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LOS ESENIOS

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Scientia:
Tanto los activistas como los más contemplativos, se destacaban como albañiles, carpinteros, tejedores y orfebres. Despuíés de Dios honraban con una gran veneración el nombre de su legislador, y si alguien blasfema contra íél, es condenado a muerte. En los asuntos judiciales son muy rigurosos e imparciales. Si algún miembro de la comunidad era sorprendido en un delito grave, se lo expulsaba y ni siquiera se le daba comida. Sin embargo, muchos se compadecí­an de los moribundos cuando estaban a puntos de expirar de hambre ya que creí­an que la tortura de haber estado a punto de morir era suficiente castigo por sus pecados.

En una íépoca en que se imponí­a el despotismo de los gobernantes de Judea y los celos de los sacerdotes corruptos, los Esenios se refugiaban en sus quehaceres agrí­colas y artesanales, ya que no practicaban el comercio, y entre ellos nada se vendí­a o se compraba, sino que cada uno daba y recibí­a lo que necesitaba. Su objetivo primordial era curar enfermedades fí­sicas y morales, sirviendo al Dios único con piedad y humildad. A pesar de vivir enclaustrados eran libres, trabajando los unos con los otros, sin admitir ninguna clase de servidumbre o esclavitud por considerarla ilí­cita.

Scientia:
Para los Esenios, el Hado dominaba todas las cosas, y todo cuanto sucede a los hombres es por decisión suya. Toda su doctrina está referida a Dios y postulaban la inmortalidad del alma. Se trataban entre ellos de hermanos –como harí­a luego Jesús con los demás en sus príédicas- y oraban tanto de rodillas al estilo de Salomón; con el rostro en tierra, como de pie a la usanza de David; en los casos de súplica, extendí­an las manos como el Patriarca y volví­an el rostro hacia el Santuario de Jerusalíén. Antes de salir el sol, no decí­an ninguna palabra profana, y rezaban algunas oraciones aprendidas de sus antepasados. A continuación, cada uno era enviado por los encargados a trabajar en lo que sabe. Aunque no hací­an nada si no era por orden del encargado, dos aspectos dependí­an sólo de ellos mismos: la ayuda a los demás y la compasión. Se les permití­a prestar auxilio a las personas que ellos consideren oportunas, cuando íéstas se lo pidan, y entregar alimentos a los necesitados, pero no podí­an dar nada a sus familiares sin la autorización de sus superiores.

Scientia:
Despuíés de haber hecho su tarea diligentemente hasta la quinta hora, se reuní­an de nuevo en un mismo lugar y con un paño de lino atado a la cintura se lavaban el cuerpo con agua frí­a. Tras esta purificación, entraban al comedor como a un recinto sagrado, ya que la comida comunal tení­a un carácter sacramental como señal fí­sica exterior de una realidad espiritual interior, como una anticipación del banquete mesiánico celebrando la victoria en la guerra santa y la inauguración del nuevo reino. La comida comienza con la bendición del pan y el vino por un sacerdote y por el administrador laico, quiíén son referidos en los textos litúrgicos como el Padre Mesí­as, el descendiente de Aarón, y el Rey Mesí­as, el descendiente de David. Los Hijos de la Luz, el ejíército victorioso del Señor, está sentado en la mesa, cada uno en su lugar establecido. En silencio, cada uno comí­a un pan y un plato con un único alimento. Antes de comer, el sacerdote rezaba una oración y no estaba permitido probar bocado hasta que no concluya la plegaria. Al acabar la comida, se pronunciaba otra oración y luego se quitaban la faja blanca y regresaban a sus trabajos hasta la tarde. Al regreso de sus faenas, cenaban de la misma forma, sin gritos ni agitaciones, y cediíéndose la palabra por turno entre ellos.

El sábado, el dí­a sagrado para los judí­os, no encendí­an fuego, ni moví­an objetos. Ni siquiera iban al baño.

Scientia:
Los Esenios se consideraban separados del resto del mundo porque la iluminación de su vida interna y su conocimiento de los ocultos misterios de la naturaleza eran desconocidos para otros hombres. Eran un grupo rigurosamente iniciático y esotíérico, con tres niveles para la Enseñanza regidos por rigurosas leyes de silencio. Su sabidurí­a mí­stica les habí­a enseñado a diferenciar entre las almas dormidas, las medio despiertas y las despiertas. Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas dentro de su comunidad.

Pese a que la Fraternidad era muy estricta sobre las leyes secretas en relación con su doctrina interna, cultivaban muchos puntos de contacto con las personas, principalmente a travíés de los sitios donde daban alojamiento a peregrinos, proporcionando ayuda en los perí­odos difí­ciles, y especialmente a travíés de la sanación de los enfermos. Estos sitios donde se impartí­an las enseñanzas básicas y se practicaba la sanación estaban localizados en lugares que tuvieran acceso público para que todas las personas pudieran acudir.

Scientia:
La mayorí­a de los Esenios superaba los 100 años de edad debido a su disciplina y simplicidad de su forma de vida. Despreciaban el peligro, acababan con el dolor por medio de la mente y creí­an que el cuerpo es corruptible y de que su materia perece, mientras que el alma permanece siempre inmortal. í‰sta procede del más sutil íéter y atraí­da por un encantamiento natural se une con el cuerpo y queda encerrada en íél igual que si de una cárcel se tratara. Cuando las almas se liberan de las cadenas de la carne, como si salieran de una larga esclavitud, ascienden contentas a las alturas. Así­, al igual que los griegos, sostení­an que las almas buenas irán a un lugar más allá del Ocíéano, donde no hay lluvia, ni nieve ni calor, sino que siempre le refresca un suave cíéfiro que sopla desde el Ocíéano. En cambio, para las almas malas, hay un antro oscuro y frí­o, lleno de eternos tormentos, por lo que exhortaban siempre a buscar la virtud y a alejarse del mal.

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