Por... Alastair Marsh
Cuando los administradores de activos asumieron por primera vez compromisos para alinear sus carteras con emisiones netas cero, en su mayoría eludieron la espinosa cuestión del Alcance 3.
Tres años después y eso ya no es posible. Una ola de regulación y escrutinio público está empujando a los inversores a enfrentar lo que una unidad del London Stock Exchange Group llama “uno de los problemas más desconcertantes en el financiamiento climático”.
Las emisiones de alcance 3 son aquellas producidas por los clientes y la cadena de suministro de una empresa. Normalmente representan más del 80% de la huella de carbono de una empresa. En algunas de las industrias más contaminantes, como las del petróleo y el gas, la cifra puede ser incluso mayor.
El concepto no es nuevo, pero existe una renovada urgencia entre los inversores por determinar las implicaciones para las empresas en las que invierten, así como sus propios compromisos climáticos. La urgencia surge cuando los reguladores de la Unión Europea, Japón, el Reino Unido y otros lugares señalan que las divulgaciones obligatorias de Alcance 3 están en el horizonte para las empresas. La Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos también ha debatido si se debería exigir a los grandes emisores que revelen sus emisiones de Alcance 3.
El Grupo de Inversores Institucionales sobre Cambio Climático explicó sucintamente por qué es importante: "Sin reconocer las emisiones de Alcance 3 de una empresa, no es posible comprender y evaluar completamente su contribución al cambio climático". El IIGCC agregó, sin embargo, que existen numerosos “desafíos prácticos” para informar y calcular adecuadamente las cifras de Alcance 3, y estos son los obstáculos que deben superarse.