El rumor ha ido ganando cuerpo de noticia posible con el paso de los horas. El Popular está quebrado como consecuencia de los pufos inmobiliarios en los que se ha visto envuelto en los últimos meses. Su situación patrimonial es preocupante y el Banco de España ha decidido tomar cartas en el asunto. BBVA es la entidad elegida para sacar a Angel Ron las castañas del fuego. El mercado, por su parte, ya anticipa lo peor, tal y como se desprende del comportamiento bursátil del banco que ahora dirige en el día a día Roberto Higueras. La operación es inminente. A fin de evitar el shock que este potencial colapso supondría para el sistema financiero español la compra se envolverá bajo el manto de una transacción amistosa. Se habla incluso de posibles ecuaciones de canje. Queda pendiente el establecer una salida digna para el equipo directivo de la adquirida. Pero la suerte está echada. Alea jacta est.
No síé que les parecerá a ustedes toda esta historia pero a mí me recuerda a la Guerra de los Mundos de Orson Wells. De la reacción de la ciudadanía ante aquel programa de radio, todos aprendimos una lección: lo importante no es que una cosa sea o no cierta, sino crear la apariencia de su certeza aunque en el fondo carezca de la más mínima consistencia, esto es: no tenga ni pies ni cabeza. Que es exactamente lo que ocurre en el caso que nos ocupa. Una trama que, a día de hoy, no hay por donde cogerla. Basta con analizar a los actores de esta tragicomedia, un ejercicio que parece que se han olvidado realizar los difusores de la desesperada, al menos para una de las partes, fusión fantasma. Luego nos detendremos en las dos entidades afectadas. De momento vamos con los teóricos impulsores de la idea.
Ni el Gobierno ni el Banco de España tienen, a día de hoy, la fuerza necesaria para impulsar una operación de este tipo. Empecemos por el segundo. BBVA es una entidad privada cuyos accionistas de referencia son, fundamentalmente, fondos extranjeros. Está sometida al escrutinio del mercado. No es una caja de ahorros sujeta a una mayor o menor tutela pública en sus órganos de administración. Desde ese punto de vista, cabría sugerencia por parte del regulador pero, en ningún caso, injerencia. La propia imagen de España quedaría severamente dañada. Más si cabe. Adicionalmente, y debido a lo que veremos a continuación, no creo que Popular sea a día de hoy la prioridad del supervisor, para que nos vamos a engañar. Con una mora que es la mitad de la de muchas cajas y una solvencia muy superior, la firma no se encuentra entre las primeras en la cola de la ventanilla de intervención. Seguro. Por lo que respecta al ejecutivo, su capacidad de coacción en el entorno actual es más que limitada. Quíé me puedes hacer si el mercado ya lo ha hecho todo por ti. Y más cuando en el pasado has intentado entrar en mi casa por la puerta de atrás de la mano de Luis del Rivero. No hay contraprestación posible y, por tanto, no hay iniciativa plausible. La fuerza del gobierno se debilita de la mano de la crisis.
Ni le urge al Popular, ni le interesa al BBVA.
Luego está el Popular. Que la gestión de la compañía en los últimos años de la burbuja de críédito ha sido nefasta es un secreto a voces. No lo dice McCoy. Basta con ver los charcos por los que transcurre el banco. La traición a un modelo de negocio que se había mostrado exitoso durante díécadas ha traído consigo la debilidad actual que se ha manifestado especialmente en el cuarto trimestre de 2008 donde ha tenido que declarar 450 millones de píérdidas por deterioro de activos. ¿Se puede extrapolar el mal resultado a futuro o es simplemente que quería dar 1.000 kilos de beneficio en el ejercicio, cifra redonda, y ha aprovechado para hacer limpia? Pregunta que me hago.
