Se dice que los Esenios eran poseedores de un modo de vida excelente y virtuoso, llevaban una vida en total ostracismo, dedicada al trabajo agrícola y la oración, apegada al estricto cumplimiento de la Ley de Moisíés. Esta fraternidad de hombres y mujeres santos vivían juntos en una comunidad, y fueron las semillas de lo que más tarde sería la Cristiandad y la civilización occidental. Habitaban con máxima modestia en cuevas, cabañas o en celdas, como los antiguos hebreos, y sólo se reunían en el monasterio para realizar sus actos sagrados comunes, para orar y para las comidas. Practicaban la humildad, y por ello las tumbas de su cementerio eran de gran sencillez, sin adornos, inscripciones ni ofrendas.
De hecho, al investigar en las ruinas de Qumran se descubrieron bodegas, acueductos, baños rituales y un salón de asambleas. Uno de los cuartos más interesantes fue el escritorium, identificado por dos tinteros y algunas bancas para los escribas.
Como secta, los Esenios se habían separado del Templo de Jerusalíén, una especie de monjes que se regían por un consejo de 12 personas a cuyo mando estaba un enigmático personaje llamado Maestro de Justicia, un sacerdote de la estirpe de Zadok. Tras la muerte de su líder, pocos discípulos sobrevivieron y, al llegar Herodes el Grande, algunos quisieron reintegrarse en la sociedad judía puesto que la profecía de Jacob en el Gíénesis hacía referencia expresa de que el Mesías llegaría cuando el cetro de Israel ya no se hallara en manos de un judío (curiosamente, Herodes no era judío, sino idumeo). Lo cierto es que Herodes defraudó a los Esenios, y cuando le sucedió su hijo Arquelao en el año 152 a.C., descontentos con la frivolidad y decadencia del sacerdocio hebreo dominado por los fariseos y saduceos, se retiraron de la ciudad de Jerusalíén hacia el desierto, a Qumrán, donde se mantuvieron como uno de los principales grupos religiosos en que se dividía el judaísmo anterior a la destrucción del Templo de Jerusalíén, en el año 70 d.C.-Allí se mantuvieron hasta que en el año 68 a.C., las tropas romanas destruyeron el monasterio de Qumran y parte de su comunidad posiblemente como parte de las guerra entre romanos y rebeldes judíos.