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Autor Tema: ¿Son correctos los cambios de estrategia de los grandes lí­deres?  (Leído 608 veces)

Zorro

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¿Son correctos los cambios de estrategia de los grandes lí­deres?

Nos sentimos desconcertados por la reciente orden del presidente Barack Obama, autorizando la escalada de las acciones militares en Afganistán con el enví­o de otros 17.000 soldados.

Si la historia de ese paí­s nos ha enseñado algo, es que la guerra convencional no funciona muy bien frente a tácticas guerrilleras de luchadores por la libertad que defienden un territorio poco conocido. Por eso, tenemos la esperanza de que el presidente reconsidere su posición en las próximas semanas.

Temor al flip-flopping
Y mientras lo hace, esperamos que no sufra el sí­ndrome que aflige a todo lí­der que se ha parado alguna vez en un podio con el fin de formular un audaz y definitorio pronunciamiento sobre estrategia, tal y como lo hizo Obama cuando prometió apuntalar los esfuerzos en Afganistán, mientras estaba inmerso en la campaña electoral. Llámelo temor al flip-flopping -cambiar a cada rato de parecer-.

Es difí­cil saber exactamente cuando flip-flopping se convirtió en una palabra sucia en el lenguaje de los lí­deres. Pero hace unos pocos años ese epí­teto fue utilizado con candidatos de ambos partidos. Tambiíén afectó gravemente a las campañas, por ejemplo, de John Kerry, el candidato presidencial demócrata en 2004, y a Mitt Romney durante las primarias republicanas en 2008.

¿Un terrible fallo moral?
En esos casos, los crí­ticos hicieron creer que revisar una posición en algún tópico determinado era un terrible fallo moral. Eso es insensato. La esencia de un gran liderazgo consiste en hacer frente a la posibilidad de que una estrategia ha perdido el rumbo o que una posición resulta anticuada.

Y es la responsabilidad de todos los lí­deres que se encuentran en esa difí­cil situación la de cambiar de dirección con rapidez, comunicar el cambio a todos, y avanzar sin cargar la situación a nivel emocional, o consentir caprichos.

Los cambios ocurren. Y, por lo tanto, tambiíén debe cambiar el esquema mental de un lí­der, especialmente en dos circunstancias.

Revisionismo sin lí­mites
Pero antes de describir esas circunstancias, una advertencia. Estamos obviamente hablando de revisionismo, pero siempre dentro de ciertos lí­mites. No hay nada más frustrante que un gerente que cambia de opinión según el punto de vista de la última persona que abandona su oficina.

Y del mismo modo, es muy malo el lí­der que cambia sus puntos de vista dependiendo de su audiencia, y ofrece a la prensa una opinión, a los analistas otra, y una tercera a sus subordinados. Eso sólo demuestra debilidad y afecta a la organización. Y pronto afecta al lí­der que practica ese tipo de conductas.

No estamos aludiendo a una flexibilidad apropiada, que ocurre de manera legí­tima cuando la perspectiva de un lí­der es alterada por nuevos conocimientos, o cuando el medio ambiente empresarial cambia debido a condiciones que no habí­an sido previstas.

El ejemplo perfecto: GE en los '90
Para un ejemplo de la primera circunstancia, basta con analizar lo que ocurrió en General Electric en la díécada de los 90. Durante más de diez años, el imperativo de la compañí­a era que cada producto o servicio debí­a ser el primero o el segundo compitiendo en el mercado. De lo contrario, los gerentes deberí­an arreglar, cerrar o vender el negocio.

Luego, un grupo de gerentes regresó de un curso de entrenamiento en liderazgo con un hallazgo asombroso. La estrategia de figurar en primer o en segundo lugar, dijeron, no alentaba necesariamente a que crecieran los negocios de GE. Con más frecuencia, los impulsaban a definir sus mercados de manera más estrecha. En lugar de decir, por ejemplo, "estamos en primer lugar en el producto X", señalaban, "estamos en primer lugar en el producto X, con un atributo en particular".

Y eso, para muchas empresas, podí­a propulsar la participación en el mercado en el ámbito del 40 por ciento. Rápidamente, el liderazgo de GE cambió el imperativo de primer o segundo lugar, para reflejar esa nueva perspectiva. Se anunció que cada negocio debí­a redefinir sus mercados para que no tuviera una participación superior al 10 por ciento. El cambio abrió los ojos a un mundo de oportunidades en mercados adyacentes, productos y servicios, y la tasa de crecimiento de la compañí­a se disparó a gran velocidad.

En cuanto a la segunda circunstancia, el cambio en un medio ambiente competitivo, el mercado está transformándose con tanta rapidez que cualquier lí­der que se aferra a una estrategia definitiva deberí­a ser apaleado. Especialmente, si esa estrategia se basa en la exclusividad de una marca cotizada.

Reinventarse o morir
Howard Schultz, director general de Starbucks, tiene razón al decir que la compañí­a debe reinventarse y vender productos tales como cafíé instantáneo de bajo coste y comidas de calidad.

Es cierto que la nueva estrategia de Starbucks puede empañar su imagen, pero dada la realidad de los gastos de consumo, es el tipo de mentalidad flexible que la compañí­a necesita estos dí­as.

Ahora bien, admitamos que parece un enorme salto comenzar una columna con el presidente y Afganistán para concluir discutiendo la estrategia de Starbucks.

Pero la idea subyacente que querí­amos destacar puede aplicarse a ambas situaciones. Para cualquier lí­der, resulta peligroso permitir que los riesgos de la etiqueta flip-flop afecten a su toma de decisiones. En las circunstancias correctas, cambiar de criterio constituye un cambio en el que se puede creer.