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Autor Tema: Espejos, una historia casi universal  (Leído 3310 veces)

hercul

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Espejos, una historia casi universal
« en: Junio 01, 2008, 10:37:39 am »
Espejos, una historia casi universal", fue el pretexto del escritor y periodista para ofrecer una actualización de su perspectiva de la sociedad, 37 años despuíés de sacudir conciencias con "Las venas abiertas de Amíérica Latina". En medio de aplausos y risas de las aproximadamente 600 personas que llenaron la Casa de Amíérica de Madrid, Galeano explicó que la sociedad de hoy en dí­a está dominada por una "dictadura mundial del miedo", y se preguntó si "somos obras maestras de Dios o chistes malos del diablo". Por díécadas Occidente denunció al Muro de Berlí­n entre exigencias para su demolición, pero ahora "otros muros siguen surgiendo y, aunque son más grandes, no se dice nada", expuso.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo hoy que la sociedad actual está sometida a una 'dictadura mundial del miedo' por lo que se preguntó si 'somos obras maestras de Dios o chistes malos del diablo'.

Durante la presentación de su último libro 'Espejos, una historia casi universal', en una abarrotada Casa de Amíérica de Madrid, Galeano consideró que esta obra está llena 'de asombros' que le llevaron a pensar que 'el mundo está embarazado de otros mundos' que se traducen en 600 mini relatos basados en hechos y acontecimientos reales que íél recrea.

La obra, publicada en marzo, es un conjunto de 'cuentos' de los que ya se han vendido más de 15.000 ejemplares. Esos relatos tratan de ayudan al lector a pensar sobre las circunstancias del mundo actual, pero tambiíén le hace remontarse incluso hasta Adán y Eva, sobre los que el autor se cuestiona si 'eran negros'.

En ese sentido, Galeano recordó que si el hombre blanco tambiíén procede de ífrica, entonces 'somos todos africanos', y todos 'somos negros', lo que 'no viene mal recordar en estos tiempos'. 'De allí­ emprendieron nuestros abuelos la conquista del planeta... Ahora las mujeres y los hombres, tenemos más colores que el arco iris del cielo; pero somos todos emigrados. Hasta los blancos blanquí­simos vienen de ífrica', indicó.

'En aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido', añadió el autor uruguayo, que tambiíén estimó que las pateras de hoy 'son nietas de los naví­os de negreros'. Quienes van en las pateras 'no se van, los empujan, porque nadie emigra porque quiere' reflexionó, al denunciar que 'la venta de carne humana sigue siendo el negocio más exitoso del sur' y los que llegan al norte 'serán usados mientras sirvan y despuíés serán arrojados'.

Por otra parte, lamentó que durante díécadas Occidente se quejara del Muro de Berlí­n y exigiera su caí­da, mientras que 'otros muros siguen surgiendo y, aunque son más grandes, no se dice nada'. Estos, dijo, son por ejemplo el kilomíétrico muro que Estados Unidos construye en su frontera con Míéxico, por el que 'pueden pasar el dinero y las mercancí­as pero no la gente, porque íésta no es digna de confianza'; o las alambradas de Ceuta y Melilla; o el de Cisjordania, o el existente entre Marruecos y el Sáhara Occidental.

'Este es el libro de los olvidados... de las historias no vistas', acotó Galeano que se declaró 'unido a la causa saharaui porque es un pueblo al que le robaron la patria'.

Sin embargo, el escritor reconfortó al aforo al señalar que los humanos pueden 'ser compatriotas de gente nacida en otros paí­ses y sentirse contemporáneos' de personas que vivieron en otras íépocas, y que, además de ser 'los exterminadores de todo', 'los creadores de la bomba atómica', 'los únicos que torturan' o violan o matan por placer, tambiíén los 'humanitos', precisó, son 'los únicos que sueñan despiertos, los que convierten la basura en hermosura, los que descubren colores que el arco iris no conoce, los que dan nuevas músicas a las voces del mundo y crean palabras, para que no sean mudas la realidad ni su memoria'.

