Una oleada de disturbios sociales y crisis políticas podría desencadenarse en los países más pobres del mundo si los líderes del G20 no acuden en su ayuda, según la directora gerente del Banco Mundial, Ngozi Okonjo-Iweala.
En declaraciones que publica hoy el dominical "The Observer", la ex ministra nigeriana insta a los países de ese grupo, que se reunirá en Londres el próximo 2 de abril, a contribuir a la protección del mundo en desarrollo frente a los peores efectos de la crisis financiera.
"Tenemos que analizar el impacto de todo esto en los países de renta baja. De no ser así, sin querer parecer alarmista, la consecuencia podrían ser alborotos sociales y crisis políticas. Es en interíés de todos el impedirlo", agrega.
Según Okonjo-Isweala, cientos de miles de trabajadores están perdiendo sus empleos en los países en desarrollo, donde las redes de protección social brillan por su ausencia, por lo que es preciso aportar más recursos financieros al "fondo de vulnerabilidad" del Banco Mundial para ayudar a los gobiernos a hacer pagos directos a ese capítulo social.
Su advertencia coincide con la publicación de un informe de un centro de estudios de desarrollo del Reino Unido que traza un panorama alarmista de la situación para los países pobres.
Según el Instituto de Desarrollo de Ultramar, el colapso de la economía global podría causar 90 millones de muertes, elevar a casi mil millones las personas que pasan hambre en el mundo y costarles 750 millones de dólares a los países en desarrollo.
"Decenas de millones de personas van a caer otra vez por debajo de la línea de la pobreza. (La crisis) tendrá efectos irreversibles en los más pobres", advierte el director de ese instituto, Simon Maxwell.
El instituto ha pedido a los países del G20 que aparten una "parte importante" del dinero en efectivo que están gastando en sus paquetes de medidas fiscales y lo dediquen en cambio a ayudar a construir la infraestructura necesaria en los países pobres y a mitigar el hambre de sus habitantes.
Según ese instituto, el G20 no debería despertar falsas expectativas sobre la posibilidad de resucitar las negociaciones multilaterales de comercio - ronda de Doha- y debería prometer en cambio firmemente que no se recurrirá en ningún caso a represalias proteccionistas.
La semana entrante, el primer ministro británico, Gordon Brown, volará a Brasil, donde intentará conseguir el apoyo de su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, para su agenda de estímulos fiscales coordinados, libre comercio y aumento de los presupuestos de ayuda al desarrollo.
El Gobierno británico quiere que se doblen los recursos del Fondo Monetario Internacional para facilitar su rescate de los países más duramente afectados por la crisis. EFE