Sigo en cualquier caso con los negativos. Popular no deja de ser una entidad esencialmente domíéstica, con todo lo que eso conlleva de cara al futuro, que además mantiene un notable gap entre sus riesgos concedidos y los depósitos de la clientela, lo que le coloca en una posición vulnerable por su dependencia de la financiación mayorista. Una cuestión, íésta de la liquidez que, sin embargo, se ha visto temporalmente resuelta por las iniciativas tanto del Estado español como del BCE para o bien avalar las emisiones, o bien establecer cauces baratos de financiación. Por último, y aunque la firma alardea de ello como una fortaleza, lo cierto es que el alto ratio de cobertura de gastos con comisiones, uno de los elementos menos estables del negocio, podría volverse en su contra en un momento del ciclo como el que se avecina.
Aun así, sigue tratándose de un banco extraordinariamente eficiente, con unos buenos márgenes de negocio ordinario y una clientela fiel. Su ROE o rentabilidad sobre recursos propios es cercana al 18%, muy alta para ser como es una entidad fundamentalmente de banca comercial. Es verdad que su exposición al riesgo inmobiliario es elevada en relación con su tamaño y que eso se puede traducir con el paso del tiempo en una morosidad mayor que la media que afecte su solvencia. Pero no es el caso a día de hoy donde se encuentra entre las sociedades mejor capitalizadas (core capital del 7% que, recordíémoslo, era el objetivo a alcanzar por la ampliación de capital del Santander) y con un colchón de los más decentes en tíérminos de provisiones (un 2,71% de morosidad, en línea con el resto de la banca, y un 75% de cobertura que se amplía al 160% si se incluyen las garantías hipotecarias al 70% de su valor como la compañía hace). Niveles superiores, en cualquier caso, a los de Pastor, que tiene muchas papeletas en la rifa virtual a la que el mercado está jugando para acertar quiíén puede ser el primer damnificado serio de la crisis, y algo inferiores a los de Sabadell, por poner sólo dos ejemplos en el ámbito estrictamente bancario, cajas aparte. Les recomiendo un paseo por las 28 páginas de su presentación de resultados de 2008. Busquen, comparen y seguro que encuentran algo mucho peor. Víéndanlo.
En cuanto al BBVA, estoy más que convencido de que lo último que está buscando ahora es incrementar presencia domíéstica. Todo el esfuerzo de la entidad en los últimos años, con mayor o menor íéxito, ha ido encaminado internamente a explorar vías para mejorar la innovación y la eficiencia y externamente a conquistar nuevos mercados. La potencial compra del Popular supondría un retroceso de tal calibre en la consecución de sus planes que, salvo error u omisión, factores que a este humilde analista se escapan, resulta no sólo improbable sino casi imposible. No síé de dónde vendrías las sinergias de ingresos viendo las carteras de producto de ambas entidades. Lo que sí es cierto es que en el proceso actual de contracción de la actividad bancaria, se podrían lograr notables ahorros de costes en servicios centrales, tecnología y similares. ¿Y? Visto el ratio de costes sobre ingresos del Popular (31,9%), el mayor ajuste tendría que practicarse, precisamente, sobre la propia plantilla del BBVA. Cuando menos, un argumento no demasiado tentador como para emprender la operación.
Mi sensación personal, que puede estar muy equivocada, es que estamos ante un ejemplo más de profecía que alguien lanza al mercado con la intención de que íéste se la crea y termine por cumplirse. No es de extrañar cuando hay tantas posiciones cortas o bajistas sobre el valor y el campo está abonado para un estiíércol tan nutritivo como la quiebra del Popular. Sin embargo, por quíé pensar en una operación de este calado cuando cabe una ampliación de capital a la Santander, la entrada de un fondo distressed (no hay que olvidar que la compañía ya cotiza a 0,7 veces su valor en libros y a PER 6,25 si metemos a los resultados de 2009 un rejón del 20% respecto a los de 2008), el recorte del dividendo y tantas otras medidas que no han sido anunciadas pero que tendrían prelación sobre una idea como la que ahora circula por los mentideros de las finanzas. La respuesta es evidente: no son buenos tiempos, sin duda, para la reflexión, ese ejercicio que debería ser obligatorio y que hace que las evidencias afloren. Y íésta es una operación racionalmente carente de fundamento. Al menos, insisto, a día de hoy. Ahora bien: el lado oscuro del mercado va ganando cada día más la batalla. Sólo cabe pedir que la fuerza nos acompañe para vencerlo.