Eduardo Galeano provocó en incontables ocasiones los aplausos de un auditorio que abarrotaban más de 600 personas, la mayorí­a jóvenes y de mediana edad. El autor de 'El libro de los abrazos' y 'Bocas del tiempo' asistirá este sábado y domingo a la Feria del Libro de Madrid y el lunes viajará a Amíérica Latina donde iniciará la gira de presentación de 'Espejos', su último texto.


Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo

hercul

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Re: Espejos, una historia casi universal
« Respuesta #1 en: Agosto 13, 2008, 01:28:50 pm »

Uno de los relatos del libro .....todo el libro son relatos de este tipo, amenos, ironicos...intentando explicar asi la historia universal de las distintas culturas de esta tierra nuestra


Olimpiadas
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A los griegos les encantaba matarse entre sí­, pero además de la guerra practicaban otros deportes.
Competí­an en la ciudad de Olimpia, mientras las olimpiadas ocurrí­an, los griegos olvidaban la guerra por un rato.

Todos desnudos: los corredores, los atletas que arrojaban la jabalina y el disco, los que saltaban, boxeaban, luchaban, galopaban o competí­an cantando. Ninguno llevaba zapatillas de marca, ni camisetas de moda, ni nada que no fuera la propia piel brillosa de ungí¼entos.

Los campeones no recibí­an medallas. Ganaban una corona de laurel, unas cuantas tinajas de aceite de oliva, el derecho a comer gratis durante toda la vida y el respeto y la admiración de sus vecinos.

El primer campeón, un tal Korebus, se ganaba la vida trabajando de cocinero, y a eso siguió dedicándose. En la olimpiada inaugural, íél corrió más que todos sus rivales y más que los temibles vientos del norte.

Las olimpiadas eran ceremonias de identidad compartida. Haciendo deporte, esos cuerpos decí­an, sin palabras: Nos odiamos, nos peleamos, pero todos somos griegos. Y así­ fue durante mil años, hasta que el cristianismo triunfante prohibió estas paganas desnudeces que ofendí­an al Señor.

En las olimpiadas griegas nunca participaron las mujeres, los esclavos ni los extranjeros.

En la democracia griega, tampoco.

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(Tomado del más reciente libro de Eduardo Galeano, Espejos: Una historia casi universal, publicado este año. El escritor uruguayo explica la razón de esta obra, imagen en el espejo de la Historia: «Este libro ha sido escrito para que no se vayan. En estas páginas se unen el pasado y el presente. Renacen los muertos, los anónimos tienen nombre: los hombres que alzaron los palacios y los templos de sus amos; las mujeres, ignoradas por quienes ignoran lo que temen; el sur y el oriente del mundo, despreciados por quienes desprecian lo que ignoran; los muchos mundos que el mundo contiene y esconde; los pensadores y los sentidores; los curiosos, condenados por preguntar, y los rebeldes y los perdedores y los locos lindos han sido y son la sal de la tierra».)


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hercul

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Re: Espejos, una historia casi universal
« Respuesta #2 en: Agosto 21, 2008, 10:04:40 pm »

Algunas partes del primer Capí­tulo con el cual da inicio al libro del mismo tí­tulo


Espejos
De deseo somos


La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tení­a manos, pero no tení­a a quiíén tocar. Tení­a boca, pero no tení­a con quiíén hablar. La vida era una, y siendo una era ninguna.

Entonces el deseo disparó su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos.

Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse tambiíén.

Caminos de alta fiesta


¿Adán y Eva eran negros?

En ífrica empezó el viaje humano en el mundo. Desde allí­ emprendieron nuestros abuelos la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron los diversos destinos, y el sol se ocupó del reparto de los olores.

Ahora las mujeres y los hombres, arcoiris de la tierra, tenemos más colores que el arcoiris del cielo; pero somos todos africanos emigrados. Hasta los blancos blanquí­simos vienen del ífrica.

Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido.


 El metelí­os

Estaban separados el cielo y la tierra, el bien y el mal, el nacimiento y la muerte. El dí­a y la noche no se confundí­an y la mujer era mujer y el hombre, hombre.

Pero Exí», el bandido errante, se divertí­a, y se divierte todaví­a, armando prohibidos revoltijos.

