Agencias
Durante meses, el gobierno sueco ha tratado de restar importancia a una crisis inmobiliaria que ha ahogado la confianza en el Estado nórdico, repitiendo un mensaje sencillo: Aunque algunas empresas tienen problemas, el país no.
Ahora Heimstaden Bostad, un inversor inmobiliario de 30.000 millones de dólares con franjas de viviendas desde Estocolmo a Berlín, está lidiando con una crisis de financiación multimillonaria, que se ha cebado con uno de sus propietarios: el mayor fondo de pensiones del país.
Esto, sin duda, eleva las apuestas para Suecia, la nación europea más afectada por la debacle inmobiliaria mundial desencadenada por la fuerte subida de los tipos de interés el año pasado, que puso fin abruptamente a una década de dinero prácticamente gratis.