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Autor Tema: Centros de Progreso: Amsterdam  (Leído 349 veces)

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Centros de Progreso: Amsterdam
« en: Agosto 29, 2021, 10:16:37 am »
Por... Chelsea Follett


Chelsea Follett destaca la importancia de la Amsterdam de la Era de Oro Holandesa, por su apertura al comercio, su tolerancia religiosa, y sus innovaciones financieras y de negocios.

Hoy presentamos la edición No. 15 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Nuestra columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de importantes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.

Nuestro dieciseisavo Centro de Progreso es Amsterdam entre la fundación de la república en 1581 y la invasión militar francesa en 1672. Durante la Era de Oro Holandesa, Amsterdam fue un centro temprano de globalización, siendo el ejemplo de la apertura a las ideas, personas y productos foráneos. En el siglo 17, los holandeses abrieron una red global de comercio con al Oriente Lejano y constituyeron una porción cada vez mayor del comercio mundial. La ciudad también era notablemente tolerante cuando se trataba de las libertades religiosas e intelectuales. Los filósofos controversiales y los refugiados religiosos ambos encontraron un lugar seguro en la ciudad. Amsterdam sirvió como la central de la primera corporación multinacional del mundo, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, que fue fundada en 1602. Amsterdam puede llevarse el crédito por ser el hogar de la primera bolsa de valores, que ha funcionado de manera continua desde principios del siglo 17, y que es comúnmente considerada como el mercado de títulos y valores realmente más antiguo del mundo.

Conforme el comercio y las finanzas enriquecieron a la ciudad, Amsterdam también se volvió una líder global en ciencias y arte.

Hoy, la ciudad portuaria de Amsterdam sirve como la capital de Países Bajos, pero no es el sitio del gobierno del país, que se encuentra en La Haya. También es la ciudad más poblada de Países Bajos. La ciudad es conocida como “La Venecia del Norte” debido a sus múltiples canales que datan desde el siglo 17 y que han sido reconocidos por la UNESCO como un Sitio Patrimonio de la Humanidad. Las murallas de la ciudad fueron construidas entre 1883 y 1920, conocidas como la Línea de Defensa de Amsterdam, comprenden otro Sitio Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

La ciudad es famosa por su vida nocturna y muchos sitios históricos y museos como el Museo de Van Gogh. El palacio real de Holanda también está en Amsterdam, aunque la actual familia real no usa el palacio como su residencia principal. La ciudad sigue siendo el centro comercial de Países Bajos así como también uno de los principales centros financieros de Europa. Amsterdam también es una de las ciudades más multiculturales del mundo, con al menos 177 nacionalidades distintas representadas entre sus residentes. Ese grado extraordinario de multiculturalidad es parte del tejido antiguo de la ciudad.

Amsterdam toma su nombre de los orígenes de la ciudad como una aldea de pescadores que surgió en el siglo 12 en una zona plana y baja cerca de una represa en el río Amstel. Partes de Amsterdam están debajo del nivel del mar, sobre tierra que los holandeses recuperaron exitosamente de los lagos, los manglares y el Mar del Norte. Como el escritor sueco Joakim Book lo expresó, “Durante siglos, las personas que vivían a lo largo de las costas atlánticas han escarbado y colocado diques en ciertas zonas cuando la marea subía, gradualmente secando los manglares salados y expandiendo la tierra…Hoy más de un tercio del territorio de este próspero país del norte de Europa se encuentra debajo del nivel del mar…los holandeses tienen uno los sistemas anti-inundación más sofisticados de cualquier parte del mundo”. Incluso hoy, los holandeses se encuentran entre los mejores ingenieros hidráulicos del mundo, y la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles colocó a los sistemas de protección de agua del país en su lista de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.

Históricamente, Amsterdam no solo era el centro del ingenio, pero de la tolerancia y la apertura. Durante las guerras religiosas de Europa, Amsterdam fue el refugio de los protestantes de vario tipo, incluyendo los hugonotes franceses. La ciudad se enorgullecía de concederle libertad de conciencia (geweten) a todos sus residentes, lo cual era consistente con las creencias de la facción calvinista que dominaba la ciudad. La tolerancia de la ciudad no satisfacía los estándares modernos, por supuesto.