Sus diabluras borran las fronteras y juntan lo que los dioses habí­an separado. Por su obra y gracia, el sol se vuelve negro y la noche arde, y de los poros de los hombres brotan mujeres y las mujeres transpiran hombres. Quien muere nace, quien nace muere, y en todo lo creado o por crear se mezclan el revíés y el derecho, hasta que ya no se sabe quiíén es el mandante ni quiíén el mandado, ni dónde está el arriba, ni dónde el abajo.

Más tarde que temprano, el orden divino restablece sus jerar-quí­as y sus geografí­as, y pone cada cosa en su lugar y a cada cual en lo suyo; pero más temprano que tarde reaparece la locura.

Entonces los dioses lamentan que el mundo sea tan ingobernable.


Cavernas

Las estalactitas cuelgan del techo. Las estalagmitas crecen desde el suelo.

Todas son frágiles cristales, nacidos de la transpiración de la roca, en lo hondo de las cavernas que el agua y el tiempo han excavado en las montañas.

Las estalactitas y las estalagmitas llevan miles de años buscándose en la oscuridad, gota tras gota, unas bajando, otras subiendo.

Algunas demorarán un millón de años en tocarse.

Apuro, no tienen.

Fundación del Fuego


En la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el fuego frotando piedras o ramas.

Desde entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí­ arrancar ni una humilde chispita.

Mi fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos hizo. Nos defendió del frí­o y de las bestias enemigas, nos cocinó la comida, nos alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.


Fundación de la belleza


Están allí­, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas.

Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira.

¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas lí­neas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos...?

¿O eran ellas?

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hercul

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Re: Espejos, una historia casi universal
« Respuesta #3 en: Septiembre 03, 2008, 11:47:44 pm »
Octavo mandamiento: Mentirás


Eduardo Galeano
Página/12




Una mentira


Hasta hace un rato nomás, los grandes medios nos regalaban, cada dí­a, cifras alegres sobre la lucha internacional contra la pobreza. La pobreza se estaba batiendo en retirada, aunque los pobres, mal informados, no se enteraban de la buena noticia. Los burócratas mejor pagados del planeta están confesando, ahora, que los mal informados eran ellos.

El Banco Mundial ha dado a conocer la actualización de su International Comparison Program. En el trabajo participaron, junto al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y otras instituciones filantrópicas.

Ahí­ los expertos corrigen algunos errorcitos de los informes anteriores.

Entre otras cosas, nos enteramos ahora de que los pobres más pobres del mundo, los llamados “indigentes”, suman quinientos millones más que los que aparecí­an en las estadí­sticas.

Además, nos desayunamos de que los paí­ses pobres son bastante más pobres de lo que los numeritos decí­an, y que su desgracia ha empeorado mientras el Banco Mundial les vendí­a la pí­ldora de la felicidad del mercado libre.

Y por si todo eso fuera poco, resulta que la desigualdad universal entre pobres y ricos habí­a sido mal medida, y en escala planetaria el abismo es todaví­a más hondo que el de Brasil, paí­s injusto si los hay.

Otra mentira


Al mismo tiempo, un ex vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, en un trabajo conjunto con Linda Bilmes, investigó los costos de la guerra de Irak.

El presidente George W. Bush habí­a anunciado que la guerra podrí­a costar, como mucho, 50 mil millones de dólares, lo que a primera vista no parecí­a demasiado caro tratándose de la conquista de un paí­s tan rico en petróleo. Eran números redondos, o más bien cuadrados. La carnicerí­a de Irak lleva más de cinco años, y en este perí­odo los Estados Unidos han gastado un millón de millones de dólares matando civiles inocentes. Desde las nubes, las bombas matan sin saber a quiíén. Bajo la mortaja de humo, los muertos mueren sin saber por quíé. Aquella cifra de Bush alcanza para financiar apenas un trimestre de crí­menes y discursos. La cifra mentí­a, al servicio de esta guerra, nacida de una mentira, que mintiendo sigue.

Y otra mentira más


Cuando ya todo el mundo sabí­a que en Irak no habí­a más armas de destrucción masiva que las que usaban sus invasores, la guerra continuó, aunque habí­a olvidado sus pretextos.

Entonces, el 14 de diciembre del año 2005, los periodistas preguntaron cuántos iraquí­es habí­an muerto en los dos primeros años de guerra.

