista y ante el temor de perderlo para siempre, le llamó en vano: << ícaro, hijo mí­o, ¿dónde estás?>> seguí­a hablando, cuando de pronto vió las alas de su hijo flotando sobre las aguas del mar. Detestó mil veces la funesta invención que concibió y rindió los últimos deberes a ícaro en la isla que acababa de perder la vida.

OVIDIO. LAS METAMORFí“SIS. Libro Octavo II. 

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