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Autor Tema: Teorí­a de la Esfera  (Leído 1761 veces)

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Teorí­a de la Esfera
« en: Agosto 23, 2008, 10:43:34 pm »
Teorí­a de la Esfera




Comunicación directa de la Divina Presencia

En una dimensión más elevada de la que tu mente actuando en la comprensión de la tercera dimensión puede entender, eres una esfera. Imagí­nate que cuando naces, virgen de experiencias, eres una esfera de un material blando, maleable.



Cuando tú activas en tu mente esta afirmación, supones que si todos fuerais así­, el mundo estarí­a conformado por un montón de esferas, una por persona, porque pones lí­mite a la persona, ya que es así­ como tienes conceptuada la realidad. Pero ese lí­mite sólo existe para tus ojos fí­sicos. En realidad, todo se superpone y la esfera a la que me refiero integra el Universo entero.

Para hacerlo más fácil, puedes ver que dentro de la esfera está el reflejo de toda la realidad exterior a ella (serí­a un concepto similar al uso que dan las pitonisas a las bolas de cristal). Entonces, esta entidad, definida ahora como esfera, surge a este mundo de la tercera dimensión, llevando la semilla de todo lo externo, pero esta semilla no es agresiva en principio, ya que sólo es potencial. Unicamente mora en la esfera, desprovista de actividad real.

El punto al que te quiero llevar es que comprendas que cuando alguna de estas semillas germina dentro de la esfera que eres, impacta en tu vibración global. Esto implica una "marca" que llevarás en adelante en tu vida, si no eres consciente de ella y la saneas, que repercutirá en el mundo que te rodee.

Vamos a simplificar esto y, aunque pierda por ello exactitud, vamos a hacerlo más comprensible llevándolo a la tercera dimensión, que es tal y como a tu capacidad de comprensión actual le resulta más accesible. Luego, puedes hacer el ejercicio de elevarlo al conocimiento superior usando como referencia la visualización integrada de la descripción anterior, habiíéndote antes elevado tú de vibración para que su comprensión te sea más accesible.

Así­ que imagí­nate que en lugar de esferas somos cí­rculos. Cada persona, una cí­rculo, con la circunferencia que lo delimita como entidad, independiente de otros cí­rculos igualmente delimitados por circunferencias, relacinándose entre ellos a travíés de la visión terrenal que únicamente detecta el exterior (la circunferencia).

Nacemos absolutamente redondos, impecablemente redondos. Pero blandos, tan blandos como son los huesos que protegen el cerebro de un bebíé.

Desde el mismo momento en que llegamos a este mundo estamos relacionándonos, al principio pasivamente, con el entorno, que está compuesto de un montón de ideas preconcebidas. Estas ideas, a nivel de la visión del cí­rculo, se definen como la píérdida en la perfección de su redondez. Se habrí­a convertido la circunferencia en formas diferentes, porque habrí­a sido tal vez presionado por un lado o por otro tendrí­a un saliente mayor del que le corresponderí­a si fuera perfecto. El entorno, lejos de averiguar quíé potencial llevamos dentro, nos define y lo hace en base a sus traumas, ideas preconcebidas, etc. Esto implica que impone las formas erradas de su cí­rculo a tu cí­rculo endeble. Lo hace, desde su propia comprensión, para que en esta vida encontremos un hueco en el que no corramos peligro.

Pero el tíérmino peligroso se basa únicamente en el contorno de nuestro cí­rculo, independientemente de que nuestra esencia, la circunferencia que delimita a este cí­rculo (tu ser, tu esencia real), se dañe o no. Eso no les importa porque eso los otros no lo ven, por lo tanto no lo reconocen.

De esta manera, entiende que:

Las formas que los otros, los que en principio aparecen en nuestra vida como cuidadores, se imponen a la nuestra. Supongamos que podemos materializar este daño, y trasladarlo al contorno del cí­rculo que somos, para hacerlo visible. ¿Cómo es entonces el modo en que se establece esta relación del huevo humano, limpio, puro, con el medio hasta que finalmente llega a ser un ente independiente dentro de lo que entendíéis como tal?