Y el presidente Bush habló del tema por primera vez. Contestó:

–Unos treinta mil, más o menos.

Y a continuación hizo un chiste, confirmando su siempre oportuno sentido del humor, y los periodistas se rieron.

Al año siguiente, reiteró la cifra.

No aclaró que los treinta mil se referí­an a los civiles iraquí­es cuya muerte habí­a aparecido en los diarios. La cifra real era mucho mayor, como íél bien sabí­a, porque la mayorí­a de las muertes no se publica, y bien sabí­a tambiíén que entre las ví­ctimas habí­a muchos viejos y niños.

Esa fue la única información proporcionada por el gobierno de los Estados Unidos sobre la práctica del tiro al blanco contra los civiles iraquí­es. El paí­s invasor sólo lleva la cuenta, detallada, de sus soldados caí­dos. Los demás son enemigos, o daños colaterales, que no merecen ser contados. Y, en todo caso, contarlos resultarí­a peligroso: esa montaña de cadáveres podrí­a causar mala impresión.

Y una verdad

Bush viví­a sus primeros tiempos en la presidencia cuando el 27 de julio del año 2001 preguntó a sus compatriotas:

–¿Pueden ustedes imaginar un paí­s que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Serí­a una nación expuesta a presiones internacionales. Serí­a una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura americana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional.

Esa vez, el presidente no mintió. El estaba defendiendo los fabulosos subsidios que protegen el campo de su paí­s. “Agricultura americana” significaba, y significa nada más que “Agricultura de los Estados Unidos”.

Sin embargo, es Míéxico, otro paí­s americano, el que mejor ilustra sus acertados conceptos. Desde que firmó el tratado de libre comercio con Estados Unidos, Míéxico no cultiva alimentos suficientes para las necesidades de su población, es una nación expuesta a presiones internacionales y es una nación vulnerable, cuya seguridad nacional corre grave peligro:

- actualmente, Míéxico compra a los Estados Unidos 10 mil millones de dólares de alimentos que podrí­a producir;

- los subsidios proteccionistas hacen imposible la competencia;

- al paso que vamos, de aquí­ a poco las tortillas mexicanas seguirán siguen siendo mexicanas por las bocas que las comen, pero no por el maí­z que las hace, importado, subsidiado y transgíénico;

- el tratado habí­a prometido prosperidad comercial, pero la carne humana, campesinos arruinados que emigran, es el principal producto mexicano de exportación.

Hay paí­ses que saben defenderse. Son pocos. Por eso son ricos. Hay otros paí­ses entrenados para trabajar por su propia perdición. Son casi todos los demás.


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hercul

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Re: Espejos, una historia casi universal
« Respuesta #4 en: Octubre 12, 2008, 12:56:00 pm »
Breve historia de la civilización

Y nos cansamos de andar vagando por los bosques y las orillas de los rí­os. Y nos fuimos quedando. Inventando las aldeas y la vida en comunidad, convertimos el hueso en aguja y la púa en arpón, las herramientas nos prolongaron la mano y el mango multiplicó la fuerza del hacha, de la azada y del cuchillo. Cultivamos el arroz, la cebada, el trigo y el maí­z, y encerramos en corrales las ovejas y las cabras, y aprendimos a guardar granos en los almacenes, para no morir de hambre en los malos tiempos. Y en los campos labrados fuimos devotos de las diosas de la fecundidad, mujeres de vastas caderas y tetas generosas, pero con el paso del tiempo fueron desplazadas por los dioses machos de la guerra. Y cantamos himnos de alabanza a la gloria de los reyes, los jefes guerreros y los altos sacerdotes. Y descubrimos las palabras tuyo y mí­o y la tierra tuvo dueño y la mujer fue propiedad del hombre y el padre propietario de los hijos. Muy atrás habí­an quedado los tiempos en que andábamos a la deriva, sin casa ni destino. Los resultados de la civilización eran sorprendentes: nuestra vida era más segura pero menos libre, y trabajábamos más horas.