Las señales públicas del catolicismo eran ilegales, y las Iglesias Católicas debían satisfacer criterios sumamente restrictivos y permanecer escondidos de la vista pública. Pero, en una era en que la intolerancia religiosa podía ser letal, e incluso en la que distintas denominaciones Protestantes muchas veces se oponían ferozmente entre sí, Amsterdam adoptó una estrategia de relativa apertura. Los habitantes de Amsterdam le daban la bienvenida y buscaban a los extranjeros bien calificados y ricos de diversos credos, viendo a los intelectuales y comerciantes bien conectados a nivel internacional como miembros valiosos de la sociedad. Ellos hicieron eso en momentos en los que muchos otros países europeos estaban volviéndose más aislados e intolerantes de otras religiones.

Amsterdam se convirtió en una boyante metrópolis conforme la población se duplicó hasta llegar a alrededor de 50.000 entre 1570 y 1600. Para el año 1600, un tercio de los residentes de Amsterdam habían nacido en el extranjero.

Amsterdam también era el centro de la comunidad judío-holandesa. La revuelta en contra de los españoles que condujo a la fundación de la República Holandesa y desató la Era de Oro del país también condujo a un flujo entrante de judíos ibéricos en busca de una mayor libertad religiosa.

Amsterdam pronto le dio la bienvenida a los refugiados judíos de la Guerra de Treinta Años (1618-1648) y de la Guerra Cosaca-Polaca (1648-57). Hasta este día, uno de los apodos de la ciudad es “Mokum”, una palabra en yiddish que significa “lugar” o “refugio seguro” (siglos después, durante la Segunda Guerra Mundial, Anne Frank y su familia célebremente se escondieron de  la persecución de los Nazis en una casa de canal en Amsterdam que fue construida en el siglo 17). La tolerancia de Amsterdam ayudó a la ciudad a crecer. Para la década de 1660, casi al final de la Época de Oro Holandesa, la población de la ciudad superó las 200.000 personas. Esa es aproximadamente la misma población de Madison, Wiconsin hoy (Para poner esto en perspectiva, la ciudad más grande en ese entonces era probablemente Constantinopla o Pekín, ambas con más de 700.000 personas).

Amsterdam fue central a la Era de Oro Holandesa, cuando los países bajos pasaron de ser una nación pequeña y oscura en el Mar del Norte a ser uno de los países más influyentes del mundo. De hecho, Amsterdam ha sido denominada la “capital de la Edad de Oro”. Por lo tanto se puede decir que el surgimiento de los Países Bajos se derivó de una expansión económica rápida y continua centrada en Amsterdam.

Entre las principales exportaciones holandesas se encontraban el queso y el pescado del Mar del Norte, como el arenque. En 1602, varias empresas holandesas que competían entre sí unieron fuerzas para conformar la primera corporación multinacional del mundo, con sede en Amsterdam. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales facilitó el comercio con la India Mogol durante su periodo de pre-industrialización. La empresa importaba productos como textiles y sedas, proveía las embarcaciones, y se diversificó hacia otras actividades comerciales. Por su complejidad, ha sido llamada como una precursora de los conglomerados. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales también ha sido llamada la precursora de la corporación moderna. La mega-corporación era tanto una empleadora trans-continental como una pionera de la inversión extranjera directa. La formación de la empresa fue probablemente un episodio clave en el amanecer del capitalismo moderno. Debe notarse que la empresa estuvo, espantosamente, también relacionada con el comercio holandés de esclavos y el expansionismo colonial. La esclavitud todavía era común en muchas sociedades de la época, y los colonizadores holandeses no eran la excepción.

La apertura al comercio de Amsterdam se extendió más allá de los productos y servicios tradicionales; los habitantes de Amsterdam también intercambiaban acciones. Es cierto que Brujas fue el lugar de la primera bolsa de valores, donde los itinerantes banqueros italianos comercializaban títulos y valores en el hotel de la familia Van der Buerse (lugar del cual se derivó la palabra bourse) a principios del siglo 15.

Sin embargo, la mayoría de los académicos están de acuerdo en torno a que Amsterdam se puede llevar el crédito por ser el lugar de la primera bolsa de valores en el sentido moderno. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales estableció la Bolsa de Valores de Amsterdam en 1602, y la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales no solo se convirtió en la primera corporación moderna, sino también la primera corporación en el mundo que estuvo registrada en una bolsa de valores.