Si de nuevo volvemos a la idea del cí­rculo, imaginándolo perfectamente circular en un inicio, vamos a acercarlo a la figura de la madre, luego de la familia, luego de la sociedad, luego de la enseñanza, luego de las relaciones adolescentes, luego de las relaciones sensuales, luego de las relaciones laborales... Todo esto como respuestas a juicios ya definidos en todos estos entornos que nos vamos integrando.

El cí­rculo va recibiendo presiones. Ante ellas, va perdiendo su definición inicial perfecta para que los demás, con todo lo anteriormente mencionado, se puedan acoplar a íél. Desde otro punto de vista, lo mismo serí­a decir: para que íél se pueda acoplar en "lo demás".

Estas presiones, definidas por deformidades en la perfección inicial del arco de la circunferencia pueden ser la traducción de normas sociales, imposiciones religiosas restrictivas, etc. Existe una presión que genera una especie de hendidura. El cí­rculo en adelante adoptará esta como parte de su identidad. Desde este momento, irá por su vida con este "hueco" necesario para adaptarse al ambiente necesario en el inicio de la vida, cóncavo al exterior, que sólo servirá en adelante para que allí­ se vayan adaptando situaciones similares a las que se generaron en un principio para motivar esta hendidura.

Por ejemplo, imagí­nate que este joven cí­rculo recibe una abolladura como consecuencia de una madre manipuladora que va presionando hasta que forma esa hendidura. Tal hendidura lleva impresa el significado de sí­ misma, con lo cual en el momento en que la madre ya no presione y la circunferencia considere que se ha liberado de la fuerza ejercida por la convexidad de la madre, seguirá avanzando por el mundo con esa hendidura. Al ir conociendo nuevas personas y teniendo nuevas experiencias, siempre esa hendidura, ese hueco, tenderá a llenarse. Como lleva implí­cita la definición de sí­ mismo, sólo será susceptible de acoger energí­a de personas con una actitud equivalente a la de la madre que lo generó, es decir, estará disponible para que se acoplen actitudes manipuladoras. Entonces ocurrirá que esta persona encontrará un trabajo y su jefe será un manipulador, una pareja que será manipuladora, etc.

Ese ser dirá: ¡quíé mala suerte tengo! Lo correcto será "quíé hendidura tengo".

La solución estriba en identificarla, dejar de culpar a la suerte o a los demás y reconocer que eso es lo que se atrae, entender de dónde procede y trabajar desde dentro para volver a llenar la hendidura con energí­a propia, interior, sana que haga presión con lo que desde dentro es convexidad hasta convertirlo en cóncavo y convexo al exterior, impidiendo el avasallamiento. Porque hasta que no se llene de energí­a propia ese ser será como una pieza de puzzle, en la que se acoplarán todas las otras piezas que busquen donde encajar sus errores, y así­ puedan utilizar ese hueco para invadir el espacio vital ajeno. Entiende que sólo serás í­ntegro y libre si tu circunferencia es perfecta, y con ella el cí­rculo que la define.

Volvamos ahora al principio, donde desde una dimensión superior, eres una esfera que integra dentro de sí­ el Universo entero en potencia. Porque en ella mora la semilla de toda la realidad exterior a ella desde el punto de vista del cí­rculo. Eleva de nuevo tu vibración para ascender a la comprensión elevada, por encima de la tercera. Entenderás entonces que esa presión que definí­amos en el cí­rculo no es sino la activación en ti mismo de las potencialidades de esas semillas que en un principio estaban inactivas en tu energí­a personal, aunque motivado todo esto por el ejercicio mental y emocional del entorno, de lo que identificas con "lo otro" desde tu comprensión de la tercera dimensión.

Ahora te propongo que respires profundamente, cierres tu atención al exterior y accedas a este conocimiento desde tu propio interior.



