Por Jorge Sosa...
Los trabajadores, quienes hacen grande una empresa, son víctimas de despidos masivos. Es que la rescisión de contratos laborales está a la orden del día en el mundo y las poderosas compañías están aterrorizadas por ese "monstruo" llamado crisis financiera mundial.
Verdaderos imperios como Nokia, General Motors, Pioneer o la Nissan -que están despidiendo gente a diestra y siniestra ante la caída de la demanda- añoran esa íépoca de vacas gordas y ahora están tambaleando por la desalentadora recesión, cuyo panorama parece más un terreno enlodado en donde quien no cae, de todas manera trastabilla.
Ya la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sin pelos en la lengua, ha advertido de que si se materializan sus predicciones -tan temibles como las de Nostradamus- antes que finalice el presente año cerca de 200 millones de trabajadores, en especial de las economías en desarrollo, podrían pasar a integrar las filas de la pobreza extrema. Es decir, como decimos por estos lares, "ni en donde caerse muerto".
Y ellas tambiíén sufren. Se teme que durante el 2009, 22 millones de mujeres queden en condición de desempleadas en el mundo, según estima tambiíén la OIT. Los embates de la crisis financiera global amenaza con dejar más pobres a los más pobres, la reducción de la pobreza está en retroceso y las clases medias a nivel global se están debilitando. En síntesis, las brechas sociales están cada vez más profundas.
En lo que va del año, a unos 650 mil norteamericanos se le tuvieron que resolver los contratos, y a estas alturas ya les está acabando las indemnizaciones que recibieron por los servicios prestados. La justificación para el despido que ensayaron los empresarios: La crisis financiera, lo cual fue corroborado por el Departamento del Trabajo de Estados Unidos. España, un país del primer mundo, tambiíén pasa las de Caín, pues el Instituto Nacional de Empleo (INEM) informó que de diciembre del 2008 a febrero del 2009 se han despedido a tres millones 300 mil personas a consecuencia de la crisis. Y la cifra es un ríécord histórico.
Y en el Perú muchos tambiíén se están quedando sin chamba. La Federación Minera, Metalúrgica y Siderúrigica (FMMS) denunció que en los últimos meses se ha despedido a unos ocho mil mineros ante la caída de la demanda de los minerales. Y los vaticinios para fin de año no son nada alentadores. La Sociedad Nacional de Industrias (SNI) ha proyectado 300 mil despidos, y los sectores más afectados serán la minería, la agroindustria y el textil.
Como vemos no solo hay crisis económica de alcance mundial, sino tambiíén una angustiante crisis del empleo. Una cosa lleva a la otra. Lo que se vive en la actualidad no es una mala jugada de un grupo de empresarios que apostaron todas sus fichas a ganador y por esas cosas del azar, perdieron un poco de dinero. No, su impacto es más devastador. Ha quedado comprobado que una potencia como Estados Unidos -la madre del cordero- tambiíén comete errores garrafales, pues transformar la deuda privada en deuda nacional fue un catastrófico equívoco que retumbó en los cinco continentes. Y finalmente los más perjudicados son los trabajadores, quienes se están pagando los platos rotos sin saber por quíé.
Lo que vive la clase trabajadora este año es una verdadera pesadilla. Esa incertidumbre del trabajador de no saber si va a ser despedido es un vía crucis que vive cada fin de mes. Para los empleados inmigrantes la situación es mucho peor, pues están retornando -o devolviíéndolos- a sus países de origen, dejando de lado ese futuro promisorio que alguna vez soñaron. Y esta crisis estaba cantada desde hace unos tres años atrás, pero ni las empresas, empresarios ni los gobiernos quisieron darse cuenta ni tomar las prevenciones del caso o, por lo menos tomar medidas para mitigar sus efectos negativos en el campo laboral.
Esta dura coyuntura va a seguir con los mismos saldos dramáticos en todos los países, y eso que reciíén estamos en el tercer mes del 2009. La crisis de 1929 duró cuatro años en su primera fase. Es un buen momento para destacar la importancia de los sindicatos cuando se violan los derechos laborales en tiempo de crisis, y ver en retrospectiva adonde nos ha llevado el desacreditado modelo neoliberalista. A todas luces, la advertencia de la OIT es realista, más no alarmista. La debilitada fuerza laboral clama por justicia y la aplicación de medidas de protección social se cae de madura para salvaguardar uno de los derechos humanos más elementales: el del trabajo.