Por ... Elbacíé Restrepo
Entre la parafernalia montada por los expertos en equidad de sexo, lenguaje incluyente, maltrato, desigualdad en cargos y salarios, discurso que ponen de moda una vez al año con motivo del Día internacional de los derechos de la mujer, escuchíé de una periodista cierta inconformidad porque no todas las mujeres decidimos lanzarnos al mundo laboral y elegimos, como una opción de vida, ser señoras de la casa. A ella no le cabe, pese a su inmensa apertura mental, que alguien quiera "quedarse estancada" mientras afuera llueven oportunidades de crecimiento. Me Río de Janeiro.
¿Sabe, señora periodista? Conozco muchas mujeres profesionales, ricas, elegantes, intelectuales, ejecutivas, de toda clase, que no ven la hora de jubilarse para disfrutar de sus nietos, pues los hijos se hicieron adultos mientras ellas "crecieron" profesionalmente.
En el gremio al que pertenezco, el de las amas de casa por convicción, las de los oficios varios, la mayoría somos felices. Entre otras razones porque nuestros esposos, nuestros hijos y algunos sectores agradecidos de la sociedad, se han encargado de hacernos sentir, sin ninguna dificultad, que nuestra labor es grande, edificante, meritoria y no siempre ingrata ni frustrante. Sabemos, en el pequeño círculo en el que nos movemos, que la discriminación existe y lo evidenciamos cuando de boca de nuestras semejantes oímos desplantes como el suyo.
Las amas de casa estamos lejos de ser unas simples mantenidas. Reconozco que cuando a las que trabajan les pagan, a las que nos quedamos "estancadas" nos da algo de envidia, pero no tener la misma independencia económica no es una tragedia para nosotras. Somos unas tesas en economía domíéstica; estudiamos toda la vida porque nos matriculamos en preescolar con los hijos y los acompañamos hasta la especialización de la carrera; no nos creemos más ni menos que ustedes e, incluso, admiramos a las que son capaces de desempeñarse en el mundo laboral y en el hogar con buenos resultados. Tampoco somos dignas de lástima. Ser ama de casa no es sinónimo de amargura ni de ojos morados, entre otras porque la violencia no se sufre sólo en la cocina. ¿Ha notado que se coló por todas partes?
Las amas de casa leemos, nos enteramos y oímos programas interesantes como el suyo; podemos tomarnos un cafíé con la vecina, el algo con las compañeras de costurero o un trago con los contertulios más eruditos. Tenemos capacidad de decisión y nos sentimos profesionales de alto nivel porque dedicamos tiempo, energía y entrega sin límites a la empresa más importante de cualquier sociedad: la familia. Una excelente inversión que comentarios desafortunados como el suyo pretenden minimizar inútilmente.
Gracias a mujeres que decidimos quedarnos "estancadas" es que otras han podido salir a brillar ante el mundo, como usted. Por mucho que los tiempos cambien siempre será una riqueza llegar a la casa, encontrar una mujer diligente con un abrazo para los que ama y, de sobremesa, con una comida deliciosa para ellos. Hay cosas que no tienen precio y salarios que no pueden pagarlas.