Hasta hace pocos, muy pocos años, era criterio prácticamente de la humanidad, incluidos los científicos de todos los campos, el de que el grado de inteligencia de una persona estaba previamente establecido por la naturaleza y evolucionaba naturalmente, según la edad, dentro de límites igualmente determinados. Hoy, a medida que las investigaciones progresan, cada vez son menos los hombres de ciencia que sostienen esa tesis.
Nadie ha podido aducir ninguna demostración científica que demuestre que la mujer tenga menos capacidad mental que el hombre; existen, más bien, algunos indicios que podrían llevar ala conclusión contraria.
El cerebro de una mujer no es superior ni inferior al del hombre.
El hecho de que el hombre tenga mayor disposición en unos campos del intelecto y las mujeres en otros parece deberse a factores de índole cultural.
Son múltiples de filósofos, escritores, artistas, científicos y hombres de Estado que han producido su mejor obra en temprana edad.
Pero mucho más grande todavía es la lista de aquellos que les han ofrecido a los demás hombres el mejor fruto de su trabajo despuíés de los cincuenta, de los sesenta, de los setenta y aun más años de edad.
Platón muere, en plena capacidad creadora, a los 80; Leibniz, en igual forma, a los 70;
Y Kant, a los 80;
Y Bergson, a los 72;
Y Víctor Hugo, a los 83;
Y Goethe, a los 83;
Y Verdi, a los 80;
Y Wagner, a los 70;
Y Matisse, a los 83;
Y Pasteur, a los 73;
Y Fleming, a los 74;
Y De Gaulle, a los 82;
Y Adenauer, a los 91;
Y Churchill, a los 91;
Y Picasso, a los 91;
Y Casals, a los 96;
La capacidad intelectual no depende de los años. El genio es joven a cualquier edad. Franklin empieza a estudiar electricidad cuando ya había cumplido los cuarenta años. Gauguin llega a descubrir la pintura a la edad de treinta y cinco años, y Fra Angíélico comienza a pintar a los cuarenta y seis.
La edad más bien puede convertirse en una ventaja, porque a mayor edad, mayor experiencia; y a mayor experiencia, mayor diversidad de ideas relacionables. Por eso, si se fuera a determinar la edad promedio de las más grandes creaciones de la humanidad, tal vez estaría situada alrededor de los sesenta años.
Ya está suficientemente demostrado que, dentro de las mismas condiciones, la efectividad intelectual de los hombres puede ser la misma, cualquiera que sea la raza a la que pertenezcan.
El racismo va desapareciendo con celebridad de los centros de investigación de todo el mundo.
Pero, curiosamente, lo que ya no se cree de las razas se sigue creyendo de las personas en particular. Constituye una especie de "racismo individualizado" la posición que considera que los hombres tienen, desde el momento de nacer y por obrar de la misma naturaleza, una capacidad intelectual diferente.
Es cierto que de hecho la afectividad intelectual de los hombres es distinta, pero su capacidad es semejante.
Esa posición, si se analiza pormenorizadamente, envuelve en el fondo un pesimismo radical inconsciente en la mayoría de los casos y muy difícil de detectar en todos ellos, que no se compagina con los principios de los cuales la humanidad se siente más orgullosa y sobre los que aspiramos a construirla civilización del futuro
Es necesario romper las ataduras de que la inteligencia está prefijada al nacer.
En contra de esta afirmación podría argumentarse que hasta el presente lo más grandes logros de la civilización de le deben a la raza blanca. Este es un hecho indiscutible
¿A quíé se debe? Para responder es necesario preguntarse, en primer lugar, por la razón de la existencia misma de la raza blanca.
Y puede afirmarse que íésta existe porque el organismo humano necesita vitamina D. Una piel que, por falta de una sustancia llamada melanina, sea blanca, absorbe en mayor grado los rayos ultravioletas provenientes del sol, imprescindibles por la formación de esa vitamina y escasos en las regiones cercanas a los dos polos de la tierra; y, por otra parte, una piel oscura sirve de protección en las regiones tropicales, donde esos rayos exceden de lo necesario.
Por la misma falta de sol, para los hombres de la raza blanca ha sido muy duro a travíés de los siglos el esfuerzo por la obtención del vestido, la alimentación y la vivienda, indispensables para poder subsistir. Para ellos la vida ha sido más difícil que para los miembros de cualquier otra raza.
Han tenido que luchar más
Y porque han tenido que luchar más- y no por ser blancos- han progresado más.
Es el medio externo, como acicate, y no la naturaleza, lo que ha condicionado su transitoria superioridad.
La ciencia está por rechazar definitivamente la creencia, en un tiempo muy en boga, de que la capacidad mental es una resultante del peso o del tamaño del cerebro. Puede haber, sí, reacciones cerebrales distintas, por que el flujo sanguíneo que llegue a cada cerebro sea diferente, por razones atinentes a la condición general de los individuos.
Pero definitivamente, la historia de la evolución de la efectividad mental del hombre no es la misma historia de la evolución de la especie.
Así fue en el pasado y así será en el futuro.
Los gemelos provenientes de un mismo huevo y cuya combinación de genes es idíéntica, desde el punto de vista hereditario, son como si se tratara de la misma persona repetida, o, si se prefiere, cortada en dos partes exactamente iguales. Si la inteligencia de una persona dependiera en forma determinante de la herencia, entonces gemelos de ese tipo, aun educados en medios diferentes, deberían tener un mismo grado intelectual o, al menos, muy aproximado.
Y, muy al contrario, en estudios científicos realizados aparecen diferentes notables, según el tipo de enseñanza recibida.
Aun aquellos que creen que la inteligencia depende en buena medida de la disposición hereditaria, admiten que más importante todavía es la formación recibida al comienzo de la vida.
Nunca puede perderse de vista la importancia vital que para cualquier aprendizaje, en primer lugar el de la vida misma, tienen los siete primeros años de la existencia de un ser humano.