El comercio a larga distancia por barco era una empresa riesgosa, viajando los productos desde Asia hacia Europa y corriendo estos el riesgo de ser perdidos en naufragios o por el robo de piratas. La bolsa de valores permitía a la empresa esparcir los riesgos (así como también los dividendos) del comercio internacional entre un grupo amplio de inversores. Cuando el viaje acababa en un naufragio, ninguna entidad individual tenía que asumir el costo total de la perdida. Cuando una expedición era exitosa, muchos inversores se beneficiaban. Los accionistas pronto obtuvieron la capacidad de transferir sus acciones a terceras partes, y para mediados del siglo 17, la floreciente bolsa de valores inspiró la formación de “clubes de comercialización” alrededor de Amsterdam. Esos clubes se reunían en las cafeterías u hoteles alrededor de la ciudad para discutir las transacciones y cultivaron una creciente comunidad de comercializadores. Los Países Bajos fueron también, desafortunadamente, el hogar de la gran burbuja financiera especulativa, cuando el precio contractual del bulbo de tulipán se disparó en el mercado a futuros hasta llegar a niveles sin precedente antes de colapsar en 1637.

El historiador francés Fernand Braudel cuestionó la visión ampliamente difundida de que Amsterdam fue el lugar de la “primera bolsa de valores moderna”, pero concedió que la bolsa de valores de Amsterdam tuvo una importancia histórica: “Lo que era nuevo en Amsterdam era el volumen, la fluidez del mercado y la publicidad que recibió, y la libertad especulativa de las transacciones”. En pocas palabras, la cantidad de actividad comercial que se dio en la Bolsa de Valores de Amsterdam no tenía precedentes.

Amsterdam se volvió cada vez más próspera, gracias a su papel como un centro financiero y como un jugador clave en el comercio internacional. Conforme la República Holandesa se volvió uno de los países más ricos del mundo, los holandeses destinaron cada vez más fondos a la ciencia y las artes. Durante esa época, los holandeses inventaron la microbiología, descubrieron la luna Titán de Saturno e inventaron el reloj de péndulo. La Era de Oro Holandesa también produjo algunos de los pintores más amados en la historia como Rembrandt (1606-1669), quien trabajó en Amsterdam, y Vermeer (1632-1675), quien vivió en Delft pero recibió financiamiento artístico de residentes de Amsterdam, incluyendo al comerciante de sedas y colector de arte Hendrick Sorgh (1666-1720).

La conocida tolerancia de Amsterdam atrajo pensadores de vanguardia como el filósofo francés René Descartes (1596-1650) y el inglés considerado “padre del liberalismo”, John Locke (1632-1704), para que se refugiaran momentáneamente allí. La atmósfera de la ciudad también le dio a los residentes nativos como el filósofo Baruch Spinoza (1632-1677) la libertad intelectual para explorar sus ideas. Amsterdam estaba dispuesta a imprimir muchos libros controversiales que otras ciudades europeas no podían, alentando a varios intelectuales en el extranjero —como el filósofo político inglés Thomas Hobbes (1588-1679)— a coordinar esfuerzos para que sus libros fuesen impresos en dicha ciudad holandesa.

La Era de Oro Holandesa llegó a un final abrupto en 1672, que es comúnmente llamado el “Año desastre”, cuando irrumpió la guerra Franco-Holandesa. Las tropas francesas y sus aliados causaron una gran destrucción en Países Bajos. Los holandeses solo lograron detener el avance de Luis XVI inundando intencionalmente su país. Los holandeses habían desarrollado un ingenioso sistema de defensa llamado la Línea de Agua Holandesa. La Línea de Agua Holandesa podía inundar rápidamente la nación y transformar a Países Bajos en algo muy parecido a una serie de islas. Los holandeses usaban su inundación intencional como una táctica militar desde la Guerra Holandesa de la Independencia (1568-1648), pero la Línea de Agua Holandesa llevó este concepto a otro nivel. Los holandeses deliberadamente inundaron su país con una capa de agua que era lo suficientemente profunda como para impedir que unas fuerzas armadas invasoras pueden avanzar a pie, pero con insuficiente profundidad como para que puedan atravesar las embarcaciones. La inundación detuvo totalmente los movimientos a lo largo de Países Bajos y detuvo la invasión francesa.

Quizás ninguna ciudad ejemplifica de mejor manera los beneficios de la apertura social y de la globalización temprana como la Amsterdam de la Era de Oro Holandesa. Al darle la bienvenida a las personas, productos, e ideas extranjeras, lo que empezó como una pequeña aldea de pescadores se convirtió en la próspera capital global de la filosofía, la ciencia, y el arte. El comercio de largo alcance, las nuevas estructuras corporativas, las innovaciones en finanzas y la ingeniería, y la aceptación de los refugiados intelectuales y religiosos, todos ayudaron a hacer de Amsterdam exitosa. Por sus múltiples logros innovadores y por la subyacente apertura que ayudó a hacerlos posibles, Amsterdam del siglo 17 merece ser nuestro dieciseisavo Centro del Progreso.


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