Joseph Quinlan
Nada está más de moda en estos días que escribir el obituario de la globalización.
La tragedia resultante dejaría cicatrices duraderas en los EE. UU. Pero lo que falta en el debate sobre la desglobalización es esto: si el mundo de los flujos transfronterizos sin restricciones de bienes, servicios, personas, capital y datos es realmente una cosa del pasado, entonces una de las mayores apuestas de las empresas estadounidenses de la era de la posguerra está a punto de quebrar.
Ninguna entidad en el mundo ha apostado más recursos a la globalización en las últimas cuatro décadas que las multinacionales estadounidenses. El stock de inversión extranjera directa en Estados Unidos aumentó de $ 215 mil millones en 1980 a $ 8,1 billones en 2020, según cifras de las Naciones Unidas. Los Países Bajos, con unos 3,8 billones de dólares en acciones de IED en 2020, ocuparon un distante segundo lugar, lo que subraya el hecho de que nadie tiene una presencia global más grande que las empresas estadounidenses.
Globalizarse se convirtió en el mantra de muchas empresas estadounidenses a medida que el mundo de finales del siglo XX se desbloqueaba con la caída de las barreras comerciales, las reformas de inversión, la liberalización de la industria, la caída de los costos de comunicaciones y transporte y la proliferación de bloques comerciales regionales. Estas dinámicas estructurales se complementaron con eventos seminales y únicos como la apertura de China, las reformas económicas en India, la ampliación de la Unión Europea y el colapso del comunismo.
Las filiales extranjeras de EE. UU. han liderado la carga en el exterior. Los soldados de a pie globales de las empresas estadounidenses, estas filiales extranjeras ahora se pueden encontrar en prácticamente todos los países del mundo y sumaron casi 39,000 en 2019, según los últimos datos de la Oficina de Análisis Económico.
El ejército de afiliados de Estados Unidos es una potencia económica en sí misma, con una producción de casi $ 1,5 billones en 2019. Eso es equivalente a la producción total de Brasil o España. Emplean a casi 15 millones de trabajadores, con ventas de filiales extranjeras de EE. UU. por un total de $ 6,8 billones en 2019, una cifra unas 2,5 veces mayor que las exportaciones de bienes y servicios de EE. UU. La diferencia subraya cómo las empresas estadounidenses entregan principalmente sus bienes y servicios a clientes extranjeros, a través de inversiones y ventas afiliadas, no a través del comercio (exportaciones) en condiciones de igualdad.
La mayor parte de estos afiliados, aproximadamente el 60%, se encuentran en los países desarrollados, en particular la Unión Europea. Cuando se trata de aventurarse en el extranjero, las empresas están más interesadas en obtener acceso a consumidores adinerados y trabajadores calificados, en lugar de buscar mano de obra barata. En consecuencia, aproximadamente el 90 % de las ventas de las filiales de EE. UU. son para el mercado local, en lugar de exportarlas a EE. UU. Las filiales no son entidades independientes, sino que están integradas con entidades matrices de EE. UU. a través de cadenas de suministro globales. Estos vínculos promueven el comercio transfronterizo de bienes y servicios, lo que a su vez respalda las exportaciones de EE. UU. y las correspondientes actividades de inversión y empleo en EE. UU.