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La dualidad y el amor
« Respuesta #1 en: Agosto 23, 2008, 10:44:54 pm »
La dualidad y el amor

Cuando tienes un sentimiento negativo hacia otro y lo expresas mediante algún acto de violencia para descargarlo, no te creas que trasladas algo que estaba en tu campo energíético al campo energíético del otro, no te creas que te deshaces de ello. No. Todo ocurre dentro de tu propio campo energíético, por eso sientes que no te liberas.



Cuando tu tienes un rencor, una envidia, un recelo hacia otra persona, ese sentimiento te hace daño, está obstruyendo el libre fluir de tu energí­a personal. Lo sientes en ti y llega un dí­a en que te desborda, entonces decides vengarte, lanzarle el daño al otro para sacarlo de ti, pero, ¿quíé es lo que ocurre? Ocurre que sólo cambias ese malestar de sitio, pero no lo sacas de tu propia energí­a, porque "eso" que tú enví­as, no lo das a la realidad de lo que es el otro, sino al sí­mbolo del otro dentro de ti. Entonces lo sacas del lugar, donde tienes en potencia ese dolor, esa energí­a bloqueada, donde sólo es semilla y lo realizas en otra parte, pero de ti mismo. Porque el problema no es con el otro. El problema reside en lo que el otro es en ti.

Tanto si lo "entregas" a esa otra parte energíética de ti donde reside tu visión del otro como si lo reprimes, ese rencor te mina, es un daño que te estás haciendo. Entonces, ¿cuál es la solución? La solución es transmutarlo en el mismo sitio en el que es aún semilla, sin moverlo, sin regarlo, reconociíéndolo como un error de interpretación, haciíéndote responsable de que es el resultado de una dualidad que está en ti y sólo en tí­.

Tienes que saber que no se trata de transigir con el dolor, es precisamente todo lo contrario, es eliminar el dolor antes de que se materialice, reconocer que hay una dualidad que pretende entrar a bloquear la identidad total, pero que está dentro de ella, por lo tanto es manejable, susceptible de ser transmutada, eliminada.

No debemos nada al otro, ni bueno ni malo. Si lo que sentimos es amor, crecemos hacia íél. Si no es amor, hay que trabajar con los lí­mites que tenemos entre nosotros y el otro, porque esos lí­mites no son más que barreras entre nosotros y nosotros mismos (representa un lugar de la consciencia donde nos dividimos y representamos la dualidad), ya que este otro del que hablamos es el que llevamos integrado, no el que está fuera.


El amor, sin embargo, sí­ es un trasvase real de campo a campo. El amor crea un puente de comunicación. Por lo tanto la transmutación de ese bloqueo donde debe ir dirigida es al amor. En cualquier caso, la curación dirige hacia íél las energí­as de modo natural, ya que el amor es lo natural, lo que existe cuando la dualidad no se representa. Es la traducción de la salud emocional.





Reconocimiento y sanación de la dualidad a travíés "lo otro"


El otro representa una parte dual de ti que reprimes expresar, pero tienes en potencia. Así­ que lo pones fuera para que desde allí­ se exprese porque no lo aceptas como propio. Lo reprimes en ti y sólo puede llegar a ti a travíés del otro, o "lo otro".



Te daríé algunos ejemplos de situaciones agresivas del otro y el trabajo a realizar para que lo reconozcas como dualidad en ti y así­ tengas acceso a su sanación, que consistirí­a en reconocer de quíé caracterí­stica propia es reflejo y así­ trabajar con esa caracterí­stica. Esto te va a permitir sanarlo dentro y la consecuencia es que desaparecerá de fuera, porque ya no te pertenecerá, ya no será de tu mundo puesto que no lo estarás creando, proyectando y manteniendo:

Imagina que cierta persona te trata siempre con desprecio: Cuando lo escuches, intenta tomar contacto con lo que hay en ti, quíé parte de ti mismo, tiene desprecio hacia el Yo Soy que tú eres. Es decir, una parte de ti desprecia a la totalidad (ella misma queda incluida, por cierto). Entiende que hay algún lugar en tu interior desde el que no te aceptas.

