Para la mayoría de los habitantes de las ciudades, las moscas son una molestia que hay que mantener a raya con mosquiteros, matamoscas y trampas. Pero en la zona de Mukuru, en Nairobi, la capital de Kenia, se las cría con un propósito sorprendente: ayudar a controlar las inundaciones repentinas cada vez más destructivas provocadas por el cambio climático.
Entra en una granja de moscas, situada en el recinto de una iglesia, y te recibirán olores fétidos. Un vistazo a una bandeja de plástico cercana revela por qué: grupos de larvas se retuercen entre los desechos de comida en descomposición. La instalación, que parece un invernadero, cría una especie común conocida como mosca soldado negra, decenas de millones de ellas a la vez, para alimentarse de toneladas de basura del vecindario que de otro modo podrían obstruir los canales de drenaje.
“Estas moscas son soldados en la gestión de residuos”, dice David Kinyanjui, de 43 años, un operador de la granja experimental, de pie junto a un estante con bandejas.
Los gobiernos de todo el mundo están ampliando y reacondicionando la infraestructura para que resista futuras inundaciones, pero eso requiere tiempo y un gran presupuesto. Si bien las economías avanzadas pueden permitirse ese tipo de desembolso, las naciones más pobres como Kenia no pueden.
De ahí el reclutamiento de moscas soldado negras para combatir la basura en Mukuru, un proyecto piloto financiado por el Centro Global para la Adaptación, con sede en los Países Bajos.