El precursor del capitalismo

Inglaterra, Holanda, Francia y otros paí­ses le deben una estatua. Buena parte del poder de los poderosos proviene del oro y la plata que íél robó, de las ciudades que incendió, de los galeones que desvalijó, y de los esclavos que cazó. Algún fino escultor deberí­a modelar la efigie de este funcionario armado del capitalismo naciente: el cuchillo entre los dientes, el parche en el ojo, la pata de palo, la mano de garfio, el papagayo al hombro.

El filósofo de la libertad

Han pasado siglos y sigue creciendo la influencia del filósofo inglíés John Locke en el pensamiento universal. No es para menos. Gracias a Locke sabemos que Dios otorgó el mundo a sus legí­timos propietarios, los hombres industriosos y racionales, y fue Locke quien dio fundamento filosófico a la libertad humana en todas sus variantes: la libertad de empresa, la libertad de comercio, la libertad de competencia, la libertad de contratación. Y la libertad de inversión. Mientras escribí­a su "ensayo sobre el entendimiento humano", el filósofo contribuyó al entendimiento humano invirtiendo sus ahorros en la compra de un paquete de acciones de la Royal Africa Company. Esta empresa, que pertenecí­a a la corona británica y a los hombres industriosos y racionales, se ocupaba de atrapar esclavos en ífrica para venderlos en Amíérica. Según la Royal Africa Company, sus esfuerzos aseguraban un constante y suficiente suministro de negros a precios moderados.

Prohibido ser pobre

El criminal nace, no se hace, decí­a el míédico italiano Cesare Lombroso, que se vanagloriaba de reconocer al delincuente, por sus rasgos fí­sicos, a simple vista. Para confirmar Para confirmar que el homo criminalis nací­a predestinado al Mal, el míédico brasileño Sabastiao Leao midió y estudió a los presos de la cárcel de Porto Alegre. Pero sus investigaciones revelaron que la fuente de la delincuencia era la pobreza, no la biologí­a;

Que los presos negros, miembros de una raza que se consideraba inferior, eran tanto o más inteligentes que los otros; que los presos mulatos, miembros de una raza que se consideraba díébil y degradada, habí­an llegado tan campantes a la vejez; que bastaba leer los versos escritos en las paredes para comprobar que no todos los delincuentes eran brutos; que los estigmas fí­sicos que Lombroso atribuí­a a los amigos del cuchillo, mentón prominente, orejas aladas, colmillos salientes, eran menos frecuentes en la cárcel que en la calle; que la falta de barba no podí­a ser una caracterí­stica de los enemigos del orden público, como Lombroso afirmaba, porque entre los muchos presos de Porto Alegre no habí­a más de diez lampiños; y que el clima ardiente no favorecí­a el delito, porque los í­ndices de criminalidad no aumentaban en verano.

Prohibido ser obrero

Carlitos levanta un trapo rojo caí­do en la calle. Se pregunta quíé será eso, y de quiíén será, cuando súbitamente se encuentra encabezando sin saber cómo, sin saber por quíé, una manifestación obrero que choca con la policí­a. "Tiempos modernos" es la última pelí­cula de este personaje. Y Chaplin, el papá, no sólo está diciendo adiós a su querible criatura. Tambiíén se despide, para siempre, del cine mudo. La pelí­cula no merece ni una sola nominación al Oscar. A Hollywood no le gusta nada la desagradable actualidad del tema. í‰sta es la epopeya de un hombrecito atrapado por los engranajes de la era industrial, en los años siguientes a la crisis del 29. Una tragedia que hace reí­r, implacable y entrañable retrato de los tiempos que corren: las máquinas comen gente y roban empleos, la mano humana no se distingue de las demás herramientas, y los obreros, que imitan a las máquinas, no se enferman: se oxidan. A principios del siglo diecinueve, ya habí­a comprobado lord Byron: Ahora es más fácil fabricar personas que fabricar máquinas.



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Re: Espejos, una historia casi universal
« Respuesta #6 en: Abril 16, 2009, 05:58:02 pm »
Eduardo Galeano: Mujeres (1/3)

Son las partes del libro  Espejos, una Historia Universal que tratan sobre las mujeres
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http://video.google.es/videosearch?q=eduardo+galeano+mujeres&hl=es&emb=0&aq=2&oq=eduardo+galeano#
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