Tal vez alguien te manipula: ¿Quíé sentimiento dual (siempre de naturaleza inferior) logra que te doblegues en tu naturaleza para "dejar de ser"? ¿Quíé buscas tú en los demás, para que te den, puesto que en ti no lo encuentras, así­ que no te puedes autoabastecer, para que consientas un chantaje de otro? ¿A cambio de quíé, cual es el intercambio? Identifica aquello de ti que buscas en otro y entiende que tú lo posees, de alguna forma has establecido una relación de intercambio emocional con la que no estás de acuerdo.

Cuando el otro te humille, te dañe, no lo escuches de modo que te pueda afectar a tu ego. En su lugar, intenta resonar con la parte de ti que reprimes a tu consciencia mientras estás ante el otro siendo aparente ví­ctima de su actitud, y úsala para identificar esa parte dual "escondida" y sanarte.

El otro es un espejo de tus dualidades de baja vibración escondidas, que no aceptas ver . El otro representa tus sombras.

Mí­rate a ti mismo en el otro, porque estás en íél, reflejado (que es sólo otro punto de vista de la afirmación de que íél está en ti).

Como nos defendamos del otro es como nos defendemos de la unidad personal en esa dualidad.

Pero defenderse de una parte dual se hace desde una parte dual a su vez. Ninguna de las dos es correcta. Lo correcto es unirlas. Es entonces cuando eres la expresión de tu divinidad.

Lo que los demás ven en ti es lo que tú tienes en ti, tanto en la luz como en las sombras.

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Acerca del sexo
« Respuesta #2 en: Agosto 23, 2008, 10:47:09 pm »
Acerca del sexo
Las fuerzas centrí­fuga y centrí­peta

El cuerpo debe ser concebido y usado como un medio. "Eso ya lo sabí­a", dirás tú. Sí­, pero lo que no tienes claro es un medio para quíé.



Hasta ahora habíéis estado queriendo/adornando vuestro cuerpo, reverenciándolo. Eso no debe dejar de ser así­. Lo que sí­ hay que cambiar es la finalidad para la que lo usáis como medio.

El amor es una energí­a que pertenece al cuarto chackra. Este es un chakra dual. Los tres que están por debajo en el cuerpo, son inferiores en vibración (representan el ego), y los que están por encima, son superiores (representan el espí­ritu). El chackra del corazón tiene la capacidad de desarrollar tanto el amor universal como el terrenal (ser relaciona tanto con los chakras superiores como con los inferiores), todo depende de dónde venga dirigido ese amor, de cuál sea su fuente. Si viene desde los chackras superiores, supedita lo inferior, pero si viene desde los inferiores, en la escala vibratoria, se detiene en el propio chakra del corazón, no se sigue elevando (el espí­ritu no se supedita a la materia) Se queda, además en la vibración más baja de íéste chackra, en el terreno del deseo, no del amor (El idioma inglíés diferencia muy bien estos dos tíérminos; ellos dicen love y want, ambos significan "querer", pero love se refiere a un amor que sale hacia fuera, que busca expresarse, mientras que want busca posesión, es el amor que se pretende atraer del exterior).

Vosotros habíéis estado desarrollando el amor terrenal por vuestro cuerpo. El medio para el que lo usabais era satisfacer, alimentar los chakras inferiores. Esto crea una fuerza Centrí­peta, porque es alimento sólo para el ego, que el cuerpo engulle y finiquita. Luego quiere más. El cuerpo, de ese modo, coge, no genera. Sirve para atraer lo de fuera. Desde ese punto de vista, no discierne, atrae tanto lo bueno como lo malo, por ejemplo, tanto el sexo placentero como la probable enfermedad intrí­nseca a ese sexo que, por cierto, es placentero sólo para los chakras inferiores, pero no alimenta nada más que la materia, no trasciende, y alimenta sólo durante el espacio de tiempo que dura en la tercera, mientras que lo que abastece el espí­ritu trasciende el tiempo terrenal y se dirige a la eternidad, estando siempre disponible.

