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Autor Tema: LA OBRA DE LAS JERARQUÍAS EN NUESTRA EVOLUCIÓN  (Leído 664 veces)

Scientia

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LA OBRA DE LAS JERARQUÍAS EN NUESTRA EVOLUCIÓN
« en: Septiembre 06, 2022, 05:31:27 pm »
LA OBRA DE LAS JERARQUÍAS EN NUESTRA EVOLUCIÓN 2ª parte
 (para estudiantes avanzados de filosofía oculta rosacruz)
SEÑORES DE LA SABIDURÍA o Dominaciones según la iglesia. Esa Jerarquía nos facilitó el germen o átomo simiente del cuerpo etérico en el Período Solar y, a la vez, los Querubines (Espíritus de la Armonía) nos despertaron el Principio o segundo aspecto del Espíritu llamado “Espíritu de Vida”. De acuerdo con esto, es evidente que los Querubines estaban más evolucionados que los Señores de la Sabiduría y que estos últimos no tenían el poder suficiente para despertar ese Principio espiritual. La nebulosa oscura y caliente del anterior Período de Saturno había evolucionado algo más (y nosotros en ella) y se había convertido en una especie de gas brillante, y nosotros ya comenzábamos a tener cierta sensibilidad hacia las influencias externas de las Jerarquías. Nuestra evolución se alcanzaba, pues, en un estado gaseoso.
La semilla del cuerpo etérico ya contenía de forma latente lo que hoy es, es decir, el poder de asimilación y excreción de los alimentos, el crecimiento del cuerpo físico, los medios de propagación de la especie, etc. Eso mismo ocurrió con el germen del cuerpo físico que nos dieron en el anterior Período pues, en él ya iba la posibilidad de desarrollarse un cerebro, un sistema nervioso, etc. Por tanto, en este segundo Período, el Período Solar se retomaron los trabajos sobre el cuerpo físico y se comenzaron los del cuerpo etérico. Evidentemente, la obra de las Jerarquías era complementaria haciendo cada una su trabajo de manera que esos cuerpos pudieran compenetrarse y conectarse mutuamente.
Aquellos grandes cuerpos se hacían más grandes porque absorbían materiales del exterior por ósmosis (absorción y filtración) y la forma de propagación era la misma que en el Período de Saturno pero sin ser las dos formas iguales. El estado de consciencia era el de “sueño sin ensueños”.
SERAFINES O “Espíritus del Amor”. Esta Jerarquía nos despertó el tercer Principio del Triple Espíritu llamado “Espíritu Humano” en el tercer Período Lunar. Junto a esta Jerarquía trabajo la llamada Señores de la Individualidad, llamada por la iglesia “Virtudes”. Ellos nos dieron el germen o átomo simiente del cuerpo de deseos gracias al cual hoy tenemos deseos, sentimientos y emociones.
El espacio donde nosotros estábamos evolucionando en el Período Lunar ya no era ni de calor ni tan brillante sino que era de humedad densa como efecto del calor del núcleo y el frío del espacio; era una especie de niebla ígnea. Aquí comenzó el sendero hacia la individualización porque del Espíritu Humano se forma el Ego reencarnante. Las anteriores Jerarquías hicieron sus trabajos sobre los tres principios espirituales y sobre los cuerpos para hacerlos evolucionar un poco más y para que en un futuro (en nuestro Período Terrestre) pudieran estar todos concéntricos. Recodemos que es el Ego quien a través de la mente puede controlar el cuerpo de deseos y experimentar con los cuerpos etérico y físico aquí en la Tierra.
Cada Jerarquía no solo reconstruye lo que contienen lo que los átomos simiente tienen de forma latente o embrionaria, sino que colaboran entre ellas. Por ejemplo, el átomo simiente del cuerpo físico que nos facilitaron en el Período de Saturno ya tenía órganos embrionarios y de los sentidos en el Período Solar; en el Período Lunar se le facilitó la manera de que tuviera en un futuro un sistema nervioso, otro muscular, un esqueleto, etc. También las Jerarquías superiores reaparecieron en este Período para unir los tres principios o aspectos del Espíritu para que en un futuro pudiera desarrollar sus poderes gracias a las experiencias de los cuerpos en cada renacimiento.
Es necesario recordar que nosotros, como Espíritus Virginales, éramos omniconscientes en nuestro mundo cuando Dios nos diferenció, pero como debíamos desarrollar la conciencia de “sí mismo”, en cada Período se nos velaba un poco más esa omniconsciencia para que despertáramos la conciencia hacia el exterior pero ya como autoconciencia. Cada mundo, a partir del nuestro original, es de “materia” cada vez más densa y por eso aquí estamos totalmente cegados respecto al Espíritu y a los mundos espirituales; sin embargo, hemos desarrollado la conciencia externa de vigilia. El hecho de velar nuestra omniconciencia impide que veamos y vivamos lo que hay en los mundos espirituales, eso nos cerró la conciencia al sentimiento de unidad, pero también nos obligó a mirar hacia adentro hasta encontrarnos y reconocernos como un Ego separado de los demás. La propia evolución anulará la ilusión del mundo físico y de la separatividad, desarrollando entonces de nuevo la omniconsciencia pero con un sentimiento de individualidad.
La conciencia en este Período era similar a la de “sueños con ensueños”, la conciencia pictórica que tienen los animales domésticos. Los cuerpos ya no eran como gérmenes sino que estaban conectados a esa niebla ígnea por un cordón (parecido al del embrión) a través del cual se alimentaban.
Evidentemente, desde el primer Período de Saturno hasta el Período Terrestre ha habido grandes divisiones entre los millones de Espíritus que componíamos ese enjambre original, unos han progresado correctamente y otros no quedándose rezagados por su falta de adaptación, de esfuerzo, etc. Así que, según Max Heindel, las razas Arias tenemos los tres Principios espirituales despiertos y los tres cuerpos y la mente en desarrollo; es decir, no nos hemos quedando tan atrás. Los atrasado del Período de Saturno tienen despiertos los principios de Espíritu Divino y de Vida y los cuerpos físico, etérico y de deseos (antropoides) Los atrasados del Período Solar tienen lo mismo que los del Período de Saturno. Los atrasados del Período Lunar tienen despierto los principios Espíritu Divino y de Vida y los tres cuerpos (Mongoles, africanos y demás) Por consiguiente nuestra oleada de vida está renaciendo en razas humanas y en antropoides.
Francisco Nieto