Ahora impera desarrollar el amor elevado, esa otra capacidad que tiene el corazón, y usar el cuerpo como medio, pero de Expresión. Esto generará una fuerza Centrí­fuga que será mucho más placentera, porque cuando se descubre el placer de la expresión, automáticamente supeditamos a íél toda la energí­a de vibración más baja. Y hay una solla razón: ya no nos vale, ya no nos abastece.

Entonces el cuerpo, en lugar de mantenerlo en la belleza que atrae a los otros para engullirlos, hay que mantenerlo en la belleza en que nuestra energí­a más sublime puede utilizarlo como medio, en la que puede expresarse.

Te preguntas, "¿tenemos que renunciar por ello al anhelo de la belleza fí­sica?" Por supuesto que no. Y no sólo no tenemos que hacerlo. Veremos la belleza resplandeciente en íél. Seguirá atrayendo, pero no para engullir, sino para expresar. Eso sí­, solamente atraerá a aquellos de vibración similar, que quieran comunicarse con esa expresión para compartir la suya. Y todo, todo lo que tení­as antes lo seguirás teniendo, pero enriquecido, sublimado.

Aquellos que atraí­amos antes tal vez no se fijen en nosotros, pero ¡quíé alivio!, porque tendrí­amos que buscar un modo de deshacernos de ellos, si lo hicieran.

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El dolor no existe. Tíº lo inventas
« Respuesta #3 en: Agosto 23, 2008, 10:49:17 pm »
El dolor no existe
Tú lo inventas

Cuando os pasan cosas que no deseáis, cuando sentí­s que la vida os lleva por el camino que no escogerí­ais nunca voluntariamente, cuando os sentí­s castigados, cuando lo que os pasa os abruma y no entendíéis porquíé ocurre, estáis acostumbrados a pensar, "¿Por quíé me castigan?" ó "¿Quíé he hecho yo para estar pasando por esto ahora?"



Entendíéis que el espí­ritu no sufre, sino que sois vosotros, el humano, quien lo hace, es por eso que sentí­s ese malestar, ataque y soledad, y tambiíén impotencia, como si estuvierais dirigidos por El para pasar por pruebas el humano que sois.

Pero yo ahora voy a proponer otro punto de vista. ¿Por quíé, en lugar de pensar en vosotros como protagonistas, no lo hacíéis así­ con íél? Os propongo que le deis la oportunidad de que os responda a la siguiente pregunta: "¿Por quíé experiencia estás queriendo pasar Tú (espí­ritu), que no paras de repetir la misma escena? ¿Es acaso que yo (humano) te estoy obstruyendo el paso y no paras de insistir?"

Os propongo que dejíéis de pensar que "eso" que os obstruye como humanos es un castigo. La lógica del universo no pasa por ahí­. El castigo está sólo en la mente dividida. Es una parte contra otra. Una de las dos divisiones lo interpreta así­, mientras que la otra lo hace al revíés. Es la relación Yin/Yan.

Acíércate, humano, a la otra parte e intenta comprender quíé es para El esa vivencia que tú sufres tanto y tan profundamente.

Cuando reconozcas la otra parte, te ocurrirá:

* que entiendas que no te están castigando

* que reconozcas que eres tú mismo quien, con tu inflexibilidad, te causas el propio daño.

* que conozcas la razón y la labor de tu Espí­ritu, es decir, de la parte tuya que habí­as desestimado en beneficio de tu ego.

* que la aceptes.

* que comulgues con ella

* que unas los dos hemisferios en uno sólo y lleves a cabo, sin contracciones, la labor por la que has venido aquí­.

* que halles la libertad

* que reconozcas el equilibrio en la unidad de tí­ mismo

* que encuentres la paz

* que asciendas de esta dimensión al lugar al que ya estarás perteneciendo.





Graciela Bárbulo
redaccion-sevilla@portaldorado.com